La infanta Elena entrega un premio taurino a Llosa, sin Preysler: el lapsus del escritor en su discurso

Hace unos días, el escritor Mario Vargas Llosa cumplía 86 años y para festejarlo montó un fiestón en el que no faltó de nada: ni la música de Los del Río, ni los invitados de postín, entre ellos Fernando Martínez de Irujo o la plana mayor del Partido Popular, incluido su presidente, Alberto Núñez Feijóo.

Estaba prevista una capea capitaneada por Cayetano Rivera, que finalmente no se celebró, pero que nos da una pista de lo aficionado que es el escritor al mundo de la tauromaquia. De hecho, suele ser bastante habitual ver al autor de ‘La fiesta del chivo’ disfrutando de una tarde de toros en solitario o junto a Isabel Preysler.

Este lunes, 14 de noviembre, Llosa ha sido el gran protagonista con el capote, aunque no ha tenido que saltar a la arena ni situarse delante de un cabestro. El peruano recibía en el Wellington Hotel & Spa Madrid, de manos de la infanta Elena, el Capote de las Artes 2022, un reconocimiento, que, por cierto, ella misma obtuvo en 2019. La Infanta reconoció entonces que era "un honor" el capote, porque proviene "de la familia taurina", de la cual se considera parte gracias, sobre todo, a la afición que desde pequeña le inculcaron su padre y su abuela. Al acto de esta tarde han asistido personalidades del mundo del toro como Miguel Abellán, Saúl Jiménez Fortes, Ortega Cano o Pepín Liria, y rostros conocidos como Fiona Ferrer.

El Capote de las Artes es una iniciativa instaurada en 2018 por el hotel Wellington, considerado 'hotel de los toreros'. El establecimiento lleva años vinculado al universo taurino, ya que es aquí donde se han alojado y vestido de luces desde hace décadas muchos de los diestros que toman parte en las corridas de toros que tienen lugar en Las Ventas. Todos esos toreros estampan su firma en un capote que al final de temporada se convierte en galardón para distinguir a alguna personalidad relevante relacionada con el mundo de los toros. En su primera edición, el premiado fue el pintor guipuzcoano Jesús Montes Iribarren y, en esta última, el premio ha ido para Vargas Llosa.

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La pasión del escritor por la tauromaquia la explicaba él mismo en 2010 en una entrevista: “Yo crecí en una familia que era muy taurina. Mis abuelos y mis tíos eran muy aficionados, así que la afición a los toros estaba en el aire que respirábamos los niños que estábamos en la casa”, contaba.

“Recuerdo siempre la primera corrida que vi cuando era aún un niño de pantalón corto en Cochabamba, en Bolivia, de la mano de mi abuelito Pedro, que era un gran aficionado a los toros”, continuaba el autor. “Tengo muy viva en la memoria la imagen de esa primera corrida en una plaza que era pequeñita y algo rústica, pero he visto muchas corridas en la plaza de Acho de Lima, que es la segunda plaza más antigua después de la de Ronda, y allí vi a grandes toreros”.

Ya entonces se le preguntaba a Llosa sobre su torero favorito de todos los tiempos, y el autor lo tenía claro, aunque reconocía que había visto a los grandes como Dominguín y los hermanos Bienvenida, que eran muy queridos en Perú porque visitaban mucho el país: “Si tengo que elegir uno, me quedo con Ordóñez, el más profundo y deslumbrante en su elegancia y sabiduría y gracia”.

El reconocimiento que ha recibido hoy el autor de ‘La ciudad y los perros’ se viene a sumar al que obtuvo el nobel hace un mes en la localidad zamorana de Toro por la defensa que ha hecho de la tauromaquia. Sobre el significado de ese universo, también ha reflexionado el escritor: “Hay un elemento misterioso en los toros, es algo que no se puede explicar, algo que se siente, que transporta profundamente, y al mismo tiempo no pasa por la razón, pasa por la emoción, por la intuición. No es solo la belleza del espectáculo, esa especie de entendimiento que llega a crearse entre el toro y el torero en una gran faena, sino que ese espectáculo nos remite a ciertas situaciones existenciales. De alguna manera, la condición humana se expresa ahí entre la vida y la muerte, que da a los toros una dimensión profunda y misteriosa”.

Por cierto, el escritor ha protagonizado una anécdota inesperada durante su discurso al agradecer la entrega del galardón a la princesa Leonor en lugar de hacerlo a la infanta Elena. Ha habido risas generalizadas y la confusión se ha quedado en la anécdota de la velada.