Es noticia
Menú
Tres divorcios y un 'tampaxgate': los hechos históricos que analiza la nueva temporada de 'The Crown'
  1. Casas Reales
FAMILIA REAL BRITÁNICA

Tres divorcios y un 'tampaxgate': los hechos históricos que analiza la nueva temporada de 'The Crown'

La nueva temporada de 'The Crown' viene cargada de polémicas. En Vanitatis analizamos qué paso en la década de los 90 en la familia Windsor más allá de la serie

Foto: Los príncipes de Gales, con sus hijos. (Getty)
Los príncipes de Gales, con sus hijos. (Getty)

Este miércoles llega a las pantallas la quinta temporada de 'The Crown', centrada en la década de los noventa, los años en que todo saltó por los aires en la familia real británica. Fue la década de los escándalos y las infidelidades, de la guerra abierta entre los príncipes Carlos y Diana, del 'tampaxgate', los divorcios de Sarah Ferguson y Andrés y también de la princesa Ana, del incendio en el castillo de Windsor y las críticas despiadadas de los británicos hacia la monarquía por su desorbitado coste. Fue, en general, el momento en que todo parecía girársele en contra a la recientemente fallecida Isabel II. No es de extrañar que ella misma denominara los peores momentos como su “annus horribilis”.

Y eso que la década comenzó de la mejor manera posible. Como apunta Ana Polo Alonso, autora de la biografía 'La reina. La increíble historia de Isabel II', los noventa tendrían que haber sido años plácidos para la soberana; “En 1992 celebró sus cuarenta años en el trono, acababa de conseguir que Margaret Thatcher arreglase en el Parlamento una nueva disposición para que la financiación de la Corona fuese mayor que nunca y su familia daba la sensación de haber dejado los problemas atrás. Además, después de muchos años de problemas políticos, la economía británica parecía reflotar y, lo más importante para la reina, Nelson Mandela fue liberado en Sudáfrica en febrero de 1990. Entre Isabel y Mandela se forjó una gran amistad y se dice que él la llamaba en privado Lizzie, algo que nunca nadie fuera de la familia había hecho. En realidad, nadie, porque la familia la llamaba Lilibet”.

El divorcio de Ana: el pistoletazo de salida

Sin embargo, lo que podría haber sido una época dorada se tornó en una auténtica pesadilla, sobre todo en lo que refiere a su familia. “Hay que puntualizar que los escándalos de sus hijos comenzaron realmente unos años antes”, explica Ana Polo Alonso. “En realidad, el toque de salida, por decirlo de alguna manera, lo dio la princesa Ana, la hija de la reina, en 1989. No era ningún secreto que el matrimonio de Ana con el capitán y jinete olímpico Mark Phillips arrastraba serios problemas desde hacia años y había rumores, algunos muy intensos, de relaciones extramatrimoniales por ambas partes. Incluso se publicó que la princesa había mantenido un romance con uno de sus guardaespaldas, un tal Peter Cross. De Mike Phillips también se publicaron cuestiones semejantes, hasta se insinuó con la posibilidad de una presunta hija ilegítima. Pero la bomba estalló cuando la prensa se hizo con cartas muy comprometedoras que Ana había recibido del vicealmirante Timothy Laurence, que entonces servía como 'equerry', algo así como ayudante de su madre. Se sabe que las cartas llegaron a 'The Sun', no se sabe muy bien cómo, y que el diario se las dio a Scotland Yard para que comenzara una investigación. El contenido exacto no se llegó a publicar, pero 'The Sun' dijo que tenía las cartas y que eran muy íntimas y picantes”.

placeholder Boda de la princesa Ana y Mark Phillips. (Getty)
Boda de la princesa Ana y Mark Phillips. (Getty)

Obviamente, semejante revelación hizo que Palacio tuviera que admitir que las cartas eran verídicas y que la relación entre la princesa y su marido estaba acabada, aunque se dejó claro que no había planes de divorcio. Sí que los había: la princesa se acabó divorciando en 1992. El 12 de diciembre de ese mismo año Ana y Timothy Lawrence se casaron en Cathie Kirk, una pequeñísima iglesia cerca de Balmoral (la Iglesia de Escocia permite que personas divorciadas se vuelvan a casar religiosamente). De nuevo, la prensa le jugó una muy mala pasada a la princesa: anunció antes de que la reina supiera nada la fecha del enlace. Según Ana Polo Alonso, “se cree que la princesa Ana dijo: 'Oh, mummy [así es como la llamaban] va a estar furiosa”.

