El problema de salud del perro de Leonor y la infanta Sofía por el que ha tenido que ir a quirófano
El perro con el que posó la infanta Sofía en su despedida antes de marcharse al internado de Gales ha pasado un momento delicado
Si hubo un detalle que llamó la atención en la despedida de la infanta Sofía, antes de marcharse a estudiar a Gales, fue su perro Jan. Las imágenes en las que la joven se despedía de los reyes Felipe y Letizia, apoyada en el maletero del coche y haciendo caricias al labrador negro, no pasaron desapercibidas. Sobre todo porque no es habitual ver a la familia real en esa actitud tan cotidiana y relajada, y porque no se sabía de la existencia de esta mascota. Sí se tenía constancia de que tenían otro perro de la misma raza, un labrador de color marrón que fue el regalo de comunión de la princesa Leonor.
Desde entonces, poco más se ha sabido acerca del ya famoso perrito. Ahora, Vanitatis puede afirmar que, igual que el resto de los animales que viven en palacio, está muy bien cuidado y recibe todas las atenciones y el cariño necesarios. Y en los últimos meses, Jan ha necesitado más atención de la habitual porque ha pasado un pequeño bache de salud que ha preocupado a los Borbón Ortiz. El perrito ha tenido que ser operado de un oído. Una intervención que salió perfecta, y el cachorro -porque pese a su tamaño se trata de un perro joven- ya está en perfecto estado.
Para esta operación, los Reyes han confiado en el Grupo Peñagrande, concretamente en su director, el prestigioso veterinario Alfredo Fernández, que cuenta, además de con su título base, con un máster en Pericia Sanitaria por la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, y se le reconoce entre otras cosas por su máxima implicación en acciones contra el maltrato animal.
Esta no es la primera vez que la familia del Rey confía en él y en su equipo; de hecho, es quien se encarga de los caballos de la escolta real. Se trata de un grupo con una experiencia que supera los treinta años en el sector y que cuenta con seis clínicas repartidas por todo Madrid; una de ellas, que fue a la que acudieron con Jan, muy cerca de El Pardo.
Es evidente que el amor por los animales es algo que la Infanta y la Princesa han heredado de su padre, pues se dice que a doña Letizia nunca le han llamado tanto la atención como a don Felipe y a las infantas Elena y Cristina.
A ellos les viene de familia, porque la reina Sofía siente pasión no solo por los perros, sino por todo tipo de mascotas o animales salvajes. Algunas de sus fotos más tiernas son precisamente con Chulín, el mítico oso panda del Zoo de Madrid, con un león marino o con cualquiera de sus perros, algunos de los cuales han posado en fotos tan icónicas como la que tiene con Lady Di en un viaje que hicieron a España, en la que ella sostiene en brazos a un pequeño perrito blanco.
También don Juan Carlos ha demostrado siempre ser un gran amante de los perros; de hecho, durante 25 años mantuvo en el palacio de la Zarzuela un criadero de golden retrevier, cuyas camadas en ocasiones vendía y en muchas otras regalaba a amigos cercanos. Su fiel amigo José Luis de Vilallonga decía en su momento que se trataba de un regalo envenenado: “Si no lo aceptas porque no quieres perro, es un feo, y si te lo quedas, un engorro”. Pero no fueron pocos los que el monarca regaló; uno de ellos lo recibió Inocencio Arias cuando fue embajador de Estados Unidos en España.
De esta forma, Leonor y Sofía replican de alguna manera esas vivencias de su padre y sus tías cuando en su niñez vivían rodeados de las mascotas de los eméritos. Algo de lo que, sin duda, sus abuelos paternos estarán muy orgullosos y que nos ha regalado uno de los momentos más relajados e íntimos de la familia, que últimamente parece haber tomado la decisión de introducir la naturalidad en los instantes que comparten ante los medios.
Si hubo un detalle que llamó la atención en la despedida de la infanta Sofía, antes de marcharse a estudiar a Gales, fue su perro Jan. Las imágenes en las que la joven se despedía de los reyes Felipe y Letizia, apoyada en el maletero del coche y haciendo caricias al labrador negro, no pasaron desapercibidas. Sobre todo porque no es habitual ver a la familia real en esa actitud tan cotidiana y relajada, y porque no se sabía de la existencia de esta mascota. Sí se tenía constancia de que tenían otro perro de la misma raza, un labrador de color marrón que fue el regalo de comunión de la princesa Leonor.