Vladímir Putin, visto a través de los ojos de su exmujer Lyudmila: frío, distante y leal
Se conocieron en los 80, cuando ella era azafata de vuelo y él espía del KGB. Tuvieron dos hijas y él siempre le advirtió que era un hombre de carácter complicado
Estamos en 1983, en la Alemania Oriental. Lyudmila Putina vive aquí las últimas semanas de su primer embarazo, y su marido está de viaje de negocios. Cuando llega el momento del parto, la joven tiene que llamar a un taxi e ir sola al hospital, donde da a luz a su hija Maria. La escena puede parecer dura, pero no lo fue para Lyudmila, quien conocía bien a su marido, Vladímir Vladímirovich Putin, y lo amaba pese a su frialdad.
Él mismo la había advertido de cómo iba a ser su relación el mismo día en el que le pidió matrimonio. “Mira, cariño, tienes que saber que mi carácter es complicado, imagino que habrás tomado una decisión sobre nosotros”, le dijo para pedirle después que se casaran. Ella pensó que él la estaba dejando.
Todas las notas y detalles sobre su vida y su relación los contó ella hace años, cuando era la primera dama rusa, en el libro ‘Vladímir Putin: camino al poder’, escrito por el periodista ruso Oleg Blotsky. Basada en entrevistas a su entorno más cercano, incluida Lyudmila, la única biografía ‘casi’ autorizada de Putin se publicó en 2002, cuando el mandatario llevaba solo dos años en el cargo. Hay en el libro un capítulo entero en el que ella recuerda y describe su vida juntos, cuándo se conocieron y cómo vivían antes de llegar al Kremlin.
30 años casados
Fueron 30 años de relación que se rompió en 2013 con un comunicado televisivo conjunto que dejó boquiabierto al país. Los rumores sobre su posible ruptura llevaban meses sobrevolando los pasillos de la Duma, pero nadie esperaba que ambos aparecieran en público para confirmarlo. Vladímir Putin ha sido el primero en muchas cosas, también en esto: es el primer mandatario ruso que se divorcia mientras está en el poder.
La relación de pareja empezó en los 80, cuando ella era azafata de vuelo y él, según le contó, era policía en la Alemania del Este. Lo cierto es que era espía, agente de la KGB, algo que Lyudmila no supo hasta un año y medio después. “No soltaba prenda, pero yo me daba cuenta de todo, lo percibía, lo veía”, reconoce Lyudmila, que se enteró de la verdadera profesión de su marido por un amigo de ambos.
Acaso porque su trabajo lo requería, Putin siempre tuvo un carácter frío y distante. Acaso fue al revés, por ese carácter había logrado el trabajo en la KGB. Sea como sea, lejos de apartarla, para su exmujer esa personalidad le daba confianza. Si un tipo así le declaraba su amor era porque era cierto, no había trampas en su vida.
Humillaciones
Con todo, antes de casarse vivieron momentos en los que ella se sintió humillada, tal como cuenta en el citado libro. Un episodio en concreto la dejó destrozada: Putin siempre fue un hombre muy puntual, así que ella trataba de llegar a las citas con antelación, para no decepcionar a su novio. Algunas veces, no obstante, atrapado por el trabajo, podía retrasarse. Un cuarto de hora, media hora… Pero aquel día había pasado una hora y el chico no aparecía. Ella estaba en una estación de metro, lugar habitual de sus citas, y esperó hora y media a que llegara el joven Putin. “Al principio tuve muchas ganas de llorar, a la hora y media dejé de tener sentimientos”, recordaba la entonces primera dama.
De ese carácter distante de Putin sale la famosa frase que pronunció cuando le preguntaron cómo se enfrentaba a su nueva vida de divorciado: “Ahora, lo primero es casar a mi esposa. Luego, ya pensaré en mí”. Y parece que lo consiguió, porque Lyudmila se casó en 2016 de nuevo, esta vez con un empresario ruso 20 años más joven que ella. Artur Ocheretny es su nueva pareja, con quien vive, según las crónicas locales, en Francia.
Amigos comunes
Nacido en 1978 en Tomilino, cerca de Moscú, este empresario tiene un pasado junto a Putin: en los 2000 fue director de una compañía que organizaba actos para el partido gubernamental Rusia Unida, para el Frente Popular Panruso y para Gazprom, entre otros. Todos relacionados con el Kremlin. Según los medios rusos, la pareja se conoció en aquellos días. Ahora lidera el Centro de Desarrollo de las Comunicaciones Interpersonales, una fundación creada por Lyudmila en el 2000.
Ni Putin ni su exmujer se han prodigado nunca en declaraciones públicas. Sus hijas, Maria y Katerina, son un misterio que ha llevado a la prensa rusa a investigarlas. Algunos aseguran que usan apellidos diferentes, que viven en el extranjero… Incluso se llegó a decir que nunca habían vivido en Rusia, a lo que, esta vez sí, Putin reaccionó: “Hace poco se publicó que mis hijas estudian y viven constantemente en el extranjero, ahora ya no lo escriben, ahora dicen que viven en Rusia, y es verdad, nunca han residido en el extranjero, han estudiado solo en Rusia, en universidades rusas. Hablan con fluidez tres idiomas europeos, una de ellas domina también uno o dos idiomas orientales”.
Estamos en 1983, en la Alemania Oriental. Lyudmila Putina vive aquí las últimas semanas de su primer embarazo, y su marido está de viaje de negocios. Cuando llega el momento del parto, la joven tiene que llamar a un taxi e ir sola al hospital, donde da a luz a su hija Maria. La escena puede parecer dura, pero no lo fue para Lyudmila, quien conocía bien a su marido, Vladímir Vladímirovich Putin, y lo amaba pese a su frialdad.