'Memorias de África': la historia real de Isak Dinesen que unió a Meryl Streep y Robert Redford
El rodaje fue duro, pero la recompensa fueron 7 Oscar de la Academia de Hollywood y una serie de imágenes que han pasado a formar parte de la memoria colectiva
"Yo tenía una granja en África, al pie de las colinas de Ngong...". Con esa frase evocadora comenzaba una de las películas más populares del cine moderno; una épica intimista que, años antes, fue uno de los libros más elogiados de las primeras décadas del siglo XX. Cuenta la leyenda que, cuando la baronesa Karen Blixen publicó 'Memorias de África', la autobiografía de su etapa en África, en 1937 y bajo el seudónimo de Isak Dinesen, hasta la propia Greta Garbo quiso interpretarla en la gran pantalla. Habrían de pasar décadas, ya fallecida la protagonista (murió tal día como hoy hace 60 años, en septiembre de 1962), para que el libro adquiriese forma de película. Desde que se estrenó un 18 de diciembre de 1985, la cinta ha provocado una gran dicotomía: es grandiosa y heredera de la épica de las viejas superproducciones para unos y un aburrido pastiche melodramático para otros. La película de Sidney Pollack gusta o disgusta, no hay término medio.
Haciendo honor a su leyenda, 'Memorias de África' no fue ajena a los problemas logísticos que caracterizan a toda gran producción de Hollywood. Empezando por sus propios protagonistas: al principio, Sidney Pollack no veía a Streep en el personaje de Blixen. El director pensaba que no tenía el atractivo físico suficiente para encarnarla, un concepto algo machista que hoy en día habría incendiado las redes. Ella, aguerrida como siempre y con dos Oscar en su haber, se presentó al casting con un top y un sujetador que realzaba sus pechos. Pero, sobre todo, demostró que para encarnar a una heroína no hace falta convertirla en un reclamo sexual.
Robert Redford tampoco se libró de ciertos quebraderos de cabeza. Pese a que ya era una estrella más que consagrada a mediados de los 80, se enfrentó a su personaje con los nervios de un primerizo. Al forzar demasiado el acento británico de su Denys Finch Hatton, a Pollack le pareció mejor convertir al eterno amante de Karen, ese que le lava el pelo en una de las secuencias más sigilosamente eróticas del cine, en un americano. Más americano que el chicle, de hecho. Jeremy Irons, que había peleado durante años por encarnar a Finch, se quejó de la elección de Redford. Además no ahorró en calificativos para hacerlo: dijo que el actor era "demasiado viejo" y demasiado americano, pero había tenido la suerte de ser amigo personal de Pollack. Irons no se equivocaba: el director lo había dirigido en películas como 'Las aventuras de Jeremiah Johnson'.
Una vez en África, los dos protagonistas tuvieron que soportar altas temperaturas, eternos desplazamientos en coche e inmumerables contratiempos. A Streep, una profesional consumada, casi le da algo cuando un escarabajo se posó encima de ella mientras rodaba la secuencia en la que Karen es presentada al servicio. Durante la filmación, de apenas unos minutos, fue capaz de soportar estoicamente al dichoso bichito que casi le hace salir corriendo despavorida de Kenia, lugar donde se rodó la mayor parte del filme.
Pero lo del escarabajo fue un juego de niños comparado con la presencia de otros animales en el plató. La actriz casi vivió en directo un inesperado enfado de hipopótamos y estuvo demasiado cerca de un león en la secuencia en la que Redford la salva de morir devorada por el animalito. Pese a los inconvenientes, a Streep le importó más conseguir la perfección de su acento que quejarse de un rodaje que sería fundamental en su carrera. Lo suyo, al fin y al cabo, no era nada al lado de técnicos como Stephen B. Grimes, diseñador de producción que tuvo que recrear en un plató exterior el Nairobi de 1913 o ingeniárselas para colocar un tren de vapor ficticio en mitad de la pradera africana. Hay que tener en cuenta que en 1985 no quedaba ni una de esas locomotoras en toda Kenia.
Al finalizar el rodaje, el equipo estaba exhausto pero feliz de haber hecho un trabajo con posibilidades de premio. Meses después, en la gala de los Oscar, se vivió una 'lucha' entre 'El color púrpura', el lacrimógeno melodrama negro de Steven Spielberg, o la película de Pollack. Fue esta última la que acabó cosechando siete estatuillas, siete merecidos premios (incluidos los de mejor película y mejor director) que afianzaron la popularidad de 'Memorias de África'. El recuerdo de la música de John Barry o ese paseo en avioneta en el que Streep y Redford juntan sus manos son tan firmes hoy como los de Chaplin y su bastón o los monstruosos pájaros de Hitchcock.
Pese a que muchos la han calificado de sobrevalorada, la película posee ese tipo de momentos que, sin necesidad de diálogos, han pasado a formar parte de la memoria colectiva gracias a una imaginería poderosa. Tres décadas y media después de su estreno, nadie duda del talento de Pollack para lograr eso mismo: se haya visto o no, todo el mundo recuerda algún plano de 'Memorias de África'. Los que hacen cine saben perfectamente que eso es algo difícil de conseguir.
"Yo tenía una granja en África, al pie de las colinas de Ngong...". Con esa frase evocadora comenzaba una de las películas más populares del cine moderno; una épica intimista que, años antes, fue uno de los libros más elogiados de las primeras décadas del siglo XX. Cuenta la leyenda que, cuando la baronesa Karen Blixen publicó 'Memorias de África', la autobiografía de su etapa en África, en 1937 y bajo el seudónimo de Isak Dinesen, hasta la propia Greta Garbo quiso interpretarla en la gran pantalla. Habrían de pasar décadas, ya fallecida la protagonista (murió tal día como hoy hace 60 años, en septiembre de 1962), para que el libro adquiriese forma de película. Desde que se estrenó un 18 de diciembre de 1985, la cinta ha provocado una gran dicotomía: es grandiosa y heredera de la épica de las viejas superproducciones para unos y un aburrido pastiche melodramático para otros. La película de Sidney Pollack gusta o disgusta, no hay término medio.
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