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Una tarde con Amal Clooney y Telma Ortiz (de lejos)
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Una tarde con Amal Clooney y Telma Ortiz (de lejos)

La mujer de George Clooney hizo un viaje relámpago a Madrid para hablar sobre derechos humanos en la conferencia We Choose Earth Tour. Entre el público, la hermana de la Reina

Foto: Amal Clooney, en Madrid. (Dani Mora/EDP)
Amal Clooney, en Madrid. (Dani Mora/EDP)

“Las estrellas dicen que nosotros somos los fugaces”, lanzó Macaco nada más empezar su actuación en el teatro EDP de Gran Vía, que ayer albergaba desde las cinco de la tarde y hasta las nueve de la noche la conferencia We Choose Earth Tour, en la que participan líderes mundiales como Céline Cousteau, el historiador y escritor Peter Frankopan, la joven activista de derechos humanos Sophia Kianni y la que más expectación generó: Amal Clooney (Beirut, 45 años). Fugaz es un término que se puede aplicar, sin equivocarnos, a la abogada de derechos humanos casada con George Clooney. Así fue su llegada al teatro, fugaz, solo diez minutos antes de que empezase su intervención, a las cinco de la tarde, y con un grupo de fotógrafos corriendo confusos hacia cualquier coche negro con cristales tintados que se parase cerca del teatro. Solo consiguieron acertar después de varios amagos –con las respectivas caras de extrañeza de la gente que se bajaba de los coches. Su objetivo era un elegante Mercedes que giró en Gran Vía y se adentró por las angostas y sucias calles de detrás de la avenida madrileña. Allí, en la calle Mostenses, Amal, elegante como una gacela y con su melena leona, ya nos había devorado.

Mientras Amal Clooney, vestida con un elegante mono amarillo, luchaba ferozmente por mantener su privacidad, en el interior del teatro una mujer con vestido de cuello halter blanco a lunares negros se mezclaba despreocupada entre la multitud. Se trataba de Telma Ortiz, la hermana de la Reina, quien pululaba entre las sillas de terciopelo rojo buscando su sitio sin que nadie reparara en ella.

Pronto descubrió que su asiento estaba en las primeras filas, y hacia allí encaminó sus pasos mientras su larga melena desaparecía entre los asistentes por uno de los pasillos del teatro. Su presencia en el acto estaba más que justificada dado su trabajo como jefa de divulgación en la ong internacional Concordia que se define a sí misma como “un convocante global de jefes de estado, funcionarios gubernamentales, ejecutivos de alto nivel y líderes de organizaciones sin fines de lucro, grupos de expertos y fundaciones para encontrar soluciones intersectoriales que aborden los mayores desafíos de nuestro tiempo”.

Según me contó una compañera periodista sentada a mi lado, no es la primera vez que se la encuentra en el último mes. Se cruzó con ella en el ballet de Tamara Rojo en el Teatro Real y también en aquella ocasión aparentemente nadie reparó en ella.

Amal salió por fin al escenario después de la actuación de Macaco, que interpretó ‘Blue’ y ‘Moving’ –“el primer hit medioambiental en España y Latinoamérica; una excepción maravillosa porque ese puesto lo suelen ocupar canciones de amor o de baile”, nos contaría el cantante por la mañana–. Allí, ante un atril transparente tan estiloso y esbelto como ella, Amal lanzó una pequeña broma para romper el hielo. “No sabía que mi intervención iba después de una banda de rock, me han dejado el listón muy alto”, lanzó, queriendo hacernos creer que ayer la verdadera estrella no era ella.

Su discurso empezó mencionando a sus hijos – “como madre de gemelos de 6 años estoy muy agradecida de que tanta gente intente crear un planeta más seguro y saludable para las generaciones futuras”– y siguió mencionando a sus “otros hijos”, es decir, algunos de los casos en los que está trabajando como abogada de derechos humanos: “Mi misión es parecida: ¿en qué tipo de Tierra queremos vivir y cómo debemos tratar a las personas que habitan nuestro planeta?”. Su intervención, que duró 15 minutos, se hizo amena y breve, hizo alguna mención a su marido “George” y solo una vez pareció perderse y titubear en su discurso –algo que la hizo parecer más humana–. Fue un segundo. Enseguida retomó las riendas y nos encandiló con su lema: “Un caso y un proyecto cada vez”. Y empezó a enumerar algunos de los asuntos que ha llevado, todos relacionados con la defensa de los derechos humanos: violaciones, abusos, mujeres, minorías religiosas…

placeholder Amal Clooney, durante la conferencia. (Dani Mora/EDP)
Amal Clooney, durante la conferencia. (Dani Mora/EDP)

Cuando terminó su speech, mantuvo una conversación tête à tête, esta vez sentada, con el portugués Miguel Stilwell d'Andrade, CEO de Energéticas de Portugal (EDP), la empresa promotora de esta iniciativa que se estrena por primera vez con este evento. Durante la charla, y antes de despedirse definitivamente, Amal Clooney habló sobre su fundación, Clooney Foundation for Justice, y Stilwell de las iniciativas sobre energías renovables de EDP. Cuando terminó la charla, también amena y breve, llegó el turno del siguiente ponente, Peter Frankopan, que subió al escenario con resignación: “A mí me toca hablar después de la banda rock y después de Amal Clooney…”.

