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Tony Curtis: sexo, drogas, una viuda millonaria y un 'affaire' con Ana Obregón
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diez años de su muerte

Tony Curtis: sexo, drogas, una viuda millonaria y un 'affaire' con Ana Obregón

El protagonista de 'Espartaco' y 'Con faldas y a lo loco' conoció a Obregón a principios de los 80 y la prensa los emparejó. Fue una de las abundantes (y locas) anécdotas de su vida

Foto: Tony Curtis, en los inicios de su carrera en Universal. (CP)
Tony Curtis, en los inicios de su carrera en Universal. (CP)

Cuando Tony Curtis llegó a Universal Studios, en 1948 y con un contrato de siete años bajo el brazo, era un guapísimo joven de ojos claros que llevaba a cuestas una infancia de pobreza y malos tratos. Cuando murió, un 29 de septiembre de hace diez años, podía presumir de haber estado en títulos que, de 'Con faldas y a lo loco' a 'Espartaco' pasando por 'Chantaje en Broadway', siempre figurarán en las enciclopedias de la historia del cine. También se fue orgulloso de una vida bañada en todo tipo de excesos que se podría emparejar a la de otros crápulas de Hollywood como Errol Flynn o John Barrymore. Porque Curtis jamás se puso de rodillas ante los que intentaron domesticarlo ni pidió perdón por sus muchos excesos.

El actor fue uno de tantos niños que crecieron pobres y hambrientos en el Bronx de los años de la Gran Depresión. Su madre, una maltratadora de manual, no le hizo la vida precisamente fácil. Para salir del escollo, cuando era adolescente coqueteó con la delincuencia. Años después, decidió pasar página y enterrar su terrible pasado al ingresar en la Young Men's Hebrew Association, donde encaminó sus pasos hacia la interpretación.

placeholder Tony Curtis, en 1959. (CP)
Tony Curtis, en 1959. (CP)

Para llegar a la cima (y al mismísimo Hollywood) hizo de todo: desde mentirle a la actriz Shelley Winters (le juró haber sido recomendado por un familiar suyo que en realidad no conocía) a compartir apartamento con un jovencísimo Marlon Brando antes de que fuese Marlon Brando. De la mano de la sobrina de David O. Selznick logró su contrato la Universal. Cuando metió cabeza en la industria inició una carrera ascendente que, en sus inicios, tuvo más que ver con la fama que con los personajes que encarnaba en pantalla. La clave la tuvo su matrimonio con Janet Leigh, a la que conoció en una fiesta organizada por la RKO. Cuando se casaron, Tony estableció un coqueteo con la prensa rosa que alternó con sus grandes logros artísticos y humanos. Entre ellos destaca, por ejemplo, haber obligado a los reacios productores de 'Fugitivos' a que pusiesen el nombre de su amigo, el afroamericano Sidney Poitier, junto al suyo en los títulos de crédito. Por entonces, 1958, ya llevaba unos cuantos años siendo famoso y siendo el marido de Janet, con la que llegó a tener dos hijas: Kellie y la famosa Jamie Lee.

A la par que protagonizaban cintas de aventuras como 'Los vikingos' o 'El gran Houdini' , Curtis y Leigh posaban para la prensa en idílicas estampas de perfección familiar; unas imágenes tan propias de la América de aquella época como las pinturas de Norman Rockwell. Sin embargo, el actor era un mujeriego empedernido que aseguró haberse acostado con "hombres, mujeres y animales...". Quizá fue ese frenesí sexual el que separó a la pareja a principios de los 60, cuando él acababa de encarnar al sensual Antonino de 'Espartaco'. Quien más y quien menos recuerda la famosa escena homoerótica de las 'ostras y los caracoles' que protagonizó junto a Laurence Olivier.

placeholder Tony Curtis y Janet Leigh, en los Oscar de 1961. (Cordon Press)
Tony Curtis y Janet Leigh, en los Oscar de 1961. (Cordon Press)

Fuera de la pantalla, Tony Curtis se casó en otras cinco ocasiones con Christine Kaufmann, Leslie Allen, Andrea Savio, Lisa Deutsch y Jill Vandenberg. A esta última, 45 años menor que él, le dejó una herencia millonaria que para sí querría cualquier mortal. En los 80 también se dijo que el actor había tenido un desliz con uno de nuestros iconos pop más sagrados: Ana Obregón.

