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Realeza y estética, ¿dos conceptos reñidos?: los expertos opinan
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RETOQUES ROYALS

Realeza y estética, ¿dos conceptos reñidos?: los expertos opinan

María Zurita ha sido la última en pasar por quirófano. Otras mujeres con mucha más presencia institucional, como Letizia, Charlène de Mónaco o Rania de Jordania, ya lo hicieron antes

Foto: María Zurita, con nuevo rostro, en el funeral de Fernando Gómez-Acebo. (Cordon Press)
María Zurita, con nuevo rostro, en el funeral de Fernando Gómez-Acebo. (Cordon Press)

Si hay una operación de estética que puede cambiar de manera radical el rostro de una persona, esa es la de nariz. La última prueba la hemos tenido en María Zurita, la hija de Margarita de Borbón y, por lo tanto, prima de Felipe VI.

Foto: Charlize Theron, durante un estreno. (Reuters/Remo Casilli)

El pasado lunes, acudía al funeral de Fernando Gómez-Acebo junto al resto de la familia real española, incluidos los reyes eméritos. Lo hacía luciendo nueva imagen. La sobrina de don Juan Carlos se había realizado un evidente retoque de nariz que, como pudimos saber en Vanitatis por fuentes cercanas, había estado motivado por problemas respiratorios que arrastraba desde hacía mucho tiempo.

placeholder María Zurita, con nuevo perfil, en el funeral. (Gtres/Jesús Briones)
María Zurita, con nuevo perfil, en el funeral. (Gtres/Jesús Briones)

No es el primer caso que conocemos de un miembro de la realeza que decide someterse a este proceso estético. Otros más relevantes en el organigrama de distintas casas reales, ya lo hicieron con anterioridad. Sin ir más lejos, un buen ejemplo lo tenemos en la reina Letizia. El cambio radical, no solo de la forma de su nariz, sino de gran parte de sus facciones, llegó después de contraer matrimonio con el entonces príncipe Felipe. Hoy es considerada una de las royals más bellas del mundo y la prensa internacional suele alabar su estilo y elegancia , pero el sector más crítico apunta a su obsesión desmesurada por la imagen, una actitud que consideran algo frívola, y a una belleza falsa y poco natural.

Letizia no es la única. Otra importante mujer dentro del mundo de la realeza, como es Rania de Jordania, también ha transformado su rostro de manera muy llamativa y evidente. Su caso suele ser comparado con el de la esposa de Felipe VI. La nariz, los pómulos, los labios o las cejas de Rania han cambiado de forma a golpe de bisturí.

Si nos centramos en retoques nasales, otros nombres que podemos resaltar son los de la princesa Charlène de Mónaco o Meghan Markle. Al observar fotografías antiguas de ambas, su cambio en esta parte concreta del rostro es evidente.

placeholder La reina Letizia, el día de su boda. (Getty)
La reina Letizia, el día de su boda. (Getty)

Son muchas las voces que defienden la libertad de todas estas mujeres por transformar de la manera que quieran su físico y que incluso alaban los resultados obtenidos al hacerlo. Sin embargo, las operaciones estéticas en personas tan destacadas a nivel público y en instituciones tan representativas de un país, también son fuertemente criticadas.

¿Da mala imagen que una personalidad importante de la realeza cambie mucho su aspecto físico con operaciones estéticas? ¿Es contraproducente que falseen tanto su físico? ¿Está reñido su deber institucional con las operaciones estéticas? Para aclarar todas estas cuestiones hemos consultado a varios expertos en comunicación política.

Diana Rubio es doctora en Ciencias de la Comunicación, experta en comunicación y protocolo. En 2017 ganó el Napolitan Victory Award, considerado el Oscar de la consultoría y la comunicación, en la categoría de 'mujer más influyente del año'. Ninguna española lo había conseguido antes.

En su opinión, "las operaciones estéticas siguen estando asociadas, para la opinión pública, con el alto standing y con un desembolso económico elevado. Que un miembro de la realeza muestre evidentes operaciones estéticas, en el momento de hacerlas visibles, causará cierto debate sobre a qué dedica el dinero público. Esta cuestión, con el paso del tiempo, suele estabilizarse y no crear más alarma, a no ser que hablemos de una persona que recurra de forma asidua a este tipo de operaciones. Otra cuestion es que esa persona anuncie a la prensa que se va a someter a una cirugía por cuestiones de salud, otro escenario donde habria cierta justificación. Pero sí puede dar mala imagen, por un lado en cuanto al precio de las cirugías, pero tambien por el resultado final, porque un cambio demasiado grande debido a una cirugía puede causar rechazo en la población".

placeholder Rania de Jordania, en una foto de joven, antes de sus retoques estéticos. (Gtres)
Rania de Jordania, en una foto de joven, antes de sus retoques estéticos. (Gtres)

"El deber institucional no está reñido con las operaciones estéticas como tal, pero de forma indirecta sí que influye en la imagen, en que pueda resultar más o menos atractivo quien se somete a las mismas y quedar mejor o peor en cámara. Una cosa es cómo se vea fisicamente y otro el apoyo que supone a su labor institucional, cuestión por la que deberían resaltar siempre, por encima de cualquier otra cuestión".

