Cuando la infanta Cristina pidió al rey Juan Carlos I que "aclarara y resolviera" su herencia
Tras su operación de pulmón, el exmonarca vio cómo su hija menor lo apremiaba para que pusiera su patrimonio en orden, "inquieta por su mala relación con doña Letizia"
Un año antes de que estallara el caso Nóos y de que Iñaki Urdangarin fuera imputado, el rey Juan Carlos I se sometió a una dura operación en el hospital Clínic de Barcelona. Le habían detectado un nódulo en el pulmón que, aunque luego se confirmó que era benigno, alarmó a toda la familia. Fue intervenido en el citado hospital y después pasó un tiempo descansando en la clínica Planas, justo delante de la casa de su hija la infanta Cristina y de Urdangarin.
Eran tiempos complicados en los que la infanta Cristina vivía en Washington DC, apartada de la Casa Real por las insistentes sospechas de que su marido trabajaba o había trabajado en algún negocio que le podría traer problemas. En esta difícil situación, la hija menor de los Reyes eméritos se puso manos a la obra para tratar de controlar el dinero que recibiría de su padre.
En aquella época ya se llevaba mal con la entonces princesa Letizia, una relación que se había visto muy deteriorada por los desmanes que empezaban a aflorar sobre la vida financiera de Iñaki Urdangarin. Así, poco tiempo después de que el Rey pasara por quirófano y el posoperatorio en la clínica privada de Barcelona, la familia se planteó la necesidad de tener la economía doméstica en orden.
En marzo de 2011, la infanta Cristina “le pidió directamente a su padre que aclarara y resolviera todo lo referido a su herencia”. Lo afirman José María Olmo y David Martínez en el libro ‘King Corp’ (Lobros del KO, 2023), escrito tras una investigación realizada durante tres años en la que se detallan todos los pormenores de la fortuna de don Juan Carlos. Una fortuna de la que la infanta Cristina quería tener su parte. Concreta y clara.
Corinna, otro problema
Por aquel entonces, Felipe ya se había casado con Letizia, la infanta Elena ya estaba divorciada de Jaime de Marichalar y la infanta Cristina vivía en EEUU con Urdangarin. Una época en la que, además, seguía presente en la vida del rey Juan Carlos Corinna Larsen. Fue precisamente ella quien le acompañó durante todo el posoperatorio. Lo contó hace unos años la prestigiosa periodista Ana Romero en su libro ‘Final de partida’ (La Esfera, 2029). Según Romero, la infanta Cristina y su familia “miraban también con sospecha la existencia de esa pareja estable instalada con su hijo en el monte del Pardo”.
Se trata , según el libro, de una “clara alusión a la llegada de Corinna y su hijo Alexander a la Angorrilla, el pabellón de caza del recinto del palacio de la Zarzuela, que el Rey había convertido en la vivienda de su amante”. La propia Corinna lo ha contado varias veces: ese mismo año, el 2011, el Rey le dijo que “estaba pensando en ordenar su testamento”. Don Juan Carlos, en palabras de la empresaria alemana, “estaba preocupado porque su familia cuestionaría cualquier cosa que me dejase en el testamento y comenzó a hacerme regalos, obras de arte, esculturas, joyas y una contribución financiera para mi apartamento en Londres”.
"Especie de testamento"
El rey había creado una estructura financiera, según este mismo libro, con base en la Fundación Lucum, que sería el hundimiento de don Juan Carlos. Los estatutos de la entidad, según ‘King Corp’, están “escritos como una especie de testamento". "Queda claro que tras el fallecimiento de Juan Carlos I, Felipe VI quedaba obligado a satisfacer [con los activos de la entidad] cualquier petición razonable que pueda ser formulada por los miembros de la familia real antes mencionados [sus hermanas las infantas Elena y Cristina, su madre y sus sobrinos]. El nivel de detalle del documento llegó al punto de especificar que, en el caso de que también falleciera Felipe VI, el heredero del trono español quedaba designado inmediatamente como tercer beneficiario. En el momento en que se redactó el acta, ya habían nacido la princesa Leonor y la infanta Sofía”.
