Anne d’Orléans, la princesa artista de la familia del Rey: “Difícilmente se puede vivir del arte”
Hablamos con la royal sobre su profesión, las recientes bodas celebradas entre los suyos y el mundo del arte en España
La princesa Anne d’Orléans, huele a jazmín y pinta flores, pero no le atrae la jardinería. “Me gustan y las dibujo, pero no las cultivo. Ni las cuido, ni las sé cuidar, pero sí las disfruto”. De hecho, tenemos delante un gran ramo de flores frescas, y surge el halo del misterio sobre el origen de la persona que lo envía. No será el único enigma del encuentro. Pinta emociones y esas son de libre interpretación. Una noticia triste la convierte en un mar embravecido y el telediario le sugiere un paisaje catastrófico. Es artista desde siempre, pero durante un tiempo, demasiado largo, no pudo ejercer como tal. Este año, ha casado a una nieta y a una sobrina y ambas han sido obsequiadas con sendas obras. Sus cuadros están en muchos sitios, por ejemplo, el alcalde de Madrid, antes de llegar al Ayuntamiento, se deleita con unas flores de la princesa.
¿Usted viaja con sus acuarelas, con su caballete?
No, no me hace falta caballete. Siempre voy con las acuarelas que son dos cajas, en una van los colores fríos y en la otra los cálidos, llevo también cuatro o cinco pinceles y cuando llego me instalo sin caballetes, pero eso sí, con mi papel bueno, los papeles son lo más importante. Llevo un buen papel de primera la calidad.
Pertenece a una familia real. Los reyes europeos han sido los precursores de las colecciones que ahora vemos en los museos.
Efectivamente, los reyes y los grandes señores, hasta el siglo XVIII, han sido los precursores de las grandes colecciones. Ahora hay otros mecenas, que no son de la realeza, y que juntan obras de arte excepcionales. Aunque no creo que haya sido algo especial de las familias reales porque también, en otros tiempos, eran personas no vinculadas a los monarcas, como el propio Rubens que tenía su colección de arte. Desde luego hay museos, hoy en día, que vienen de personajes que han hecho un gran esfuerzo.
Me refería a que usted, princesa de Francia, sigue en el siglo XXI incrementando esos repertorios porque su obra está en museos y colecciones particulares, muy conocidas.
Bueno, las personas que adquieren mis acuarelas o a quien yo les regalo, pues es cierto que las tienen en sus casas, pero no pretendo ser ni mecenas, ni coleccionista.
¿Le da pena desprenderse de su obra?
En absoluto. Soy muy desprendida en la vida, menos de los sentimientos hacia los seres humanos. De lo material prescindo muy fácilmente y no lo busco porque tengo la suerte de que lo tengo, pero no me gusta acaparar. No me agrada coleccionar ni llenar mis casas o los sitios de cosas y me encanta que mis acuarelas se vayan, que vuelen, que estén libres porque a mí me gusta ser libre.
¿En las dos bodas, que han vivido en su familia este año, les ha regalado sus cuadros a los novios?
Sí, a las dos novias de este año, una nieta y una sobrina, y también a mi hermana, la princesa Hélène de Francia, que ha cumplido 90 años. A ella también le he regalado una acuarela.
“Soy muy desprendida en la vida, menos de los sentimientos hacia los seres humanos”
¿Las crea pensando en ellos o les dice: “escoged lo que queráis”?
Elijo la que más me parezca que les puede gustar. La busco yo para ellos.
¿Y no le da pudor vender su obra, ponerle precio?
Sí mucho, pero por eso tengo a una persona que me ayuda continuamente y que se ocupa de la parte tecnológica y crematística y cuando vamos a poner precio lo discutimos mucho entre dos o tres personas. Yo, con tal de que cubra los gastos, estoy aliviada.
¿Doña Ana se puede vivir del arte?
Creo que difícilmente se puede vivir del arte, pienso que hay que tener otra actividad o dedicarse al arte casi las veinticuatro horas del día, noche y día.
¿Le duele lo que está ocurriendo?
Sí, mucho, por supuesto. Están ocurriendo muchos eventos horribles, no le diré cuáles, pero desde siempre no solo ahora. Cuando era muy pequeña, entre los seis y doce años, y vivíamos en Portugal, al lado de nuestra finca había un centro penitenciario; no podía entender que hubiera gente encarcelada, para mí era una cosa que no lo captaba, no podía creer que hubiera gente castigada así.
Usted vive, desde los años sesenta, en España y concretamente en Madrid. ¿Cómo se siente en esa ciudad?
Yo me encuentro perfectamente adaptada y enraizada en Madrid. Es una ciudad que me satisface mucho porque hay de todo y uno puede vivir cómodamente y sobre todo para el arte. Hay una expansión maravillosa en todos los cinco sentidos de la cultura, da igual que sea música, pintura, museos, colecciones, galerías, eventos… Madrid es una ciudad maravillosa.