‘La guerra de los Gales’

Pero a estas alturas, 'mummy' tenía otros problemas más serios que atender. Básicamente, la relación entre Carlos y Diana parecía haber llegado a un punto de no retorno. En 1991, los príncipes de Gales habían cumplido diez años de casados y el público aún creía que su relación era un cuento de hadas. Si bien ya circulaban rumores sobre desavenencias y crisis periódicas, aún no se conocían todos los detalles y pocos podían intuir lo tóxico que era aquel matrimonio. “Sabiendo lo que hoy sabemos, es fácil darse cuenta de las señales”, apunta Ana Polo Alonso. “Pero en aquel momento era impensable sospechar que entre Carlos y Diana se sucedían las peleas a gritos en privado. A través de un libro que escribió un amante de la princesa, James Hewitt, sabemos que llegó un punto en que Diana “odiaba a Carlos con todas sus fuerzas”, aunque otros testimonios indican que la relación entre ellos pasó por altibajos. Una ama de llaves de Highgrove, la residencia de campo de Carlos, publicó un libro de memorias en donde describe peleas descomunales entre el matrimonio, a chillido limpio y con insultos, pero también momentos de tregua en que ambos parecían mantener una relación, si no cordial, al menos sí civilizada. La reina Isabel era consciente de esos momentos de distensión y durante años quiso creer que podrían haber dado pie a una tregua definitiva, por la que ambos hubiesen hecho su vida por separado pero hubieran seguido juntos de cara a la galería”.

“La verdad -prosigue Polo Alonso- es que lo podrían haber conseguido. Como equipo de trabajo, sin duda, eran formidables. Ella se había consolidado como un icono de glamour y era muy respetada por su trabajo ayudando a hospitales y personas sin hogar. Había llevado a cabo acciones determinantes para acabar con el estigma asociado al sida y estaba haciendo una labor crucial para concienciar sobre temas de los cuales entonces no se hablaba, como las depresiones posparto. Carlos, por su parte, también estaba haciendo un buen trabajo, aunque seguía dando que hablar con sus polémicas ideas sobre arquitectura. Sus discursos sobre la necesidad de cuidar el medioambiente hoy serían aplaudidos; en aquel momento, sin embargo, fue ridiculizado por alertar sobre la crisis que nos veía encima. El matrimonio cada vez hacía más vida por separado, pero cuando iban de viaje juntos, la química era impresionante. Ella era la princesa radiante de cuento; él, un hombre culto, gran orador, muy concienciado por causas modernas. Hubo dos viajes en especial que resultaron icónicos: el tour que hicieron por Oriente Medio en los ochenta y también el de Italia. Ambos salieron a la perfección, fueron un modelo de lo que podían conseguir si trabajaban juntos”.

placeholder El príncipe Carlos, junto a la princesa Diana. (Reuters)
El príncipe Carlos, junto a la princesa Diana. (Reuters)

Desgraciadamente, las tensiones pesaron más. No había nada en común entre ellos, la presión de la prensa se hizo insoportable y la sombra de Camila era demasiado alargada como para pensar que no existía. Llegó a un punto en que la tensión entre Carlos y Diana se podía cortar con un cuchillo y ambos fueron muy desgraciados. “Aquello no había manera de aguantarlo -explica Ana Polo Alonso- y empezaron a competir entre ellos con ver quién atraía más atención de la prensa. Comenzaron las filtraciones a los tabloides y a dar señales de que el matrimonio estaba roto y que cada uno era víctima de una situación insoportable. Pronto corrió el rumor de que se iban a escribir libros sobre la verdad en el matrimonio. Aquello, en realidad, fue lo que lo precipitó todo”.

“Personalmente creo que el pistoletazo de salida se dio el 1 de julio de 1991”, continúa Ana Polo Alonso. “Ese día, Diana cumplió treinta años y, lejos de felicitarla con artículos edulcorados, la prensa ya habló de que el matrimonio no era tan feliz como parecía. En concreto, hubo un largo artículo de Andrew Morton, por entonces un periodista prácticamente desconocido, para 'The Sunday Times', en donde se aseguraba que la princesa iba a pasar su aniversario completamente sola en Londres. Y era verdad, pero habría que matizarlo. En realidad, Carlos se había ofrecido a organizarle una fiesta, pero Diana lo había rechazado. A Diana ni le gustaba Highgrove ni soportaba a la mayoría de amigos de su aún marido. No se sabe cómo Morton dio con la información, pero la obtuvo y todo apuntaba ya a Diana”.