En 2014, las dos hermanas del rey Felipe VI dejaron de formar parte de la familia real para pasar a ser 'familia del Rey'. Es algo que remarcan siempre desde Casa Real cuando llamamos para referirnos a alguna información relativa a las infantas Elena y Cristina. El decreto regulador del Registro Civil de la Familia Real, fechado en noviembre de 1981, solo cuenta en la familia real al Rey, su consorte, sus ascendientes y descendientes. Con la nueva decisión de don Felipe, la situación económica de sus hermanas quedaba a merced de su padre.
La gran renuncia
En marzo de 2020, con las finanzas de don Juan Carlos expuestas en los medios, la Casa Real emitió un contundente comunicado en el que anunciaba que Felipe VI había transmitido a su padre, el rey Juan Carlos, que renunciaba a la herencia que "personalmente le pudiera corresponder", así como "a cualquier activo, inversión o estructura financiera cuyo origen o finalidad puedan no estar en consonancia con la legalidad o con los criterios de rectitud e integridad que rigen su actividad institucional y privada y que deben informar la actividad de la Corona".
Además, el jefe del Estado tomó la decisión de que el Rey emérito dejase de percibir la asignación que tiene fijada en los Presupuestos de la Casa del Rey y que ascendía a los 194.232 euros. Pocos meses más tarde, en agosto de ese año, don Juan Carlos se marchaba de España para fijar su residencia en Abu Dabi.
El divorcio de doña Cristina
El divorcio de doña Cristina ha devuelto a la actualidad las finanzas de las hijas de los reyes eméritos, puesto que ha sido siempre Juan Carlos I quien se ha encargado de los gastos referentes a sus nietos y sus dos hijas. Si el padre del rey Felipe ingresaba cada año 194.000 euros brutos del Estado tras abdicar, y ese era su único patrimonio, pagar el colegio de sus nietos, algo de lo que siempre se ha encargado, era casi lo único que podía permitirse. El dinero de la asignación del Estado no daba para mucho más.
Porque los Urdangarin, que son cuatro, estudiaban en el Ecolint, un colegio privado de Ginebra que no es el más caro pero tampoco es económico. Si hacemos un cómputo global, son unos 80.000 euros al año solo de colegio de los Urdangarin, a lo que habría que sumar el internado en el extranjero de Felipe Froilán y el colegio de Victoria Federica de Marichalar. Según las fuentes de Olmo y Fernández, don Juan Carlos tenía tarjetas de origen opaco que servían para pagar todos los gastos de su familia, desde las mencionadas escuelas hasta los caballos (Dibelungo y Magali, de Vic) o incluso los traslados en Uber.
Cuando don Felipe anunció que renunciaba a la herencia de su padre, ponía en el disparadero a sus hermanas, que nunca renunciaron a sus derechos. Juan Carlos I participó en la confección de los estatutos de la Fundación Lucum y “su firma aparece en todas las páginas”, según el citado libro. Además, tal como se refleja claramente en ‘King Corp’, “cualquier beneficiario que se opusiera al reglamento interno, reclamara más dinero del que le correspondía o intentara que otro beneficiario no recibiera su asignación, sería automáticamente expulsado de la sociedad y perdería la opción de disfrutar en el futuro de sus bienes”.
Cuando se registraron los estatutos, recuerdan los periodistas, las relaciones entre los diferentes miembros de la familia "llevaban años deteriorándose". Lo que pretendía el monarca con estas formalidades era "asegurarse de que nadie se saltara las normas cuando no estuviera para poner orden".
Un año antes de que estallara el caso Nóos y de que Iñaki Urdangarin fuera imputado, el rey Juan Carlos I se sometió a una dura operación en el hospital Clínic de Barcelona. Le habían detectado un nódulo en el pulmón que, aunque luego se confirmó que era benigno, alarmó a toda la familia. Fue intervenido en el citado hospital y después pasó un tiempo descansando en la clínica Planas, justo delante de la casa de su hija la infanta Cristina y de Urdangarin.