Ana Obregón y Tony

Corría el año 1982 cuando Tony Curtis rodaba 'Othello' en nuestro país. El actor ya conocía a Ana Obregón desde hacía tiempo. Aquella fue la década en la que la actriz le hizo su famosa paella a Spielberg, participó en algún capítulo de la serie 'El equipo A' y, por tanto, viajó a Estados Unidos con cierta asiduidad. Pero no fueron esos viajes los que revelaron su relación con Curtis, sino unas fotografías de ambos en el rodaje de 'Othello, el comando negro' en España. La prensa de la época aseguró que entre Ana y el protagonista de 'Con faldas y a lo loco' existió algo más que una simple amistad.

placeholder Ana Obregón, en una imagen de archivo.(Getty)
Ana Obregón, en una imagen de archivo.(Getty)

Por aquel entonces Curtis había dejado atrás sus días más salvajes. Desde finales de los 60, cuando su rostro de galán perfecto empezó a endurecerse, tuvo serios problemas con el alcohol y las drogas. La propia Jamie Lee Curtis recordaba cómo había ido a comprar heroína de la mano de su propio padre en alguna ocasión. Esa fue una de las razones de que estuviese años sin hablar con él. El ingreso en una clínica de desintoxicación y la posibilidad de seguir trabajando con pequeños papeles en series de televisión evitaron que Tony Curtis se fuese al otro barrio antes de tiempo. También la pintura, a la que se aficionó con éxito, ya que una de sus obras llegó a ser expuesta en el Museo de Arte Metropolitano de Nueva York.

placeholder Tony Curtis en 1988. (CP)
Tony Curtis en 1988. (CP)

Su carácter juguetón y bromista también se acentuó con el paso de los años. Hasta su vejez tuvo que aclarar aquella frase que le adjudicaban, en la que decía que besar a Marilyn Monroe, durante el rodaje de 'Con faldas y a lo loco', había sido "como besar a Hitler"."Yo nunca dije eso. Era muy difícil trabajar con ella, pero ni por un momento pensé eso", aseguró. En las entrevistas de su últimos años, también le gustaba comentar sus legendarias hazañas sexuales para epatar al periodista de turno. "Corría con un bulto en los pantalones, persiguiendo a todas las chicas. Esto es lo que reflejé en la pantalla. No había nada más o menos profundo que eso", dijo una vez. Sin embargo, la respuesta que mejor refleja quién fue (un hombre divertido, irónico y demasiado libre para un Hollywood que ataba en corto a sus ovejas descarriadas) es la que dio cuando le preguntaron cuál había sido la persona más atractiva con la que había trabajado. "Yo mismo", exclamó sin ningún pudor. Antes de morir pidió, medio en broma, medio en serio, que esparciesen sus cenizas "por todo Las Vegas". También fue consciente de que solo bajo tierra perdonarían sus 'pecados': "Aquí en América tienes que morirte para que digan algo bueno sobre ti". Una década después de su muerte es difícil no recordarle con una sonrisa en la boca. Ya saben, nadie es perfecto.

Cuando Tony Curtis llegó a Universal Studios, en 1948 y con un contrato de siete años bajo el brazo, era un guapísimo joven de ojos claros que llevaba a cuestas una infancia de pobreza y malos tratos. Cuando murió, un 29 de septiembre de hace diez años, podía presumir de haber estado en títulos que, de 'Con faldas y a lo loco' a 'Espartaco' pasando por 'Chantaje en Broadway', siempre figurarán en las enciclopedias de la historia del cine. También se fue orgulloso de una vida bañada en todo tipo de excesos que se podría emparejar a la de otros crápulas de Hollywood como Errol Flynn o John Barrymore. Porque Curtis jamás se puso de rodillas ante los que intentaron domesticarlo ni pidió perdón por sus muchos excesos.

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