80 años de 'Ciudadano Kane': infidelidad, un magnate cabreado y un genio llamado Welles
La obra maestra del cine, basada en partes de la vida de William Randolph Hearst, llegó a los cines en mayo de 1941 tras provocar un auténtico tsunami en Hollywood
Los marcianos invadieron California en la noche de Halloween de 1938. O, al menos, así lo creyeron las miles de personas que escuchaban esa noche una adaptación de 'La guerra de los mundos' a través de la radio. Ingenuos y crédulos, aquellos pobres ciudadanos no sabían que, tras la pantomina radiofónica que les hizo saltar de terror, se encontraba un osado jovencito, un francotirador del arte llamado Orson Welles. Él y la compañia que fundó, la Mercury Theatre, formada por actores, músicos y guionistas. "He visto cómo otros intentaban hacer algo parecido y acababan en la cárcel. Yo conseguí un contrato en Hollywood", contaría el propio Welles años más tarde.
Y así fue. Aquel niño prodigio que había hecho teatro a los tres años consiguió, tras el escándalo marciano, un contrato con RKO, el estudio que había hecho bailar a Fred Astaire y Ginger Rogers, que le dio carta blanca para rodar una película. A sus 26 años, el joven no desaprovechó la oportunidad y entregó la que, si usted es cinéfilo, habrá visto en el número 1 de las listas de mejores cintas de la historia del cine.
Se trata de 'Ciudadano Kane', el peliculón del siglo, la obra audaz que todo estudiante de Comunicación Audiovisual ha visto varias veces. La 'masterpiece' de Welles tuvo su primer estreno en mayo de 1941 y su 80 aniversario es celebrado por libros como el escrito por Miguel A. Fidalgo para la editorial Notorious, que se publica este mismo lunes. La historia de la investigación de la vida de un potentado que lo ha tenido todo pero muere solo en su barroca mansión desafió las leyes técnicas y narrativas del séptimo arte. También cabreó a un magnate, manchó para siempre la reputación de una actriz y amenazó con acabar con la carrera del propio Welles antes de que hubiese arrancado.
Nada más firmar su contrato, el genio precoz quiso rodar una adaptación de 'El corazón de las tinieblas' que no llegó a buen puerto. Al final, el cineasta se decantó por una especie de biopic con flashbacks que protagonizó y dirigió con ayuda del guion de Herman Mankiewicz, personaje redescubierto gracias a la reciente 'Mank'. El guionista se inspiró, de forma nada disimulada, en una de las personas más acaudaladas de América: el magnate de la prensa William Randolph Hearst. Partiendo de un material polémico, era de esperar que Welles tuviese bastantes problemas para rodar su opera prima. También fue la razón de que dejase fuera algunos episodios más escandalosos de la vida del editor y empresario y de su pareja, la actriz Marion Davies.
Una trama secundaria, por ejemplo, mostraba una infidelidad de Susan Alexander (el alter ego de Davies que en la película interpretó Dorothy Comingore), pero Welles decidió eliminarla. Para saber por qué aquel acontecimiento de la vida de Hearst fue tan escandaloso tenemos que retroceder hasta los años 20 y hacer un flashback como los de la propia película. Yate de Hearst, una noche de noviembre de 1924: durante la navegación, el magnate de la prensa descubre a su chica teniendo relaciones sexuales con el mismísimo Charles Chaplin. Preso de la ira, Hearts intenta disparar al inefable Charlot, pero la bala acaba en el pecho del productor Thomas H.Ince, también pasajero del fatídico viaje. Ince muere al instante. Según esta leyenda negra, el todopoderoso magnate soborna a la columnista Louella Parsons prometiéndole un trabajo de por vida si promete mantener la boca cerrada.
Sabedor de la escabrosa historia, Welles intentó incluirla en su película alterando los nombres de los protagonistas. Conforme avanzó el rodaje, no se atrevió a llegar tan lejos. Además, con los años se arrepintió del patético reflejo que había hecho de Davies en su 'Kane'.
