Una viuda multimillonaria y cuatro hijos (casi) desheredados: el legado de Steve Jobs 10 años después

Como deidad de los nuevos tiempos, los caminos de Steve Jobs siempre tuvieron algo de inescrutables. Y así, cuando el 5 de octubre de 2011 falleció a causa de un cáncer de páncreas, muchos pensaron que su mesías quizá resucitaría al tercer día o que empezaría el año cero de nuestra era. Una década después, ¿en qué ha quedado el legado del creador del mundo tal y como ahora lo conocemos? Vayamos por partes.

Su gran aportación al universo, la todopoderosa Apple, ha sido la que mejor ha seguido las enseñanzas del maestro. Bajo la batuta de Tim Cook, su profeta, ha multiplicado panes y peces de manera exponencial. Las acciones de la dinastía iPhone, iPad y Mac se vendían a casi 14 dólares a la muerte de Jobs y hoy están valoradas en 142,65. Diez veces más. Las generaciones de su genealogía tecnológica siguen llegando y las colas en las tiendas de la manzanita apenas echan de menos sus charlas épicas en Stanford, que al fin y al cabo siguen vivas en YouTube con millones de visitas.

Pero, como rezan todos sus evangelios apócrifos -libros y películas, como la que escribió Aaron Sorkin en la demoledora ‘Steve Jobs’ (2015)-, Jobs no fue tan brillante en las relaciones personales como en los negocios y cuando analizamos el lado humano del genio, aunque sea numéricamente, podemos notar la diferencia. Si bien aplicó el bíblico 'creced y multiplicaos' y tuvo cuatro hijos de dos mujeres distintas, la fortuna de 10.200 millones de dólares que dejó a su viuda, Laurene Powell Jobs, está valorada hoy en 20.900 millones de dólares, según 'Forbes'. Es decir: ‘solo’ se ha duplicado, lo cual quiere decir que ha crecido a un ritmo cinco veces menor que la compañía. Esto llama especialmente la atención teniendo en cuenta que gran parte de su herencia fueron acciones de Apple y de Disney. ¿Qué ha pasado? ¿Divide y perderás?

Todo podría explicarse por la buena samaritana Laurene Powell Jobs, que no solo se ha podido permitir el lujo de no preocuparse por la rentabilidad de sus causas filantrópicas y seguir estando entre las 100 personas más ricas del planeta (en el puesto 95, en concreto, perdiendo 60 puestos respecto al año anterior), sino que en 2020 concedió una entrevista al 'New York Times' en la que avisó que, de buen rollo, desheredaba a sus hijos: “No estoy interesada en construir sobre el legado de una herencia y mis hijos lo saben. Tampoco Steve estaba interesado en eso. Así que el dinero, si vivo lo suficiente, se acaba conmigo”.

Siguiendo con la metáfora bíblica, el mensaje a sus hijos era claro: que se ganaran el pan con el sudor de su frente. A sus 57 años parece que le queda cuerda para rato y para muestra un botón: hace unos días anunció que invertiría 3.600 millones de dólares en la lucha contra el cambio climático. Sus otras causas han sido las políticas migratorias y la lucha contra el cáncer, a través de la Emerson Collective, en la que, eso sí, ha empleado al único descendiente varón de la saga Jobs. Reed, de 30 años, estudió Oncología en Stanford y es clavadito a su padre. De perfil mediático limitadísimo (se hace llamar Reed Paul, usando el apellido de soltera de su madre), apenas se encuentran en los archivos una entrevista oficial con él en la página de su propia institución científico, un Facebook Live de temática científica con menos de 20.000 visionados en YouTube y su participación adolescente en un concurso televisivo para cerebritos.

En el otro lado del espectro, ante esta perspectiva de ser desheredados, la menor de los cuatro vástagos, Eve Jobs, ha decidido tirar más por el camino de la ‘it girl’ clásica. Aunque también fue a Stanford, eligió la carrera profesional de jinete y acaba de debutar como modelo para la firma Coperni en la última Semana de la Moda de París a sus 23 años, compartiendo pasarela con Gigi Hadid. Rubia despampanante, tiene 250.000 seguidores en Instagram y en su último post recibe comentarios de celebridades como Naomi Cambpell y tiene entre sus seguidores a Diplo y otras portadoras de apellido como Jessica Springsteen (también jinete profesional, que compitió en las Oimpiadas de Tokio) y Danielle Lauder.

Entre medias queda la más discreta de todas, Erin Siena, de 25 años, que estudió arquitectura y diseño y de la que apenas sabemos nada, y, por supuesto, aquella de la que sabemos todo: la hija pródiga y controvertida primogénita Lisa Brennan-Jobs, de 43, que durante sus primeros años de vida fue negada por su padre. Su libro ‘Small fry’, publicado en 2018, contaba con todo lujo de detalles escabrosos pero sin morbos y con una pluma que sorprendió a la crítica su relación con un padre inicialmente ausente pero con el que acabó teniendo una estrecha aunque tormentosa relación. Famosa es la anécdota de que acabó llamando Lisa a uno de sus primeros ordenadores (como quien le da su mejor cordero), pero también que, casi en el lecho de muerte, le dijo a su hija que “olía a váter”.

Lisa era fruto de la relación con su novia de juventud, la pintora Chrisann Brennan (que también se sumó a ser evangelista post mortem con su libro ‘The bite in the Apple’ -algo así como el mordisco en la manzana) y sí fue incluida en la herencia a modo de acto de redención de su padre. Cumplió su sueño de ser escritora de éxito de ventas y prestigio intelectual. Sus redes, no obstante, están bastante poco activas: en Instagram tiene poco más de 10.000 seguidores y solo podemos confirmar que, como todo hijo de vecino, se dedicó a hacer pan durante la pandemia. Como su padre quería, con el sudor de su frente.