La bomba del libro de Andrew Morton

A ese artículo de Morton le siguieron otros tantos, como si se hubiese abierto la caja de Pandora. Poco a poco, y de manera muy inteligente, Diana fue dando pistas de lo mal que estaba. Al mismo tiempo, fue creándose una imagen de mujer muy profesional, el germen de la gran humanitaria global que se consolidaría con los años. “Como explico en mi libro -apunta Ana Polo Alonso-, Diana puso por entonces los cimientos de esa Diana solidaria que hoy aún recordamos. Por aquellos años contrató a un nuevo secretario privado, Patrick Jephson, un tipo brillante, eficiente y muy hábil con el marketing, que la ayudó a dejar atrás su imagen meramente de icono de moda y la ayudó a potenciar su faceta más ejecutiva y sustancial.

Kensington, por ejemplo, dejó de informar sobre la ropa que llevaba puesta para los actos y pasó a la ofensiva con eventos donde Diana emergió como una mujer moderna, cosmopolita y gran profesional. Todo fue milimétricamente pensado para las cámaras, por supuesto, pero el truco funcionó. Estuvo aquel viaje icónico a la India donde fue a ver a la madre Teresa de Calcuta, habló con los leprosos, se agachó para saludar a las personas de las castas más bajas y luego vino uno de sus grandes golpes maestros, la fotografía que daría la vuelta al mundo: aprovechando que Carlos se había marchado a Delhi para asistir a reuniones comerciales, ella puso rumbo al Taj Mahal y se fotografió completamente sola enfrente del gran monumento al amor”.

placeholder Portada del libro de Ana Polo.
Portada del libro de Ana Polo.

Con semejantes imágenes semióticas, el público comenzó a darse por enterado de que el cuento de hadas no era como muchos habían anhelado, empezó a posicionarse al lado de Diana. Pero lo peor aún estaba por venir. “Llegó un punto en que Diana no podía más con tanta farsa y decidió dar un paso crucial: hablar con un periodista para que contara su historia”, explica Ana Polo Alonso. “Diana sabía que había libros preparándose sobre ella en donde no se la dejaba del todo bien parada. En particular, le preocupaba mucho el que estaba escribiendo Lady Colin Campbell y que saldría publicado en 1992 con el título de 'Diana in Private: The Princess Nobody Knows'. Se rumoreaba que gente cercana a Carlos había participado y que el retrato de la princesa era, en ocasiones, demoledor. Ya se desvelaban cuestiones como que Diana había sufrido bulimia o que había tenido una larga relación con James Hewitt. Diana necesitaba anticiparse, centrar la narrativa en términos favorables a ella y por ello aceptó colaborar con Andrew Morton, el cual ya había escrito algún libro muy elogioso sobre ella en el pasado y planeaba hacer otro”.

El resultado de su colaboración fue 'Diana, su verdadera historia', un auténtico bombazo editorial que se convirtió en un auténtico bestseller. Se dice que llegó a vender siete millones de ejemplares en ochenta países. Pero para Diana lo mejor fue que consiguió lo que se proponía: centrar la historia en los términos que a ella más le convenían. Habló abiertamente de su bulimia, de sus intentos de suicidio, de lo mal marido que había sido Carlos, de lo fría que había sido la familia real con ella y de lo poco que la habían ayudado. Personas muy cercanas a la princesa, como antiguas compañeras de piso de soltera, corroboraron la historia a Morton y aportaron más detalles.

Foto: La princesa Diana, ante el Taj Mahal. (Ilustración: Pedro Fernández)

Aunque al principio Diana negó tajantemente haber colaborado con el libro, no había duda de que ella estuvo detrás. Y para que quedara claro que lo que se había dicho era cierto, acudió a ver a una antigua amiga que había participado con Morton, Carolyn Bartholomew, y llamó a un fotógrafo para que las retratara juntas. Aquello no dejaba lugar a malentendidos.

placeholder Diana, en el Taj Mahal.
Diana, en el Taj Mahal.

Al menos, a la reina Isabel II no le cabían dudas de lo que había pasado. Se sabe que, en cuanto leyó el contenido del libro, la soberana se puso furiosa y que ordenó llamar a los príncipes de Gales para tener una conversación muy seria con ambos. “Isabel II pensó que aún no estaba todo perdido”, señala Ana Polo Alonso, “e hizo lo imposible para que el matrimonio siguiera juntos. Pocos días después de la publicación del libro de Morton, los príncipes acudieron juntos a actos públicos y Buckingham aseguró por activa y por pasiva que el contenido del libro era mentira”. Pero ya no engañaban a nadie.