"En cuanto a Marion, era una mujer extraordinaria, nada que ver con el personaje que Dorothy Comingore interpretó en la película", le confesó a Peter Bogdanovich en una entrevista. A diferencia del personaje de 'Kane', Davies jamás trabajó en una tienda de música, nunca cantó en una ópera, no se casó con Hearst, nunca lo abandonó y mucho menos dio entrevistas hablando mal de él. Sin embargo, la reputación de la actriz quedó tan malparada como la del propio Hearst. Las palabras de Welles, asegurando que su película no era la biografía de nadie en particular, sino una mezcla de varios personajes del Estados Unidos de la época, no engañaban a nadie.
El todopoderoso dios de la prensa no se quedó de brazos cruzados y trató de boicotear la película desde mucho antes de su estreno. Hearst prohibió que sus publicaciones diesen cobertura a 'Ciudadano Kane' e incluso le ofreció una considerable suma de dinero a RKO para comprar el negativo y destruirlo. Afortunadamente para todos, esto último nunca sucedió.
Las controversias retrasaron el estreno de la película de febrero a mayo de 1941, pero 'Ciudadano Kane' acabó desembarcando en las salas como un revulsivo. Su estilo se puede calificar de temerario para la época. Los grandes angulares con una profundidad de campo que permitía enfocar los fondos y los personajes a cualquier distancia, fruto de la fotografía de Gregg Toland, jamás se habían visto en una película. Tampoco los puntos de vista de la cámara, esos bajísimos contrapicados que dejaban ver los techos del barroco decorado. Pero la temeridad de 'Kane' no se redujo a lo visual. La narrativa desde varios puntos de vista (cada personaje recuerda una parte de la vida del protagonista con su correspondiente flashback) también era algo insólito por entonces. Todos esos elementos pusieron en valor una película ante la que muchos miembros de la Academia de Hollywood estuvieron algo torpes y bastante ciegos. En la noche de los Oscar, solo obtuvo una estatuilla para su guion. Durante aquella ceremonia, en la que ganó '¡Qué verde era mi valle!', Kane fue despachada como un curioso experimento y poco más. Nadie suponía que iba a ser la obra más influyente de toda la historia del cine.
William Randolph Hearst murió en 1951, habiendo construido su propio Xanadú y con más dinero en los bolsillos que el mismísimo Rockefeller. No le dio tiempo a ver como la película que tanto había odiado se colocaba como la mejor (si es que tal cosa existe) en las listas que los entendidos elaboraron a partir de los años 60. La carrera de Welles (capaz de cumbres como 'El cuarto mandamiento' o 'Sed de mal' y de interpretaciones tan barrocas como su propia obra) nunca vivió otro éxito igual. El portento del cine entregó su obra maestra con apenas 26 años y pocas veces tuvo la oportunidad de superarla. Su mala relación con Hollywood, que le llevó a aceptar interpretaciones de segunda en películas mediocres o a rodar en Europa, lo impidió.
Con los años, salieron a la luz historias de lo más rocambolescas acerca de Hearst y su opinión de la película. Contaba Gore Vidal que lo que más le molestó tenía que ver con la palabra 'Rosebud'. Esa es la última palabra que pronuncia Kane antes de morir, la que desencadena la investigación sobre su vida y (SPOILER para los menos cinéfilos) resulta ser el nombre de su trineo, la metáfora de la infancia y la inocencia perdidas. Para Hearst, sin embargo, esa palabra no tenía resonancias tan poéticas. Según la crónica de Vidal, Rosebud era el nombre con el que el empresario llamaba a las partes íntimas de Marion Davies. Y para él, el hombre que manejaba los hilos de la prensa norteamericana, no fue fácil ver el cariñoso apelativo del sexo de su amante en boca de todo el mundo. La palabra es hoy una de las más populares para cualquier cinéfilo que se precie de serlo. Cosas del cine: la respuesta, al final, no estaba en el trineo de un niño sino en una vagina.
Los marcianos invadieron California en la noche de Halloween de 1938. O, al menos, así lo creyeron las miles de personas que escuchaban esa noche una adaptación de 'La guerra de los mundos' a través de la radio. Ingenuos y crédulos, aquellos pobres ciudadanos no sabían que, tras la pantomina radiofónica que les hizo saltar de terror, se encontraba un osado jovencito, un francotirador del arte llamado Orson Welles. Él y la compañia que fundó, la Mercury Theatre, formada por actores, músicos y guionistas. "He visto cómo otros intentaban hacer algo parecido y acababan en la cárcel. Yo conseguí un contrato en Hollywood", contaría el propio Welles años más tarde.
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