El triste final de Neville, nieto mayor y ojito derecho de Vivien Leigh, la legendaria Escarlata O'Hara

Vivien Leigh solo tuvo una hija, Suzanne. La pequeña ni siquiera fue fruto de su segundo matrimonio con el que fue su gran amor, Laurence Olivier, pero aquella hija acabó dando lugar a toda una dinastía que, en principio, parecía impensable para la estrella británica que encarnó a la inolvidable Escarlata O'Hara en el clásico entre clásicos, 'Lo que el viento se llevó'. El hijo mayor de Suzanne, y nieto favorito de la legendaria actriz, ha fallecido a principios del pasado mes de febrero, según ha constatado Vanitatis a través de Elvira Clara Bonet, amiga española de la familia que incluso conoció a Leigh, a la que visitó en su domicilio de Londres en la década de los 60.

Nacido en 1958, Neville Leigh Farrington ha muerto a los 65 años a causa de un cáncer de pulmón. Cuando Neville era solo un niño, tuvo la oportunidad de conocer a su famosa abuela, que murió a los 53 años en 1967. La causa fue la tuberculosis que padecía desde hacía mucho tiempo.

Directivo y persona muy respetada en el ámbito laboral, Neville era hermano de Jonathan y Rupert, los otros dos nietos de la estrella de 'Un tranvía llamado deseo'. Rastreando internet, aún se pueden encontrar fotos de la época en la que era solo un bebé y estuvo presente en alguno de los rodajes de su abuela, como el de 'La primavera romana de la Sra. Stone', segunda adaptación de Tennessee Williams en la que Leigh participó tras encarnar a la desdichada Blanche Dubois del 'Tranvía'.

En 2015, fue Rupert, otro de los nietos de Leigh, el que comunicó la muerte de Suzanne. La madre de Neville siempre fue ejemplo de discreción british: nunca quiso hablar en público de su progenitora, pese a que poseía la mayor parte de su correspondencia personal una vez que esta falleció. Las razones están claras. Nacida en Bulstrode Street un 12 de octubre de 1933, Suzanne no vivió demasiado tiempo con Vivien Leigh. Una vez adulta, aseguran que hasta tenía que avisar con antelación, como cualquier otra visita, si quería ir a su casa a verla.

El reinicio de las relaciones entre madre e hija coincidió con la etapa más tormentosa de Leigh, cuando sus desequilibros mentales la llevaron a divorciarse de Laurence Olivier y la hicieron someterse a durísimas sesiones de electroshock. Murió a los 53 años en 1967, víctima de esos delirios y de la mencionada tuberculosis mal tratada. Los teatros británicos incluso apagaron sus luces en señal de duelo. Considerada una beldad durante toda su existencia, ese porte físico llegó a oscurecer a la que sin duda era una gran intérprete, tanto teatral como cinematográfica (aunque en el cine se prodigó poco pese a ser la protagonista del film más visto de todos los tiempos).

Suzanne asistió a todos los funerales y homenajes a su madre. También prestó algunas de las misivas de Leigh al escritor Hugo Vickers para que escribiese una biografía de Leigh. Farrington fue partícipe del reinicio de esa relación de su madre y de su abuela, y durante años ha sido, como el resto de sus hermanos, un fiel defensor de la memoria de Vivien Leigh como una de las mejores actrices del siglo XX y una verdadera leyenda del Reino Unido y de Hollywood.

Una anécdota triste

Hace pocos meses, este medio publicaba una triste anécdota también relacionada con Leigh. El protagonista era Patrick Stewart, protagonista de 'Star Trek: The Next Generation' o los 'X Men'. En su juventud, el actor tuvo la suerte de ver 'Lo que el viento se llevó' al lado de la mismísima Escarlata O'Hara; es decir, Vivien Leigh. Stewart conoció a la actriz cuando él ejercía de secundario teatral en las obras del West End londinense. Aunque se cruzó con ella varias veces a lo largo de su vida, la anécdota que narró en el pódcast 'Conan O’Brien Needs a Friend' es de esas para recordar toda la vida. Stewart acudió a una gran reposición de 'Lo que el viento se llevó' a mediados de los 60, pocos años antes de que la propia Leigh falleciese.

"Yo estaba sentado a un lado de ella, y su novio (John Merivale) estaba sentado al otro lado de ella con un traje fabuloso y caro. Vi que se tocaba la cara con bastante frecuencia y finalmente se volvió hacia mí, tomó mi mano y me dijo: 'Patrick, voy a tener que irme. Esto es muy perturbador. Verás, muchas de estas personas encantadoras con las que trabajé ya están muertas y eso me molesta. Así que gracias por compartir esto. Espero que disfrutes la noche'. Y se levantó, y ella y John salieron. Estaba tan conmovido. Podría haberse ido simplemente. No tenía la necesidad de darme las gracias por venir y lo de 'es muy amable de tu parte' y explicarme por qué estaba llorando", dijo el actor, que recuerda cómo Vivien se tocaba continuamente la cara para secarse las lágrimas.

La reciente anécdota se suma a la de la muerte de su nieto mayor, otra pérdida para una familia que ya llega a su quinta generación y que mantiene vivo el recuerdo de la estrella que juró, ante una cámara, que nunca más volvería a pasar hambre.