Los escándalos se suceden

A Isabel se le acumularon los escándalos en poco tiempo. A la situación de los príncipes de Gales hubo que sumarles la del resto de sus hijos, en especial su hijo Andrés y su nuera Sarah Ferguson. Si Carlos y Diana estaban mal, sus cuñados no les iban a la zaga. A principios de 1992 se publicaron fotos más que comprometedoras de Sarah Ferguson con un millonario tejano llamado Steve Wyatt, heredero de las tiendas Saks. Ambos se habían conocido en noviembre de 1989 en un viaje oficial que Sarah, entonces duquesa de York, hizo a Houston. A partir de ahí coincidieron con frecuencia y veranearon juntos con las hijas de ella, las princesas Eugenia y Beatriz. “A pesar de que ni se escondían demasiado ni eran excesivamente discretos, Andrés se negó a creer que su mujer tuviera un amante. Hasta que aparecieron fotos de Sarah y Steve jugando en una piscina”, cuenta Ana Polo Alonso, autora de 'La reina. La increíble historia de Isabel II'.

“Toda la familia real estaba en Sandringham cuando se publicaron. En realidad, siguiendo la tradición de las clases altas, los periódicos esperaban en la mesa del desayuno para que cualquiera los pudiera leer. Se sabe que el príncipe Felipe, al principio, intentó rebajar la tensión y dijo en broma: “Yo también me apunto”, en referencia a los juegos acuáticos. Pero a la reina Isabel no le hizo tanta gracia la situación y enseguida llamó a Sarah y a Andrés a su salón privado. Andrés, furioso pero contenido, le dijo abiertamente a su madre que quería separarse. La reina les pidió que siguieran juntos seis meses para que recapacitaran”.

Pero el matrimonio no llegó tan lejos. En verano de aquel mismo año, mientras la reina estaba en Balmoral, el 'Daily Mirror' publicó en portada fotos de Sarah Ferguson en topless en una piscina de Saint-Tropez mientras un hombre que no era Andrés le chupaba los dedos de los pies. El susodicho resultó ser John Bryan, un empresario estadounidense que Steve Wyatt le había presentado y que se había convertido en el asesor fiscal de la duquesa de York. “Cuando Isabel se enteró de los detalles, se quedó de piedra”, expone Ana Polo Alonso. “Casualmente, Sarah y Andrés estaban con ella en Balmoral cuando se publicaron las fotografías. Isabel, absolutamente furiosa, mandó llamar rápidamente a Sarah a su salón privado. En cuando salió de la reunión, la duquesa de York hizo las maletas, tomó a sus hijas y se fue a la casa que los York tenían en Surrey”.

placeholder Los duques de York.
Los duques de York.

La reina Isabel II pensó que ya nada más podría sucederle, pero se equivocaba. Aún quedaba más. El 20 de noviembre, su hijo Andrés la llamó por teléfono para decirle que Windsor estaba ardiendo. El castillo estaba en obras para instalar un nuevo cableado eléctrico y muchas de las obras de arte y muebles más valiosos habían sido retirados y puestos a cubierto. Sin embargo, cuando estalló el incendio —aparentemente a causa de una chispa que incendió una cortina—, aún quedaban algunas piezas de valor que hubo que retirar a toda prisa. Las llamas se propagaron a gran velocidad y, en cuestión de horas, transformaron Windsor en un espectáculo dantesco. La reina, que estaba en Londres, acudió rápidamente. La imagen de ella con un pañuelo cubriéndole la cabeza es una de las más icónicas de su reinado. Según reconoció su propio hijo Andrés, Isabel estaba absolutamente desolada por lo sucedido. Windsor no solo era uno de sus lugares favoritos —había pasado en él los años de la guerra—, sino que el lugar daba nombre a su dinastía. Aquel incendio era un símbolo de que los Windsor estaban consumiéndose y destruyéndose.

“Isabel cometió un grave error en los días posteriores al incendio”, apunta Ana Polo Alonso. “Buckingham pidió que los costes de reparación de Windsor, unos sesenta millones de libras, fueran asumidos íntegramente por fondos públicos, lo que destapó la ira del pueblo. Los británicos no entendían cómo una mujer tan rica como Isabel, que para más inri no pagaba impuestos, no podía hacer frente con su fortuna a la reparación de un castillo que solo la familia real disfrutaba”. La controversia fue tan mayúscula que Isabel tuvo que dar marcha atrás y anunciar que ella asumiría los costes. Y de paso, también dijo que comenzaría a pagar impuestos, algo a lo que, hasta aquel momento, se había resistido.