Cuando venía a su encuentro, me acordaba de la Reina Margarita y del rey Carlos, que son acuarelistas, exponen y también venden su obra. ¿Es algo común en las familias reales?
Es cierto que hay un interés por el arte desde generaciones. Yo tengo la suerte de haber vivido muchas horas con Margarita de Dinamarca, en eventos por Europa de familia o de otras cosas en reuniones sencillas. En una de esas veces, ella tenía sus acuarelas y yo también, y nos las intercambiamos. Recuerdo que ambas estábamos en un jardín y había conciertos, vi que estaba pintando y me dije: “Si pinta la reina, pues yo también”. Fue doña Margarita quien me comentó: “Quieres que las intercambiemos”. Y así hicimos.
¿Qué maravilla y se dieron consejos artísticos?
No, no, en primer lugar, yo no me atrevería a darle recomendaciones a nadie, pero nos intercambiamos nuestras acuarelas. Recuerdo que fue muy agradable y la tengo en mi casa.
“El precio de mis obras, con tal de que cubra los gastos, estoy aliviada”
Por cierto, ¿hay alguien de la familia real española que sea artista?
Yo sé que la infanta Pilar dibujaba y lo hacía muy bien. He visto cosas que ha pintado y son muy buenas, pero nunca creamos juntas, como me ocurrió con Margarita de Dinamarca.
¿Y algún miembro más?
Pues, por ejemplo, la condesa de Barcelona pintaba muy bien y su otra hermana, la princesa de Orleans Braganza, también lo hacía muy bien y la infanta Luisa de Orleans, casada con el infante Carlos de Borbón Dos Sicilias, pintaba bien.
¿Y los más jóvenes de la familia Borbón, ninguno ha heredado la vena artística?
Bueno, eso ya no lo sé, es una generación que me pilla más lejana.
¿Hay alguna obra suya en la Zarzuela? Lo pregunto porque a la Reina Sofía le encanta el arte.
Pues lo puedo decir, ya que me lo ha preguntado, le he regalado una preciosa acuarela a la emérita.
¿Con flores?
Sí, un iris, que es la de la heráldica de los Borbón.
¿Por qué esa pasión suya por las flores?
Porque son efímeras y gracias a unos pinceles y a un buen papel duran frescas. No es el hecho de no marchitarse, es más la idea de captar esa frescura para siempre y también, es que a mí me encantan las flores y los paisajes, son la visión de un momento. Me ha pasado muchas veces que he visto paisajes preciosos y he sacado una foto, pero luego, al verla, no era el sentimiento idílico que me había producido al natural, así que, muchas veces, prefiero pintarlos después y de memoria.
Conozco sus flores con vida, pero me sorprende encontrarme con el caos, la hecatombe. Esas cuatro torres de Madrid y el resto, la nada. ¿El desánimo es producto de las noticias del telediario?
A veces, sí. Justamente muchas de mis obras son producto de las noticias del mundo que una escucha. Noticias que te desgarran, que te preocupan y que te dices, pero cómo ha llegado a eso y entonces, pinto en ese momento las cosas un poco locas.
¿Tiende a evitar que alguien le compre esas acuarelas tan íntimas y desgarradoras?
No, me gusta que mis acuarelas se vayan hacia las personas. Además, si las compran, es porque les gustan. Y a veces justamente hay algunas que las quiero mucho o que representan momentos duros de mi vida y siempre pienso si se venderá o si alguien la querrá y al final puede que la regale.
¿Si ve a alguien muy ilusionado, pero indeciso con una obra suya, le explica qué significa?
No, porque esa persona habrá entendido un significado para él muy fuerte o habrá visto algo y entonces lo mío se queda en secreto y en el fondo es muy agradable que parte de uno no se descubra del todo.
¿Hay muchos momentos vitales de su vida, reflejados en su obra?
Cada acuarela es un momento de mi pensamiento o refleja un sitio que me gusta o sentimientos que tengo en determinados momentos.
¿Y qué por supuesto no piensa contarme?
Exacto, son míos y es bueno que mantengamos ese misterio. No es necesario contarlo todo.
La princesa Anne d’Orléans, huele a jazmín y pinta flores, pero no le atrae la jardinería. “Me gustan y las dibujo, pero no las cultivo. Ni las cuido, ni las sé cuidar, pero sí las disfruto”. De hecho, tenemos delante un gran ramo de flores frescas, y surge el halo del misterio sobre el origen de la persona que lo envía. No será el único enigma del encuentro. Pinta emociones y esas son de libre interpretación. Una noticia triste la convierte en un mar embravecido y el telediario le sugiere un paisaje catastrófico. Es artista desde siempre, pero durante un tiempo, demasiado largo, no pudo ejercer como tal. Este año, ha casado a una nieta y a una sobrina y ambas han sido obsequiadas con sendas obras. Sus cuadros están en muchos sitios, por ejemplo, el alcalde de Madrid, antes de llegar al Ayuntamiento, se deleita con unas flores de la princesa.
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