Un año del 'Urdangaringate': los detalles de la historia de sus fotos con Armentia
Recurrimos al libro 'Urdangarin: relato de un naufragio' para desvelar todos los datos sobre la publicación de la exclusiva que supuso el fin de la relación entre la infanta Cristina y su marido
Aunque según los libros de historia el dato de 40 horas y 42 minutos es el tiempo más largo que se ha tardado en finalizar una partida de ajedrez, solo unos pocos comprenderán que los 939 días con sus 939 noches que Urdangarin vio privada su libertad, atrapado dentro de las puertas de una prisión, es la extensión más longeva jamás observada para conseguir no únicamente el perfecto jaque mate, en este caso al rey, sino también para hacer caer de un solo golpe las torres y peones del palacio, concretamente el de la Casa Real española.
Hoy, 19 de enero, se cumple un año desde que el hombre que lo tuvo todo y bajó a los infiernos, según unos a causa de su ambición, según él mismo como cabeza de turco de su familia política, logró romper definitivamente unos no tan metafóricos y gruesos grilletes con la intención de comenzar una nueva vida lejos del universo que destruyó todo lo que había conseguido hasta entonces. ¿El explosivo? Unas fotografías exclusivas probadoras de su infidelidad ofrecidas por la revista ‘Lecturas’.
Lo que para muchos era tan solo la demostración final de la desfachatez de un delincuente, con el paso del tiempo otros lo concibieron como la prueba de la necesidad de un ser que ansiaba la libertad; una libertad que, a ratos, no tiene nada que ver con la imposibilidad de traspasar los muros de una cárcel. El libro ‘Urdangarin: Relato de un naufragio’, escrito por el propio director de Vanitatis, Nacho Gay, más allá de desvelar datos inéditos y plantear reflexiones sobre la figura del exyerno del emérito, también relata al detalle la verdadera historia del apocalipsis de Iñaki o 'Urdangaringate', rebautizado por el autor, el cual se encuentra de aniversario.
Cómo se tomaron las imágenes
A pesar de que las teorías sobre la consecución de las instantáneas fueron infinitas, su realización fue completamente espontánea. Un aficionado a la fotografía deportiva de origen francés, que se encontraba disfrutando de un día de trabajo en la playa, que baña el pequeño pueblo francés de Soorts-Hossegor y donde es habitual la presencia de surfistas, se convirtió de manera fortuita en el responsable de inmortalizar este momento, gracias a su conocimiento sobre la sociedad española debido a su pasado trabajo como freelance para el grupo Vocento.
“Iñaki Urdangarin llegó con su coche —y allí lo aparcó en batería— el 11 de enero del año 2022. Al apearse del vehículo, de baja gama, quienes merodeaban por la zona pudieron observar que le escoltaba una mujer rubia que no era la infanta Cristina. Ni rastro de los dos agentes del Cuerpo Nacional de Policía que le solían acompañar a todas partes —pero casi nunca al extranjero— a costa de los presupuestos generales del Estado. El exduque de Palma y su amiga iban solos, solos cruzaron el paseo marítimo y solos arrancaron a andar por la playa”, comienza relatando el primer capítulo de la obra.
En un primer momento, ambos se mostraron felices y cómplices a pesar del natural frío de un día en plena época invernal. Ella, enfundada en un abrigo lago, a modo de chaquetón, de color beis, unos pantalones vaqueros y un jersey de cuello alto gris, y él, con una parka invernal negra, rematada por una informal bufanda rojo cherry. Sin embargo, nunca imaginaron que el semblante con el que regresarían a su hogar sería completamente distinto.
“Iñaki y aquella desconocida rubia, Ainhoa Armentia, recorrieron a lo largo de alrededor de una hora gran parte de la playa. Durante un buen rato deambularon sin rumbo fijo sobre la arena, jugueteando, pero otra parte de la localidad la transitaron pisando las baldosas del paseo marítimo.Se cruzaron con varias personas que utilizaban sus cámaras de fotos, como corresponde siempre en estos lares, pero apenas unos minutos después, Iñaki empezó a sospechar de un hombre de mediana edad que no les quitaba ojo desde la distancia, el mismo con el que se habían cruzado al iniciar su excursión, aquel que permanecía inmóvil junto a un banco de madera”, desvela el libro.
De esta manera, el hasta entonces marido de la infanta Cristina fue consciente de que ‘su gran secreto’ saldría a la luz de forma prácticamente inmediata. Por ello, ambos caminaron de vuelta al coche como si fueran casi dos desconocidos, sin exteriorizar ya ningún tipo de sentimiento. Su refugio era ahora su peor pesadilla.
