Seguridad, calles cortadas y unidad familiar de los Borbón: Constantino de Grecia, el adiós a un rey

El funeral de Constantino II de Grecia ha sido celebrado el lunes por la mañana en la intimidad, tal y como había solicitado su familia. El último rey de los helenos falleció el pasado 10 de enero a los 82 años en Atenas tras varios días ingresado en la clínica privada Hygeia por problemas de salud. Desde su muerte el pasado martes, el goteo de familiares que fueron llegando poco a poco hasta la capital griega ha sido constante.

Los reyes de España, Felipe VI y doña Letizia, así como representantes de 20 casas reales europeas, han acudido también a dar el último adiós al hermano pequeño de la reina Sofía, su gran confidente.

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N.Tiburcio

La capilla ardiente

El centro antiguo de Atenas se había despertado en la mañana de este lunes con calles cortadas y grandes medidas de seguridad. A las 5:00 de la mañana (4:00 hora española), los restos de Constantino II abandonaban el primer cementerio de Atenas con destino a la capilla de Agios Eleftherios. En esta hermosa y pequeña iglesia del siglo XII situada en el casco histórico de la capital griega junto a la catedral, cientos de griegos simpatizantes de la familia real se acercaron e hicieron largas colas para despedirse y mostrar sus respetos al que fue su último rey entre las 6:00 y las 11:30 de la mañana.

Poco después, los restos mortales de Constantino II fueron trasladados en compañía de sus tres hijos, Pablo, Nicolás y Philippos, hasta la cercana catedral de la Anunciación de Santa María de Atenas, el mismo lugar donde hace 58 años se unió en matrimonio con la princesa Ana María de Dinamarca.

Un funeral privado con honores de rey

A pesar de que el Gobierno griego decidió que el funeral no fuese de Estado, la ceremonia tuvo la solemnidad que requiere la despedida de un rey. Celebrado por el rito ortodoxo, el funeral del último monarca heleno fue oficiado por el arzobispo Ieronimos, cabeza de la Iglesia ortodoxa griega, acompañado del Santo Sínodo.

El féretro que contenía los restos mortales de Constantino II estaba envuelto por la bandera griega. A la derecha, en primera fila, se situaron la viuda, los hijos y las hermanas del exmonarca, la reina doña Sofía y la princesa Irene, con quienes le unían verdaderos lazos de afecto. Tras ellos se sentó el resto de la familia. A la izquierda se situaron los miembros de la realeza. En el sepelio estuvieron presentes 180 invitados de 20 casas reales, entre los que se encontraban cinco monarcas y dos herederos del trono. La Casa Real británica estuvo representada por la princesa Ana, que llegó a la capital griega a primera hora de la mañana.

La familia real española

Poco antes de las 12.00 de la mañana (hora griega), la familia real española llegaba a la catedral de Atenas. En primer lugar, los Reyes eméritos acompañados de sus dos hijas, las infantas Elena y Cristina, y sus nietos. Por cuestiones de protocolo llegaron después Felipe VI y doña Letizia, junto con otros jefes de Estado como la reina Margarita de Dinamarca, Carlos Gustavo y Silvia de Suecia y Guillermo y Máxima de Holanda.

Uno de los momentos más emotivos en la catedral fue cuando la Reina emérita, después de su llegada al templo, se acercó visiblemente conmovida al altar para besar el retrato de su querido hermano.

El Gobierno griego estuvo representado por el vicepresidente Panagiotis Picrammenos y la ministra de Cultura, Lina Mendoni, entre otras personalidades. A pesar de que la familia solicitó que en lugar de flores se enviasen donaciones a las organizaciones benéficas Elpida, Axion Hellas y Aurora, una multitud de coronas adornaron la catedral, incluyendo las de su viuda Ana María de Grecia, los Reyes de España y don Juan Carlos y doña Sofía.

Tras la ceremonia y cuando el cuerpo del antiguo rey abandonó el templo, los griegos congregados entonaron el himno nacional. El féretro fue entonces trasladado por un largo cortejo fúnebre hasta el cementerio real de Tatoi bajo draconianas medidas de seguridad. Allí reposará Constantino II, tal y como él deseaba, junto a sus padres, Pablo y Federica de Grecia, y cerca de las tumbas de sus antepasados. Sus hijos y nietos portaron el ataúd hasta la capilla de la Resurrección de la antigua finca real. Ya en el interior de la iglesia, la familia cubrió el féretro con el escudo de armas griego y sus condecoraciones.

