Muere la reina Isabel: de Winston Churchill a Liz Truss, de Harry Truman a Joe Biden

Conmoción en Reino Unido y también en el mundo entero tras la muerte de Isabel II. Era este jueves a mediodía cuando saltaban las alarmas despés de que la Casa Real enviara un comunicado sobre la salud de la soberana, algo nada habitual. En dicho comunicado, anunciaban "la preocupación de los médicos" ante el empeoramiento del estado de la reina, quien finalmente ha muerto en Balmoral la tarde de este jueves 8 de septiembre.

La reina Isabel II del Reino Unido, Elizabeth Alexandra Mary, ocupa ya un destacado puesto en el engranaje de la historia como referente indispensable para entender la versión más moderna de la monarquía occidental. Ella ha sido, sin duda alguna, el referente de las casas reales europeas durante el último siglo. Ciertamente, la singularidad de la tradición británica ha sido, y es, simplemente irrepetible en terceros estados. Sin embargo, el largo reinado de Isabel II sí se ha convertido en icono y fuente de inspiración de nuevos usos y costumbres que han modernizado la institución monárquica a lo largo del siglo XX y primeros años del XXI.

En la experiencia británica hunden sus raíces, por ejemplo, algunas de las iniciativas que brillaron posteriormente con luz propia en Bélgica, con Balduino y Fabiola; en Grecia, con Pablo I y Federica; o en España, durante la transición hacia la monarquía parlamentaria y constitucional. Se podría afirmar, con palabras de don Juan Carlos I, que Isabel II de Inglaterra se ha distinguido sobre todo por ser “una gran profesional”, como calificó nuestro rey emérito la dedicación de su esposa, doña Sofía, a sus responsabilidades familiares y públicas.

No nació para reina

Aunque la pequeña Lilibet se situó al nacer en el tercer puesto de la línea de sucesión de la Corona británica, era impensable en 1926 que ella accediera alguna vez al trono. Primero, por la juventud del heredero, su tío Eduardo. Se suponía que él sería coronado, como así fue en 1936, y ejercería el cargo durante años… Y era de esperar, también, que formaría una familia en cuyo seno naciera el nuevo heredero. No fue así, como es bien sabido. Porque Eduardo VIII abdicó el 11 de diciembre de ese mismo año, 1936, para unirse a la 'celebrity' estadounidense Wallis Simpson, lo que precipitó el acceso al trono del padre de Liibet, el príncipe Alberto, que reinó con el nombre de Jorge VI (1936-1952).

Aun así, aunque la pequeña Isabel se convirtió a finales de 1936 (con casi once años) en la heredera del trono británico, ya se explicó en ese momento que ella era la heredera legal, pero podría dejar de serlo si del matrimonio del rey Jorge e Isabel nacía un hijo varón. Tampoco fue así. El rey Jorge VI y su esposa Isabel no tuvieron más hijos después del nacimiento de Lilibet y de la princesa Margarita (1930-2002).

Atraída por las tablas del teatro

De esta manera, aunque la heredera legal no había nacido para reina, desde los once años recibió una formación 'ad hoc' para que pudiera desempeñar algún día esa responsabilidad. Y aunque ella se vio atraída por las tablas del teatro, pronto supo que su destino sería suceder a su padre en el trono británico, si bien tampoco pudo imaginar las circunstancias en las que tendría que asumir esta responsabilidad: en los años de la compleja recuperación, tras una larga guerra, que obligó al Reino Unido a perder protagonismo mundial en beneficio de sus aliados norteamericanos.

Decidida, reflexiva, tenaz, la joven Lilibet comenzó a desempeñar funciones públicas siendo aún una adolescente. Y en 1943 protagonizó su primera aparición pública en solitario.

¿Un esposo germanófilo?

Su compromiso con Felipe de Grecia, el amor de su niñez, despertó críticas por sus vinculaciones familiares con la aristocracia alemana. Cabe recordar que la monarquía griega se mantuvo neutral durante los primeros compases de la II Guerra Mundial. Pero Felipe de Grecia no solo renunció a sus derechos dinásticos, sino también a su primer apellido. Y siendo Felipe Mountbatten, todo un caballero británico, pocas fechas antes de la boda (20 de noviembre de 1947) fue nombrado duque de Edimburgo.

Y pulverizó todos los récords

En 1951, debido a la enfermedad del rey Jorge VI, la princesa Isabel amplió su actividad asumiendo la mayoría de las tareas de representación, tanto en Gran Bretaña como en el exterior. Y la que no había nacido para reina, en 1952 abrió un capítulo que pulverizaría los tiempos de permanencia en el trono más largos de todos sus antepasados, hasta convertirse en la reina más longeva. Hasta su muerte era la jefe de Estado con más años en el cargo, casi 70 años, tras el fallecimiento en octubre de 2016 del rey de Tailandia, Bhumibol Adulyadej, que teniendo casi dos años de edad menos que ella, reinó durante 70 años.

Isabel II ha despachado con 14 primeros ministros británicos, desde Winston Churchill hasta hace escasos días Liz Truss. Desde la penuria económica de la posguerra al Brexit. Y con 14 presidentes norteamericanos, desde Harry S. Truman hasta Joe Biden. Desde el inicio de la Guerra Fría al triunfo del inquietante populismo en Estados Unidos.

Atrás quedan capítulos tan sorprendentes como el del intruso Michael Fagan (1982) o el del espía Anthony Blunt. Atrás quedan episodios tan dolorosos para la familia real como todos los sucedidos en el que ella misma calificó de “annus horribilis” (1992). Atrás quedan imágenes tan singulares como la de una reina amazona o la de una mujer apasionada por sus corgis. Y atrás queda la incógnita de la sucesión, con el acceso al trono del heredero más veterano del universo monárquico. Otra cosa será el futuro que le depare.

Fermín J. Urbiola

Periodista y escritor

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