Oscar 2017: el error garrafal de Warren Beatty y la beatificación de Meryl Streep
El bótox de una irreconocible Faye Dunaway, los aplausos a la protagonista de 'Memorias de África' o la visita de unos turistas al Kodak Theatre, como si se tratase de 'Sorpresa, sorpresa' marcaron la ceremonia
“¿Recordáis cuando el año pasado dijeron que los Oscar eran racistas? Quiero darle las gracias al presidente Trump”. Así de alto y así de claro comenzaba su discurso Jimmy Kimmel una gala en la que, sorpresa, los dardos envenenados contra el mandatario eran tan previsibles como el bótox de una irreconocible Faye Dunaway, que se paseaba por allí para conmemorar el 50 aniversario de 'Bonnie y Clyde' y entregar el Oscar a la mejor película junto a un olvidadizo y torpe Warren Beatty. Y ese será, sin duda, el momento más recordado (y bochornoso) de la ceremonia, el de un error tan garrafal que pasará a la historia de los premios. Para mal, por supuesto.
Pero antes de eso, y para reafirmar el aspecto reivindicativo de la noche y demostrar que la gala era divertida, Kimmel habló de la vigésima nominación de Meryl Streep y ella misma se levantó para recibir un baño de multitudes (y aplausos) que desmintieron aquello de que está 'sobrevalorada', algo que lleva cabreando a todos sus fans desde que el novísimo presidente de los Estados Unidos se lo llamase hace un mes. Los vítores de un público entregadísimo demostraron que Hollywood ama a Meryl. Lo que todo el mundo olvidó fue la lata que dio esta semana al negarse a lucir un modelo de Chanel, algo que hizo que el mismísimo Largerfeld acusase a su equipo de haberles pedido dinero por llevarlo puesto. Pero Meryl es mucha Meryl y el vestido de Elie Saab por el que se decantó finalmente le sentaba como un guante, todo hay que decirlo.
La espectacularidad del número musical que abrió la gala, cortesía de Justin Timberlake, hizo bailar hasta el mismísimo Javier Bardem. Nuestro viejo antihéroe del cine de Bigas Luna jamás se muestra demasiado animado a este lado del charco. Lo que aquí es gravedad reivindicativa en Hollywood se convierte en marcha de jovencito en una discoteca. Eso sí, Bardem también supo ponerse serio para rendir pleitesía a la Meryl Streep de 'Los puentes de Madison'. La gala incluyó momentos bastante divertidos, premios y regalos que caían del cielo, niños indios que emulaban al Simba de 'El rey león' y, el mejor de todos, la visita de unos turistas que entraron en el Kodak Theatre e hicieron que Kimmel se convirtiese, por un momento, en la personificación de la Isabel Gemio de 'Sorpresa, sorpresa'. Las caras de la señora que se hizo un selfi con Denzel Washington no tenían desperdicio. Las de las estrellas vestidas de gala mezclándose con los plebeyos con paloselfi en mano, tampoco. Todos parecían felices y, no, Warren Beatty y su sobre equivocado que anunciaba a 'La la land' como vencedora de la noche aún no habían hecho acto de presencia... afortunadamente.
El tono alegre y espectacular antes de la célebre 'cagada' fue tal que ni siquiera Viola Davis, vestida de rojo, lloró tanto como se esperaba de ella, una auténtica fábrica de lágrimas en la mayoría de sus personajes. Eso sí, su discurso de agradecimiento fue tan largo como el camino de Moisés hacia la salvación del pueblo judío. Hay que decir que estaba guapa, aunque la verdadera reina de la belleza de una noche con sabor afroamericano (y si no, que se lo pregunten al director de 'Moonlight') fue la blanquísima Charlize Theron. Hasta Shirley McLaine le dijo, al salir al escenario para presentar un premio junto a ella, que era un placer mirar hacia arriba para contemplarla, aludiendo a su estatura de supermodelo.
La noche anti-Trump, con reivindicación anti muros y fronteras de Gael García Bernal incluida, se salió del guion en algunos premios que parecían cantados y también en lo concerniente al comportamiento de ciertas estrellas. 'La la land' no se llevó los 14 Oscar a los que aspiraba y, además, pudimos constatar que, definitivamente (lo sentimos mucho, fans de 'The Amazing Spider-Man') Emma Stone y Andrew Garfield ya no están juntos. Cada uno por su lado, amigos. El momento de verlos sentados cada uno en su sitio nos encogió tanto el corazón como el 'In Memoriam' dedicado a las figuras fallecidas. El vídeo homenaje fue precedido, como no podía ser menos, por un emotivo discurso recordando a Bill Paxton, que acababa de fallecer el día anterior. Una llorosa Jennifer Aniston fue la encargada de pronunciarlo. También nos tocó el corazón el reencuentro de Ben Affleck y Matt Damon para presentar el premio al mejor guion original que ellos ganaron hace veinte. Más viejos, eso sí.
Porque para eso sirven también estos premios, para ver qué tal llevan los años nuestras estrellas favoritas; para saber si Nicole Kidman se ha puesto más bótox o si Faye Dunaway sigue siendo la bella protagonista de 'Chinatown' o una digna dama tocada por la cirugía. Y para evitar acusaciones machistas, admitiremos nuestros fervientes deseos de analizar el pelo y los trucos de maquillaje de un Donald Trump que, como dijo Kimmell, no tuiteó nada en toda la noche pese a que debían arderle los oídos con tanta mención.
Sin embargo, lo que realmente habría disfrutado el presidente sería el fallo garrafal de Warren Beatty y Faye Dunaway cuando, después de los titubeos de él, anunciaron por error que 'La la land' era la mejor película de la noche en lugar de 'Moonlight', la auténtica ganadora. Cuando la organización y el público se dieron cuenta del desastre, todos nos quedamos tan boquiabiertos como los presentes en el Kodak Theatre. Emma Stone puso cara de recibir la peor noticia de su vida y hasta la hermana de Beatty, una afligida Shirley MacLaine, no podía creer lo que veían sus ojos... ¿Qué demonios le pasó a su hermano?, ¿cómo pudo equivocarse?, ¿por qué reaccionó tan tarde, cuando medio equipo de 'La la land' ya estaba agradeciendo el premio? Sí, amigos, Hollywood todavía tiene la capacidad de sorprendernos. Aunque sea para mal, ya que ese no era el 'happy ending' de musical que muchos esperábamos.
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“¿Recordáis cuando el año pasado dijeron que los Oscar eran racistas? Quiero darle las gracias al presidente Trump”. Así de alto y así de claro comenzaba su discurso Jimmy Kimmel una gala en la que, sorpresa, los dardos envenenados contra el mandatario eran tan previsibles como el bótox de una irreconocible Faye Dunaway, que se paseaba por allí para conmemorar el 50 aniversario de 'Bonnie y Clyde' y entregar el Oscar a la mejor película junto a un olvidadizo y torpe Warren Beatty. Y ese será, sin duda, el momento más recordado (y bochornoso) de la ceremonia, el de un error tan garrafal que pasará a la historia de los premios. Para mal, por supuesto.