Pero no le quedaba otra. Los escándalos de la familia real sumados al coste de la monarquía habían hecho que los británicos estuvieran hartos. Isabel tuvo que pedir perdón. “Cuatro días después del incendio de Windsor”, relata Ana Polo Alonso, “Isabel participó en un almuerzo en el Guildhall de Londres. Oficialmente era para celebrar sus cuarenta años en el trono, pero no había nada que celebrar. Isabel dijo aquellas famosas palabras, que había sido su 'annus horribilis', con los escándalos de sus hijos, sus nueras, el libro de Morton, las fotos de Sarah y lo de Windsor”.

El 'tampaxgate'

Pero, para su desgracia, aún quedaba más. El año 1993 comenzó con una publicación de una transcripción de una conversación privada entre Carlos y Camila altamente comprometedora. La conversación había sido misteriosamente interceptada en diciembre de 1989, mientras el príncipe estaba en Eaton Lodge, la mansión de los duques de Westminster. Lo que comenzó como una charla supuestamente banal fue subiendo de tono y acabó con Carlos reconociendo que quería ser el támpax de Camila. “En cuanto se publicó”, apunta Ana Polo Alonso, “Carlos quedó avergonzado. Su madre estaba directamente estupefacta. Aquello no solo era pueril y patético, sino que el heredero al trono del Reino Unido había echado por la borda su imagen pública. Todos los esfuerzos de Carlos para parecer un hombre serio y con sustancia quedaron en nada frente aquella poderosa metáfora. Ahora bien, Diana se rio a carcajada limpia con el 'tampaxgate', como lo bautizó la prensa. Aquello demostró que ella tenía razón y que su marido y Camila eran amantes, como había dicho en el libro de Morton”.

Carlos intentó desesperadamente darle la vuelta a la situación, pero consiguió todo lo contrario: metió aún más la pata. “Carlos estaba tan hundido que pensó en participar en un documental para reflotar su imagen pública”, indica Ana Polo Alonso. “Quería demostrar que no era un mal padre, como le había acusado Diana, y que era un buen hombre que iba a ser un buen rey. El resultado fue un documental con un periodista muy reputado, Jonathan Dimbleby, titulado 'Carlos: el hombre en privado, el rol público'. Sin embargo, hacia el final del documental, Carlos metió la pata hasta el fondo. Cuando el periodista le preguntó por su matrimonio, él reconoció abiertamente que le había sido infiel a Diana”.

Diana contraataca

Carlos no sería el único en grabar una polémica entrevista. Años más tarde, en 1995, Diana contraatacó con la que está considerada una de las entrevistas más famosas de la historia. Hoy sabemos que el periodista Martin Bashir, de la BBC, no fue del todo ético y llegó a inventarse pruebas falsas para que la princesa aceptara grabar con él. Se dice que el día 20 de noviembre, cuando se emitió, las calles de Londres estaban vacías.

Diana no dejó títere con cabeza. Habló de su bulimia, de sus intentos de suicidio, de los problemas en su matrimonio, de Camila. Hacía el final de la entrevista, pronunció su famosa frase: “It was three in our marriage, so it was a bit crowded” (“éramos tres en el matrimonio, con lo que estaba bastante concurrido”). Luego vino el “no quiero ser reina de este país, quiero ser la reina de corazones y las cabezas de las personas”. Dejó caer que Carlos no estaba preparado para reinar y que, si por ella fuera, la corona pasaría directamente a su hijo Guillermo.

“En Buckingham muchos pensaron que aquello era alta traición”, subraya Ana Polo Alonso. “La reina entendió que ya no había nada que hacer y, después de consultar a varias personas, escribió una carta a Carlos y otra a Diana ordenando el divorcio”. Aquello marcó el fin de toda una era. Y el principio de otra que, a su debido tiempo, seguirá explicando 'The Crown'.

Este miércoles llega a las pantallas la quinta temporada de 'The Crown', centrada en la década de los noventa, los años en que todo saltó por los aires en la familia real británica. Fue la década de los escándalos y las infidelidades, de la guerra abierta entre los príncipes Carlos y Diana, del 'tampaxgate', los divorcios de Sarah Ferguson y Andrés y también de la princesa Ana, del incendio en el castillo de Windsor y las críticas despiadadas de los británicos hacia la monarquía por su desorbitado coste. Fue, en general, el momento en que todo parecía girársele en contra a la recientemente fallecida Isabel II. No es de extrañar que ella misma denominara los peores momentos como su “annus horribilis”.

Princesa Ana
El redactor recomienda