De cañas con el cocinero de Barack Obama

Son las 8 de la tarde en la estación madrileña de Chamartín y un tren, que parece salido de una novela de Agatha Christie, está a punto de partir con un destino desconocido. El viaje forma parte de la aventura Exploratorium de San Miguel Selecta, un restaurante itinerante y viajero que visitará otras ciudades españolas como Bilbao, Barcelona, Málaga y Burgos. Ese restaurante explorador cuenta en la noche del miércoles con un anfitrión de excepción: Sam Kass, el hombre que durante ocho años cocinó para el presidente más poderoso del mundo, Barack Obama. Aunque la relación fue más allá que la de jefe-empleado o presidente-ciudadano: de hecho, Sam recuerda haber compartido muchas sobremesas con ellos y haberse sentido como uno más de la familia. “Barack es un gran tipo, ha hecho cosas muy importantes por nuestro país”, afirma.

Sam Kass llegó a la Casa Blanca el mismo día que lo hicieron Michelle y Barack, y durante casi todo su mandato fue la persona encargada de la alimentación en la Casa Blanca. De hecho, Obama le nombró asesor principal en asuntos de nutrición y junto a la ex primera dama plantó un huerto en el jardín sur. También junto a Michelle formó parte del programa 'Let’s Move' con el que intentaban animar a los norteamericanos a comer sano, hacer más ejercicio y prevenir la obesidad infantil. De ese huerto salían los productos frescos que se cocinaban en la Casa Blanca, pero ¿peligra el huerto con la llegada del nuevo ocupante que está arrasando con la herencia recibida? “El huerto está intacto y han anunciado que se mantendrá. Aunque no sé si Donald Trump comerá tanto de ese huerto como Obama”, cuenta el chef.

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En 2014, el trío Barack-Michelle-Sam se rompió por la llegada de la periodista Alex Wagner, que llamó a la puerta de la Casa Blanca para cubrir una información y salió con el corazón del cocinero en el bolsillo. Sam tuvo que dejar a sus jefes y amigos para casarse con su novia y mudarse a Nueva York donde ella vivía: “El amor es más fuerte que la cocina”, comenta entre risas.

La cena en el Museo del Ferrocarril transcurre entre mantas (la temperatura roza los 0 grados a pesar de los cañones de aire caliente), risas y anécdotas. Entre ellas, una que guarda con cariño: la primera vez que Barack Obama alabó, de manera entusiasmada un sencillo plato de pasta que Sam cocinó en el avión presidencial. “Estábamos en el Air Force One. Era un momento muy tenso porque las encuestas daban mal resultado para Obama. Él es un hombre tranquilo, pero la tensión se notaba en el ambiente. Barack me pidió que cocinara algo sencillo, me dijo. La cocina del Air Force no es muy grande y no se pueden hacer cosas muy elaboradas, así que hice una receta de pasta muy básica. Durante la cena nadie hablaba, hasta que Barack, para romper el hielo, empezó a alabar el plato: que si estaba muy bueno, que sabía muy rico... Nunca antes había alabado tanto un plato, aunque siempre decía que estaba bueno, Ese entusiasmo ayudó a aliviar las tensiones. Finalmente ganó la candidatura en el estado. Para la siguiente votación, me pidió que cocinara lo mismo. Y como también ganó, se convirtió en 'the lucky pasta' (la pasta de la suerte)”, recuerda entre risas.

Esta noche no ha cocinado la pasta, sino una paletilla de cerdo estafado al estilo austriaco y ravioli de guiso wagyu con vegetales, dos platos que también tuvo ocasión de preparar para los Obama.

De sus 48 horas en España, Sam se lleva de recuerdo, además de esta cena, su paso por el restaurante Lucio: “La española es una de las mejores cocinas del mundo, pero en Estados Unidos se están haciendo cosas muy interesantes”. Además es muy amigo de Jose Andrés, al que el expresidente de los Estados Unidos condecoró con la Medalla Nacional de las Humanidades : “Es un cocinero increíble, pero aún más increíble como persona. Nos hicimos muy amigos en Washington. Representa a la perfección a España”.

Por cierto, para el que se pregunte si cocinaría para Trump si le llamara, Sam lo tiene claro: “No”. Fin del viaje.

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