Una vez concluido el entierro, los asistentes se dirigieron hacia el hotel Grande Bretagne, donde la familia del antiguo rey celebró una cena en su memoria.

Noche de reencuentros

La despedida del hermano pequeño de doña Sofía ha conseguido reunir en Atenas a casi toda la familia real española al completo. Sus miembros no se reunían en público desde el último adiós a la infanta doña Pilar. En unos momentos de infinita tristeza, la Reina emérita se vio arropada por su familia durante la cena ofrecida por la Casa Real griega en la víspera del entierro de su hermano y confidente, al que siempre ha estado muy unida.

Justo cuando más lo necesitaba, Sofía pudo contar con la presencia de sus tres hijos, sus nietos (excepto la princesa Leonor, que permaneció en Gales, y su hermana, la infanta Sofía, en Madrid) y el rey emérito don Juan Carlos, que viajó el domingo por la tarde desde Abu Dabi para acudir al funeral de su cuñado, con quien había mantenido una relación muy estrecha. En la noche de ese día, todos se reunieron en el hotel King George, situado en la céntrica plaza de Syntagma de Atenas, en una cena a la que asistieron todos los invitados que hasta ese momento se habían trasladado hasta la capital griega.

Otro de los encuentros más esperados de la velada del domingo fue el de la reina Letizia y su prima política, Marie-Chantal de Grecia, que aparecieron en público cogidas del brazo entre risas y confidencias tras la cena. La Reina de España y la mujer del jefe de la Casa Real griega protagonizaron una de las imágenes más esperadas de la noche tras varios años enfrentadas por las declaraciones de esta última ("Ninguna abuela merece este trato. Ella ha mostrado su verdadera cara") sobre aquel incidente que tuvo lugar en la catedral de Palma de Mallorca.

Un rey sin trono

Hijo de Pablo y Federica de Grecia, Constantino nació en 1940 en el palacio de Psyjikó en Atenas. Le tocó vivir sus primeros años en el exilio durante la II Guerra Mundial. De regreso en Grecia con sus padres y sus hermanas, el príncipe alternó su formación académica con el entrenamiento militar y una excelente educación deportiva que le valió, en 1960, la medalla de oro en vela en los JJOO de Roma.

En 1964, pocos meses antes de su boda con la princesa Ana María de Dinamarca, subió al trono tras la muerte de su padre por un cáncer de estómago cuando apenas tenía 23 años, en un momento de inestabilidad política en el país.

En 1967, el golpe de los coroneles imponía una dictadura en Grecia. El apoyo inicial de Constantino para poder ganar tiempo y restaurar la democracia, así como su contragolpe fallido pocos meses después, le acabarían costando la corona. Se vio obligado a exiliarse en 1967, primero a Italia y posteriormente al Reino Unido. La monarquía finalmente se abolió en Grecia en 1974 en un referéndum y se declaró la república.

El rey depuesto permaneció décadas bajo la protección de Isabel II y el duque de Edimburgo en el Reino Unido. Emparentado con las principales monarquías europeas, mantuvo un trato privilegiado en todas las cortes hasta su muerte. Cuñado de la reina Margarita de Dinamarca, al hermano pequeño de la reina Sofía le unieron lazos estrechos con la Casa Real española. Era bastante habitual verle de veraneo en Marivent, donde los primos forjaron excelentes relaciones.

En 1981, el Estado griego autorizó al depuesto monarca y su familia a volver al país para enterrar a la reina Federica en Tatoi, que había muerto en Madrid. Fue expropiado por el Gobierno socialista griego en 1994 y privado de su pasaporte y nacionalidad griegos (a partir de entonces contaron con el apellido Glücksburg). Finalmente, fue indemnizado en 2012 tras la decisión del Tribunal de la Corte Europea de Derechos Humanos, y el Gobierno heleno fue obligado a pagar alrededor de 13 millones de euros por sus propiedades.

En 2013, abandonó su residencia de Londres y regresó a Grecia, donde se instaló en una mansión en la localidad de Porto Jeli, en el sureste del Peloponeso, lo suficientemente alejado de la capital para despejar cualquier sospecha de algunas acusaciones de su intención de maniobrar para desestabilizar la democracia en Grecia.