En esta misma línea apunta Toni Aira, profesor de Comunicación Política e Institucional en la UPF Barcelona School of Management y doctor en Comunicación, quien centra su análisis en cómo una dósis justa de retoque es lo más recomendable y cómo un exceso puede influir de manera negativa: "El aspecto físico puede proyectar una imagen demasiado explícita de manipulación de la realidad, cosa que no ayuda a la percepción de credibilidad o de autenticidad, de naturalidad, de un representante público. Creo que esto, en cierta manera, va a evolucionar y está evolucionando de la mano de la sociedad. Hace unos años, las cirugías estéticas eran algo más exótico, minoritario y ligado a ciertas capas de la sociedad. Hoy en día se ha extendido más, se le ha perdido más el miedo, también el respeto o la precaución. Por tanto, los retoques estéticos se van extendiendo más entre la sociedad. Ahora pueden parecer menos raros, y resultar menos extraño a la gente que sus representantes políticos o institucionales también lo hagan, pero eso no anula lo que comentaba al principio sobre acertar con la dosis. El exceso en estos cambios siempre es malo, porque puede proyectar esa mirada de extrañeza o esa mirada de reojo respecto a por qué esa o ese representante institucional hace eso y qué quiere esconder. Es decir, quiere esconder imperfecciones, quiere esconder lo que es y eso transmite una mala sensación de fondo respecto a lo que puede representar".

En el caso de los miembros de la realeza, afirma que "tradicionalmente han sido más resistentes a este tipo de intervenciones o, como mínimo, a que sean notorias.Tenemos ejemplos como la reina de Inglaterra, o su marido, o el actual rey, Carlos III. El hijo de éste, por ejemplo, Guillermo, pudiendo haber combatido la alopecia a través de una cirugía estética, no lo ha hecho. Es verdad que esos máximos representantes tienen que ser muy precavidos con esta este tipo de intervenciones si quieren representar algo auténtico, algo genuino, una idea de pureza en las intenciones".

placeholder La princesa Charlène, en 2007. (Getty)
La princesa Charlène, en 2007. (Getty)

Aira advierte que la ciudadanía puede interpretar ese retoque "como un engaño o un camuflaje, no solo estético, sino de una personalidad. Por tanto, ahí tienen que ir con cuidado, sobre todo con la dosis, que garantice un cambio armónico, que no resulte radical, excesivo o antiestético".

El peligro, para este experto, es que se entre en "un bucle en el que quieran ir perfeccionando y acaben siendo una caricatura de lo que son, cosa que nunca ayuda a la credibilidad del liderazgo político. En este sentido, enfatiza que es importante "acertar mucho con la dosis adecuada de lo que se toca o se retoca, que tenga sentido y que incluso pueda pasar desapercibido. Que sea un cambio lo suficientemente sutil como para que no se convierta en protagonista y condicione en negativo la mirada hacia ese representante institucional".

Más dispar en cuanto a esta cuestión, es la voz de otra experta, Verónica Crespo, que hasta diciembre, ha sido la directora de la revista de ACOP, la Asociación de Comunicación Política creada en 2008 por un consejo fundacional de 17 personas, académicos y consultores de comunicación política.

Crespo afirma que "los royals están sometidos a numerosas prohibiciones impuestas por sus protocolos reales, pero la cirugía estética no es una de ellas".

placeholder La reina Letizia, en Cádiz. (LP)
La reina Letizia, en Cádiz. (LP)

Esta experta apuesta por "normalizar estos tratamientos, y en este punto, es cierto que son ellos (o ellas hasta el momento) quienes han optado por negar o no revelar sus intervenciones. Pienso que están sometidos al continuo escrutinio público, que cualquier imperfección, por mínima que sea, da pie a ríos de tinta. ¿Por qué les pedimos estar siempre perfectos y reprobamos que se sometan a retoques estéticos? Creo que es una contradicción".

Desde su punto de vista, "debemos regirnos por la profesionalidad y responsabilidad con la que asumen su labor institucional y ello no debería estar vinculado con su físico o la estética. Precisamente son ellas quienes están sometidas a esta presión y el ejemplo lo tenemos en casa. La reina Letizia ha protagonizado intervenciones o discursos totalmente magistrales pero el comentario de ese día ha sido acerca de su físico o su vestuario".

Si hay una operación de estética que puede cambiar de manera radical el rostro de una persona, esa es la de nariz. La última prueba la hemos tenido en María Zurita, la hija de Margarita de Borbón y, por lo tanto, prima de Felipe VI.

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