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La turbulenta y apasionada vida de Enrique de Borbón, el príncipe revolucionario de Europa
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HISTORIA

La turbulenta y apasionada vida de Enrique de Borbón, el príncipe revolucionario de Europa

En el bicentenario del nacimiento de Enrique de Borbón, hacemos un repaso por la vida de este infante entre cuya descendencia se encuentran Olivia de Borbón o Blanca Suelves

Foto: El infante Enrique de Borbón.
El infante Enrique de Borbón.

El 17 de abril se cumplen dos siglos del nacimiento en los Reales Alcázares de Sevilla de don Enrique de Borbón y Borbón, infante de España y duque de Sevilla, a quien también cabe reconocer el título añadido de primer príncipe revolucionario de Europa, por ser el peculiar protagonista de una vida turbulenta y apasionada muy propia de un folletín decimonónico.

Un príncipe nacido en 1823, en las mismas fechas en las que su tío el rey Fernando VII restauraba el absolutismo más reaccionario tras dar la puntilla a los liberales defensores de la Constitución de Cádiz de 1812, y educado en el seno de una familia en la que menudearon las intrigas por mor de las ambiciones de su poderosa y temperamental madre, la infanta Luisa Carlota. Una princesa napolitana que siempre ambicionó para sus hijos varones las más altas posiciones, consiguiendo hacer del mayor, el infante Francisco de Asís, rey consorte de España, pero fracasando con Enrique, que durante décadas daría muchos quebraderos de cabeza al resto de Borbones de España.

placeholder Enrique de Borbón y Borbón.
Enrique de Borbón y Borbón.

Hijo del infante don Francisco de Paula ('el infante del 2 de mayo') y nieto de Carlos IV, Enrique pasó su primera infancia en Madrid siendo testigo temprano de los enfrentamientos y rupturas que en aquellos años menudearon en el seno de la familia real española, fracturada por la primera guerra carlista. Posteriormente, y con tan solo quince años, encaró su primer exilio cuando sus padres fueron desterrados a Francia por sus graves desavenencias con la reina regente María Cristina, contra la que intrigaron sin fin. En París se formó en el prestigioso Liceo Henri IV, en el que compartió aulas con su primo el príncipe Antonio de Orleans, duque de Montpensier e hijo del rey de Francia, con quien siempre mantendría una gran rivalidad que terminaría en tragedia.

Posteriormente emprendió un largo viaje por Francia, Bélgica, Inglaterra, Austria y Alemania, regresando finalmente a España para ingresar en la marina. Destinado a El Ferrol, pronto le encomendaron la comandancia del bergantín Manzanares cuando su nombre y el de su hermano mayor, Francisco de Asís, ya sonaban como candidatos a la mano de la reina niña Isabel II. Un asunto en el que él gozó del apoyo y de la preferencia del gobierno británico por su disposición liberal, pero en el que acabó descartado por su carácter siempre levantisco y revolucionario.

En Galicia entró en contacto con el círculo progresista de Juana de la Vega, condesa de Espoz y Mina, y allí protagonizó en 1846 un levantamiento contra el gobierno moderado en el que muchos han visto la semilla del futuro galleguismo. Como castigo fue expulsado de España, no pudo asistir al matrimonio de su hermano con la reina y, exiliado en Francia, allí cultivó contactos con masones, republicanos, activistas y revolucionarios de toda suerte generando grandes temores en el gobierno de Madrid.

Se habló entonces de enviarlo a México como rey de una nueva monarquía en tierras americanas pero, fallido aquel intento, a su regreso a España contrajo matrimonio con la valenciana Elena de Castellví y Shelly, hija del conde de Castellá y aya de sus hermanas menores. Un matrimonio contrario a las leyes dinásticas que no contó ni con el permiso de la reina ni con el del gobierno, pero que él consiguió llevar a efecto en secreto en Roma en mayo de 1847. Un mal paso que le costó un nuevo exilio y el verse privado de su rango de infante y del tratamiento de alteza real, teniendo que establecerse en Toulouse.

