La princesa Leonor cumple 20 años: los retos a los que se enfrenta la heredera, de su matrimonio a la cohesión de España

La princesa Leonor cumple 20 años este 31 de octubre, consolidándose como la heredera más activa de las casas reales europeas. Actualmente, cursa su tercer y último año de formación militar y mantiene una agenda institucional muy completa. Los datos reflejan que es querida por los españoles: en la encuesta de IMOP para Vanitatis de junio de este mismo año, obtuvo una valoración media de 6,5, solo superada por su padre, el rey Felipe VI, que consiguió 6,6.

A pesar de este respaldo, el papel de heredera no es sencillo. Jaime Alfonsín, exjefe de la Casa del Rey durante diez años, lo dejó claro el pasado lunes en su discurso ante Felipe VI en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, titulado “La educación de la heredera de la Corona y el oficio de reinar”. Alfonsín subrayó que la formación de la princesa Leonor es “una cuestión de Estado y una responsabilidad compartida por la Corona, la familia y la sociedad española”.

El exjefe de la Casa del Rey insistió en que “la educación de la heredera no es un asunto privado, sino una tarea pública” y que su preparación “no puede reducirse a títulos o expedientes académicos, sino que debe centrarse en el sentido del deber, la conciencia institucional y el compromiso moral con España”. Destacó que Leonor “se está formando para servir, no para destacar; para unir, no para dividir”. También abordó la cuestión del matrimonio de la heredera, recordando que “no es una decisión que competa exclusivamente a la princesa”, en línea con la historia del derecho sucesorio español y las prácticas de otras monarquías parlamentarias.

Realeza obliga, y en este caso Leonor se enfrenta a distintos retos, de los que tres expertos nos dan la clave. Ricardo Mateos Sainz de Medrano, historiador y autor de varios libros sobre casa real, alaba las palabras de Alfonsín, asegurando que se trata de “un discurso muy mesurado y hecho desde la sabiduría, desde la profundidad, no desde la ligereza”.

Mateos identifica dos retos principales a los que se enfrenta la princesa: primero, la resimbolización de la monarquía, ya que “en tiempos de un materialismo imperante muy fuerte, de mucha desacralización de la sociedad y de secularización de los símbolos y los valores”, la corona debe mantener y transmitir valores que generen cohesión, fraternidad y elevación moral; segundo, servir sin buscar notoriedad: “La monarquía no apunta a la notoriedad; todo lo contrario, apunta al servicio. Son posiciones nada envidiables. Nadie querría estar en esa posición. Hay una servidumbre muy fuerte en estas personas".

Mateos comparte además su experiencia personal con la reina Sofía, recordando que durante una audiencia privada se sintió tratado “como ciudadano, ni más ni menos”, lo que le dejó “muy impresionado” y le hizo comprender la importancia del valor simbólico y del compromiso de la monarquía.

Carmen Remírez de Ganuza, experta en casas reales, aporta otra perspectiva centrada en la historia y la política de la monarquía española. Según ella, “en este deterioro de la democracia del 78 que hemos experimentado en los últimos años, la monarquía siempre ha ido un paso por delante de las demás instituciones del Estado”. Remírez de Ganuza destaca que “la intuición, la responsabilidad y la formación fueron –por ese orden– esenciales en la decisión de Felipe VI de adelantarse a los partidos en la regeneración institucional de la ‘nueva política’ (Ciudadanos, Podemos…)”, y que estos mismos elementos ya habían guiado al anterior monarca al romper con el franquismo para instaurar la democracia. La experta subraya que estos tres principios –intuición, responsabilidad y formación– presiden hoy la agenda de la Corona frente a la corrupción y los nuevos populismos.

Sobre el futuro de Leonor, Remírez de Ganuza explica que la princesa deberá aplicar esa misma triple fórmula: “Intuición, para representar la unidad del Estado en una sociedad cada vez más polarizada; responsabilidad, para formar una familia que garantice la continuidad de la Corona; y formación, para estar en la avanzadilla de un mundo sumido en una auténtica revolución tecnológica”. Además, añade que “la futura reina, de cuya proclamación se duda menos que hace 10 años, habrá de imprimir su propio sello histórico como mujer, en pro de la igualdad en España”.

Por su parte, José Antonio Zarzalejos, periodista y analista político, también comenta el discurso de Alfonsín, calificándolo como “muy innovador, no se había tratado nunca el futuro de la heredera y allí establece las prioridades, y estoy absolutamente de acuerdo”. Zarzalejos destaca que hay cuatro retos a los que se enfrenta Leonor. El primero es que “su proyecto de vida es España, y eso tiene sus limitaciones personales. Su vida privada tiene que ser un espejo de su vida pública o viceversa. Y si no está dispuesta a este sacrificio no manejará la institución adecuadamente”.

El segundo reto está relacionado con el marco constitucional: el artículo 56 garantiza “el mantenimiento de la cohesión territorial y emocional de los españoles”. El tercero es su matrimonio: la heredera debe ser consciente de que “no es únicamente una cuestión particular, sino que debe tener en cuenta los intereses del Estado”.

Y, por último, Zarzalejos señala que Leonor necesita una formación integral “de carácter humanístico e histórico”. Cuando termine su formación castrense pasará a la universidad y posteriormente podría completar estudios adicionales, probablemente en relaciones internacionales. Ya entonces, y apoyada por una estructura mínima, que incluirá una secretaría, se dedicará 100 % a una agenda pública.

En definitiva, Leonor llega a sus 20 años enfrentando un futuro lleno de responsabilidades y desafíos únicos. Entre su formación académica y militar, la proyección de su vida pública, la resimbolización de la monarquía, la cohesión del Estado y la preparación para su matrimonio, la princesa deberá combinar disciplina, compromiso y sentido del deber. Tal como coinciden los expertos, su preparación no se limita a títulos o conocimientos, sino que exige una comprensión profunda del valor simbólico de la Corona y del servicio que implica, así como la capacidad de imprimir su propio sello histórico, equilibrando tradición, modernidad e igualdad en la España del futuro.