"Hoy hemos enterrado definitivamente a Lady Di": el pueblo británico se vuelca con Carlos III... y también con Camila
El ambiente festivo de Londres dejó claro que Carlos y Camila son ya el presente y el futuro y es hora de dejar atrás el fantasma de Lady Di
El fin de una era y el comienzo de otra. Así podríamos definir, brevemente, la coronación de Carlos III. No solo por lo histórico del acontecimiento, también por cómo lo vivió el pueblo británico. Fue una ceremonia sencilla, alejada del boato de la que tuvo su madre, Isabel II. Todo estuvo medido al milímetro para dar una imagen de sobriedad, dentro del simbolismo que tiene una coronación. Sin embargo, el monarca corría peligro que el fantasma de su difunta esposa, Lady Di, estuviera presente en esta jornada tan importante.
Pero, afortunadamente para él, no fue así. Al contrario. Vanitatis pudo conversar con varios británicos que se encontraban cerca de Buckingham Palace y Hyde Park para conocer su opinión y su dictamen fue (casi) unánime. La coronación ha servido para sellar de forma pública la historia de amor de Carlos y Camila. "Hoy hemos enterrado definitivamente a Diana. Viendo la ceremonia queda claro que el rey y la reina están enamorados, por lo que ya no tiene sentido seguir con Lady Di en la mente. La queríamos mucho, pero ya no está, y ahora el presente y el futuro son Carlos y Camila", contaba Pamela, de 77 años, quien recuerda haber visto de pequeña la coronación de Isabel II en televisión.
Su nieta, allí presente, corroboraba sus palabras: "No llegué a conocer la época de Lady Di, pero lo que está claro es que Camila ha demostrado ser una buena elección para la Corona. Cuando vi cómo el rey la miraba una vez le ponía la corona fue muy emocionante". Otro británico, este procedente de Gales, narraba lo mismo: "En Reino Unido se sigue recordando mucho a Diana, y es bueno, ya que hizo cosas muy favorables. Fue un icono. Pero estamos en la siguiente página y hay que darle una oportunidad a Camila".
Lo cierto es que durante toda la coronación, los gestos de complicidad entre Carlos y Camila se sucedieron. Ambos se mostraron muy serios en la ceremonia, como es de esperar en un acto tan solemne. Pero ya una vez finalizada, y montados en la carroza rumbo a Buckingham Palace, estaban más distendidos. "Lo mejor ha sido verlos en el balcón de Buckingham, estaban todos muy felices, saludando y sonriendo. Aunque estaba lejos, he podido sentir todo el calor de los británicos y los ciudadanos de la Commonwealth", contaba a Vanitatis Karen, quien viajó desde Canadá para estar presente en los actos.
Como siempre, había algunos esquiroles que seguían recordando a Lady Di. "Diana forever", se escuchaba a un hombre gritando en Hyde Park, ataviado con una bandera británica y con una foto de la difunta en la mano. Algunas personas, pocas, se le acercaban y lo aplaudían, mientras el resto lo miraba con extrañeza, puesto que no era el momento de recordar a la madre de los príncipes Guillermo y Harry.
Y hablando del duque de Sussex, tuvo un perfil bajísimo en la ceremonia. Llegó con sus primas, las princesas de York y sus respectivos maridos, y ocupó su asiento en la tercera fila, por detrás de otros miembros menos conocidos como los duques de Gloucester o el duque de Kent. Nadie diría, viendo las imágenes, que aquel pelirrojo cabizbajo era el hijo del protagonista de la jornada. Por su parte, Guillermo, vestido con el ropaje de la Orden de la Jarretera, sí tuvo un papel principal en la ceremonia, ayudando a su padre con los ropajes y jurándole lealtad.
También el duque de Edimburgo, el duque de Gloucester, el duque de Kent y el duque York vestían los ropajes de la Orden de la Jarretera. Este último, a pesar de estar apartado de los actos institucionales por su caso sobre presunto abuso sexual a una menor. Lo que no se le permitió a Andrés fue estar en el balcón de Buckingham, reservado solo para los working royals, de ahí que tampoco estuviera Harry, quien tras la ceremonia puso rumbo de nuevo a Estados Unidos en un día, además, doblemente especial, pues su primogénito, Archie, cumplía cinco años.
El dress code de la coronación no se desveló hasta que aparecieron en escena las damas principales de la familia real. Aunque en la coronación de Isabel II todas lucieron tiara y vestido blanco, en esta ocasión se decidió prescindir de estas joyas, aunque se mantuvo el vestido largo blanco. Sin embargo, se introdujo la novedad de que tanto Kate Middleton, Sophie de Edimburgo, la duquesa de Gloucester y la princesa Alexandra de Kent llevaran el mantón de la orden Victoriana, que les fue entregada por la difunta soberana.
La princesa de Gales eligió un diseño de Alexander McQueen, la misma firma que la vistió hace 12 años para su boda en el mismo lugar. Como el resto de invitadas llevaba tocado, aunque el suyo era un tanto especial, pues aunque no era una tiara, se asemejaba a una de estas joyas. Se trataba de un diseño de Jess Colett para McQueen con lingotes de plata, cristal y bordado de hojas tridimensionales con hilo de plata. Charlotte también vestía de blanco, a juego con su madre y con una diadema parecida, mientras que Louis iba de azul marino y George, como paje de su abuelo, de rojo.
Las demás invitadas variaron mucho en color, aunque el rosa fue uno de los más elegidos, como en el caso de doña Letizia. Eran las 9:46 horas (hora británica) cuando los Reyes de España abandonaban la residencia del embajador para poner rumbo a la abadía y se desvelaba su estilismo, un vestido rosa con bordados en la zona superior y peplum, creado para ella en exclusiva por el director creativo de Carolina Herrera, Wes Gordon. Lo que más llamaba la atención era su sombrero, una gran pamela de rafia de la firma española Balel.
Una vez terminada la ceremonia, los Reyes de España regresaban a la residencia del embajador y tras cambiarse de ropa, Felipe sustituyendo el uniforme de capitán general del ejército por un traje y Letizia su look rosa por un trench y una coleta, ponían rumbo a la base militar de Northolt, desde donde volaron a nuestro país en un avión de las Fuerzas Armadas para que el monarca pudiera estar a tiempo en Sevilla y presidir junto a la infanta Sofía la final de la Copa del Rey.
No solo ellos abandonaban Londres este sábado a mediodía, también los reyes de Jordania, los de Holanda, los de Bélgica y los herederos daneses. La esperada coronación ya llegó a su fin y ahora empieza una nueva etapa para Carlos y Camila, quienes tienen que mantener la chispa que despertaron en los británicos durante la ceremonia.
El fin de una era y el comienzo de otra. Así podríamos definir, brevemente, la coronación de Carlos III. No solo por lo histórico del acontecimiento, también por cómo lo vivió el pueblo británico. Fue una ceremonia sencilla, alejada del boato de la que tuvo su madre, Isabel II. Todo estuvo medido al milímetro para dar una imagen de sobriedad, dentro del simbolismo que tiene una coronación. Sin embargo, el monarca corría peligro que el fantasma de su difunta esposa, Lady Di, estuviera presente en esta jornada tan importante.