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Phillip Seymour Hoffman, el secundario que hacía mejor a Hollywood
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Phillip Seymour Hoffman, el secundario que hacía mejor a Hollywood

Los que lo conocieron dicen que fue un actor de contrastes. Los demonios internos que parecen habérselo llevado del mundo este domingo (todo apunta a una

Los que lo conocieron dicen que fue un actor de contrastes. Los demonios internos que parecen habérselo llevado del mundo este domingo (todo apunta a una sobredosis) fueron también su especialidad a la hora de interpretar y así lo demostró desde sus inicios cuando, allá por la década de los 90, su oronda figura lo convirtió en uno de esos secundarios sin cuya presencia es incomprensible una película. Las tuvo comerciales, como Twister, pero también empezó a ganarse la confianza de autores como Paul Thomas Anderson, que le confió uno de los personajes de Boogie Nights y volvería a hacerlo en Magnolia y en The Master, hace tan sólo un par de años.  

Aparte de Thomas Anderson, su presencia fue rotunda en joyas del calibre de la musical Casi famosos, la fallida pero interesante Cold Mountain o La Guerra de Charlie Wilson, que venía a ejemplificar que cualquier mala película puede redimirse a sí misma gracias a un gran actor. Capote le dio el Oscar que se había hecho esperar durante largo tiempo. Casualmente, ese mismo año estaba nominado otra figura trágicamente fallecida como Heath Ledger. Hoffman pudo con su vaquero de Brokeback Mountain y con otros grandes actores que estaban en la terna de nominados.

La última película vista en nuestras pantallas del actor de pelo casi blanquecino y formas redondeadas que le otorgaban, curiosamente, un aspecto canalla, fue la comercial segunda entrega de Los Juegos del Hambre. Seguro que el Hollywood que se nutre de las presencias fugaces pero brillantes en sus películas, lo echará mucho de menos. 

Los que lo conocieron dicen que fue un actor de contrastes. Los demonios internos que parecen habérselo llevado del mundo este domingo (todo apunta a una sobredosis) fueron también su especialidad a la hora de interpretar y así lo demostró desde sus inicios cuando, allá por la década de los 90, su oronda figura lo convirtió en uno de esos secundarios sin cuya presencia es incomprensible una película. Las tuvo comerciales, como Twister, pero también empezó a ganarse la confianza de autores como Paul Thomas Anderson, que le confió uno de los personajes de Boogie Nights y volvería a hacerlo en Magnolia y en The Master, hace tan sólo un par de años.