Su precio y las condiciones
“El francés tomó un vuelo el día anterior con destino al aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas y se dio a sí mismo menos de cuarenta y ocho horas para conseguir colocar el material en algún medio español y salir pitando de nuevo a Francia”, se explica en ‘Urdangarin: Relato de un naufragio’.
Una vez en España mantuvo una primera reunión con el periódico 'ABC'. A los allí presentes les hizo firmar un contrato de confidencialidad en el que se especificaba que nunca podrían revelar su identidad, ni el contenido visto si no era comprado, como mínimo, hasta que fuese publicado. Además, les advirtió que no podían hacer fotos con sus móviles, ni quedarse con ninguna copia. Se trataba de doce imágenes originales.
“Por otro lado, varios medios aseguraron que en el contrato de venta de esas fotografías figuraba una cláusula con la obligatoriedad de publicación y que debía ser en portada, intentando deslizar que una mano negra se ocultaba detrás. Nada de eso fue cierto. Al paparazzo que esas fotografías salieran o no a la luz le importaba lo mismo que el precio del kilovatio en Singapur. Él quería el dinero. Unos cuarenta mil euros —siempre según su propia versión de los hechos, porque la otra parte interesada en esta transacción, como es obvio, se niega a hablar de cifras—, eso es lo que costó el Urdangaringate en el País Vasco francés”, asegura el autor de la obra.
Sin embargo, no es el único mito que se rompe a través de la lectura sobre las condiciones de esta exclusiva. También se llegó a escribir que el francés contactó con 'ABC', periódico abiertamente monárquico, para que estos retiraran las fotos del mercado pagando el 'impuesto contrarrevolucionario'. La realidad es que el francés buscó gente de su confianza para salvaguardar su trabajo y, sobre todo su identidad, la cual sigue sin conocerse.
Es más, “se fue a Francia en el vuelo del jueves 13 de enero a las 18.30. De hecho, durante su viaje a Madrid utilizó un número de teléfono español, quizás una tarjeta prepago, porque apenas unos días después de la publicación del reportaje, aquel número dejó misteriosamente, o no tanto, de funcionar para siempre”.
El Photoshop tras el reportaje
El proceso de investigación del director de este medio también ha permitido conocer a las masas que la revista que al final se hizo con el material gráfico realizó un gran trabajo de edición digital para ofrecer a las imágenes un halo de intimidad que jamás existió. Ainhoa Armentia y Iñaki Urdangarin no estuvieron solos en la playa en ni un solo momento.
“A tan solo unos metros del lugar donde se encontraban Iñaki y su acompañante, una niña de apenas cinco o seis años y su orgulloso padre jugaban con una cometa de color blanco Oxford. Cerca de estos, una señora vestida hasta los pies con un abrigo largo y plisado, de unos sesenta años aproximadamente, pero muy bien cuidada, le sujetaba la mochila a un chaval, seguramente su nieto, mientras este corría al encuentro con el mar. A su lado, un hombre canoso y con barba de tres o cuatro días, probablemente el marido de la doña y, a la sazón, el abuelo del pequeño, saludaba al mismo chico desde el paseo marítimo”, desarrolla el primer capítulo de la obra.
La reacción de Cristina
Dichas instantáneas llegaron a Zarzuela en primicia tan solo un día antes de su publicación. ¿La respuesta? “Ni idea” o “será una prima”. Además, acabaron en el poder de la infanta Elena y Carlos García Revenga, asesor de las Infantas, su mano derecha desde que eran niñas; ninguno de ellos intentó frenar la portada.
Por otro lado, “la infanta Cristina dedicó la tarde de aquel triste 17 de enero a hacer varias llamadas, no muchas, las imprescindibles, para hablar del tema. Su madre, su padre, su hermana Elena... Y, por supuesto, Iñaki, que le acabaría confirmando todo. En los días posteriores, no contestó muchos de los mensajes, o lo hizo escuetamente, porque varias personas, amigos o familiares que le escribieron durante aquel trance tardaron tiempo en recibir una respuesta. La infanta se estaba recomponiendo”.
365 días después de aquel suceso, Urdangarin y Armentia continúan su historia de amor más libres y unidos que nunca por las calles de Vitoria aunque, ya sí, con el conocimiento y la prudencia acorde a su interés público.
Aunque según los libros de historia el dato de 40 horas y 42 minutos es el tiempo más largo que se ha tardado en finalizar una partida de ajedrez, solo unos pocos comprenderán que los 939 días con sus 939 noches que Urdangarin vio privada su libertad, atrapado dentro de las puertas de una prisión, es la extensión más longeva jamás observada para conseguir no únicamente el perfecto jaque mate, en este caso al rey, sino también para hacer caer de un solo golpe las torres y peones del palacio, concretamente el de la Casa Real española.