Un proceder que supuso para él el comienzo de un largo rosario de continuados destierros y regresos a España en función de sus reiteradas soflamas revolucionarias y de sus posteriores solicitudes de perdón. Cuando en 1848 la revolución derribó el trono de los Borbones en Francia, publicó sin ambages un manifiesto afirmando: "Todas las naciones saludan con amor y entusiasmo a la República como a la aurora de su esperanza. ¡Gloria al pueblo que rompe sus cadenas!".

Un año después pudo volver a España, donde, siempre vigilado por el gobierno, vivió itinerante entre Madrid, Valencia, Valladolid y hasta Cádiz y Gran Canaria a causa de sus varios destierros, que fueron las antesalas de nuevos perdones y rehabilitaciones que solo le daban aire para volver por sus fueros. Francia fue en aquellos años su segunda patria, allí nacieron varios de sus hijos, y su relación con su hermano el rey consorte y con su cuñada Isabel II fue siempre tensa y cambiante, pues en 1854 no dudó en apoyar apasionadamente la revolución liberal que amenazaba el trono.

placeholder El duque de Sevilla.
El duque de Sevilla.

En 1863, estando de nuevo en España, perdió a su esposa, que, al no poder ser enterrada en El Escorial, descansa en la madrileña iglesia de las Descalzas Reales, y un año más tarde no dudó en suscribir los revolucionarios contenidos ideológicos de la Primera Internacional Socialista. Una decisión que, por otra parte, no le impidió manifestar su deseo de volver a casarse, ahora con una princesa de rango igual, poniendo sus ojos en Ana Murat, una prima del emperador Napoleón III de Francia. Hombre lleno de contradicciones, pues tan pronto reclamaba sus derechos de príncipe español como se sumaba a todo movimiento contrario al régimen moderado que gobernaba España, en 1868 no faltó a sumarse a la revolución que en el mes de septiembre destronó definitivamente a su prima y cuñada la reina Isabel.

Tiempos de gran agitación política en los que volvió de nuevo a España, ahora para jugar un papel político y defender el honor de la reina destronada, que él consideraba mancillado por su primo y viejo compañero de aulas el duque de Montpensier, a quien se enfrentó de manera frontal. El francés aspiraba a hacerse con el trono vacante apoyándose para ello en los derechos de su esposa, la infanta Luisa Fernanda, hermana de la reina expulsada, y había vertido críticas contra él en la prensa.

Acto seguido, Enrique no dudó en publicar contra él un manifiesto, en el que llegaba al insulto, que provocó un duelo a pistola entre los primos. Un lance de honor muy del gusto de la época que se resolvió el 12 de marzo de 1870 en la madrileña Dehesa de los Carabancheles, donde en duelo a pistola el Orleans francés acabó con la vida del Borbón español en una escena propia de una novela. Una muerte que causó indignación en toda Europa y a la que siguió el entierro del infante, orquestado por el rito masónico, en el cementerio de San Isidro.

Una vida, la de don Enrique, que cabe ser recordada, pues en su figura se conjugan muchos de los elementos románticos y folletinescos del siglo XIX, por ser este un infante en el que convivieron el orgullo de estirpe de una realeza decadente y en tránsito hacia un mundo burgués con el vehemente y tenaz revolucionario contrario al poder pero siempre en su cercanía.

Entre su amplia descendencia, que continúa llevando a gala el apellido Borbón de este singular antepasado, se encuentran nombres de la escena social como Olivia de Borbón, Blanca Suelves o Alfonso de Borbón y Yordi, pareja de la modelo Eugenia Silva, y miembros de la nobleza titulada como los duques de Sevilla y de Santa Elena o los marqueses de Esquilache y de Balboa, pero también muchas personas anónimas esparcidas por toda la geografía española y hasta un miembro de la guardia real de Felipe VI.

El 17 de abril se cumplen dos siglos del nacimiento en los Reales Alcázares de Sevilla de don Enrique de Borbón y Borbón, infante de España y duque de Sevilla, a quien también cabe reconocer el título añadido de primer príncipe revolucionario de Europa, por ser el peculiar protagonista de una vida turbulenta y apasionada muy propia de un folletín decimonónico.

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