El ojo que todo lo ve

Aunque Amal se había ido, su figura seguía presente: ella, a través de su equipo, tenía que aprobar las fotos que la agencia de prensa debía distribuir a los medios. Su férreo control se hizo notar muy pronto, cuando en la oscuridad del acto se me acerca susurrante una de las chicas de la agencia: “Nos dice Amal Clooney si podéis cambiar la foto que habéis utilizado para ilustrar una de vuestras noticias. La ha visto y no le gusta nada”. En efecto no era una de las fotos aprobadas. No había pasado ni una hora desde que Amal se había ido del teatro, ni media hora desde que la noticia se había subido a nuestra web. Todos, incluidos los de la agencia, alucinaban. ¿Cómo ha podido darse cuenta tan rápido?

En las antípodas de la mujer medida y controladora de su imagen que se ha revelado Amal estaba ayer una de las conferenciantes más interesantes del panorama medioambiental: Céline Cousteau. La nieta del famoso capitán Jacques Cousteau está acostumbrada a recorrer el mundo ofreciendo todo tipo de charlas sobre naturaleza, océanos, el Amazonas y la autoconciencia. Céline había llegado a Madrid el día antes, se iba de Madrid al día siguiente y antes de su intervención estuvo paseando por un parque y tentada de echarse la siesta bajo un árbol: “Quiero aprovechar y disfrutar de la ciudad”, nos contaría más tarde. Tras su intervención, en la que dinamizó la charla interactuando con el público –nos hizo levantarnos, respirar y sentir–, pudimos preguntarle sobre el tema estrella de las últimas semanas: la tragedia del submarino Titan. “Lo más bajo que yo he buceado son 42 metros, no soy una persona muy técnica, no me gusta ir tan abajo. La situación más peligrosa que yo he vivido fue una vez que estaba intentando bajar hacia un naufragio que estábamos grabando y había una corriente muy fuerte y me tuve que salir del agua. Nada que ver con lo del Titan”.

Entre tanto veterano se agradeció la voz de Sophia Kianni, una activista de 21 años que ha tomado el relevo a Greta Thunberg. La joven, de padres iraníes y nacida en Washington DC, se ha convertido en una potente voz a favor de la lucha contra el cambio climático. Con solo 18 empezó a colaborar con la ONU y con 20 ofreció su primer discurso. A través de una enorme red de colaboradores, su plataforma Climate Cardinals traduce todos los informes medioambientales en todos los idiomas, incluido el farsi, idioma que ella habla en casa. Su trabajo la ha llevado a codearse con todo tipo de celebrities como Jane Fonda o, ahora, Amal Clooney. ¿Quién es su favorita? “El papa Francisco. Me recibió en el Vaticano y fue un sueño. Mi relación con Dios siempre ha sido muy importante para mi trabajo y lo que me ha motivado a seguir”. Amén.

“Las estrellas dicen que nosotros somos los fugaces”, lanzó Macaco nada más empezar su actuación en el teatro EDP de Gran Vía, que ayer albergaba desde las cinco de la tarde y hasta las nueve de la noche la conferencia We Choose Earth Tour, en la que participan líderes mundiales como Céline Cousteau, el historiador y escritor Peter Frankopan, la joven activista de derechos humanos Sophia Kianni y la que más expectación generó: Amal Clooney (Beirut, 45 años). Fugaz es un término que se puede aplicar, sin equivocarnos, a la abogada de derechos humanos casada con George Clooney. Así fue su llegada al teatro, fugaz, solo diez minutos antes de que empezase su intervención, a las cinco de la tarde, y con un grupo de fotógrafos corriendo confusos hacia cualquier coche negro con cristales tintados que se parase cerca del teatro. Solo consiguieron acertar después de varios amagos –con las respectivas caras de extrañeza de la gente que se bajaba de los coches. Su objetivo era un elegante Mercedes que giró en Gran Vía y se adentró por las angostas y sucias calles de detrás de la avenida madrileña. Allí, en la calle Mostenses, Amal, elegante como una gacela y con su melena leona, ya nos había devorado.

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