La fachada social de Notre Dame: bodas reales, funerales de Estado y leyendas en su reapertura
La catedral, que reabre sus puertas tras cinco años del fatídico incendio, se ha convertido en todo un emblema gracias a los eventos que ha albergado durante sus 700 años de historia
“Decid si habéis visto u oído en el mundo algo tan rico, tan alegre, tan dorado, tan deslumbrante como este tumultuoso repique de campanas”, describía Victor Hugo los sonidos de la catedral de Notre Dame hace dos siglos en ‘Nuestra Señora de París’. Tras cinco años de silencio, ese repique volverá a llenar el corazón de París con la reapertura del templo el 8 de diciembre, después de su devastador incendio en 2019. Esta joya del gótico francés, cuya historia se entrelaza con los grandes acontecimientos de la crónica social y política europea, vuelve a la vida.
Desde su fundación en el siglo XII bajo el mandato del rey Luis VII, la iglesia se ha convertido en el escenario predilecto de la monarquía francesa. El arzobispo Maurice de Sully, su impulsor, comenzó una obra que no solo trascendería su tiempo, sino que sería testigo de momentos clave en la historia de Francia. Entre ellos, se destacan bodas reales que marcaron alianzas políticas y religiosas fundamentales en Europa.
El primero de estos grandes enlaces se dio en 1558. María de Escocia, más conocida como la reina María Estuardo, unió su destino al del delfín Francisco, quien ascendería al trono como Francisco II. Esta boda en la catedral simbolizó la alianza entre Francia y el país vecino, reforzando la influencia católica en un tiempo de tensiones religiosas. Aunque duró poco, porque un año más tarde de la celebración, murió su marido.
Catorce años después, en 1572, Notre Dame fue el escenario de otro matrimonio histórico: el de Enrique IV de Francia y Margarita de Valois. Aunque planeado como un gesto de reconciliación entre católicos y protestantes, este enlace precedió la tragedia de la matanza de San Bartolomé. Las calles de París, abarrotadas de hugonotes —así se llamaban los protestantes franceses— llegados para celebrar la boda, se convirtieron en el escenario de uno de los episodios más sangrientos de las guerras de religión.
El siglo XIX también dejó su huella en la icónica iglesia. Uno de los momentos más icónicos en su historia fue la coronación de Napoleón Bonaparte en 1804. Este evento marcó no solo la restauración del templo como un centro religioso tras los estragos de la Revolución Francesa, sino también el poder del emperador. El general, en un gesto inusual, se puso a a sí mismo y a su esposa, Josefina, la corona en presencia del Papa Pío VII, subrayando su autoridad suprema. La escena, inmortalizada por el pintor Jacques-Louis David, simboliza la importancia de Notre Dame como un emblema nacional.
Décadas más tarde, la familia Bonaparte volvió a recorrer el pasillo de la catedral. Fue allí donde se celebró la boda de Napoleón III y Eugenia de Montijo en 1853. Este evento, que selló la unión del emperador con la aristócrata española, reafirmó la posición de la catedral como el lugar donde la política y el simbolismo religioso convergían.
Un refugio para la despedida
No todo lo que ha visto este edificio han sido festejo: también ha sido testigo de despedidas solemnes. En 1996, acogió el funeral de Estado de François Mitterrand, expresidente de Francia. Este evento reunió a 61 jefes de Estado, incluyendo a figuras como Fidel Castro, Al Gore y Borís Yeltsin, así como a los Reyes de España, Juan Carlos y Sofía. Pero no fue el único.
Aunque el funeral oficial del general Charles de Gaulle tuvo lugar en su localidad natal de Colombey-les-Deux-Églises, París le rindió un emotivo homenaje en la catedral con una misa solemne que reunió a líderes de todo el mundo. Además, la catedral albergó los entierros de personalidades como Paul Claudel, destacado poeta y dramaturgo profundamente influido por su fe católica, o Jean-Baptiste Charcot, renombrado explorador polar que dejó un legado significativo en la investigación de la Antártida.
En tiempos de tragedia, como los atentados terroristas que sufrió la ciudad francesa durante 2015, la catedral se transformó en un refugio. A principios de año, tras el primer ataque a la redacción de 'Charlie Hebdo', decenas de personas se congregaron en sus puertas alzando simbólicamente un lápiz mientras guardaban un minuto de silencio. Más tarde, en noviembre, sucedieron el tiroteo y toma de rehenes en la sala Bataclan y los suicidas islamistas que se congregaron en terrazas de bares y restaurantes, alrededor del Estadio de Francia y demás lugares. Para entonces, Notre Dame se convirtió en el epicentro del duelo nacional y albergó la sepultura de las 130 víctimas mortales que se cobraron, demostrando su capacidad para unir a la sociedad en los momentos más oscuros.
De la literatura al cine: un icono cultural
La iglesia es algo más que un templo religioso, el edificio se ha convertido en un emblema cultural. Los más jóvenes se acercaron a la iglesia a través de la película de Disney ‘El Jorobado de Notre Dame’. Los más mayores por la fuente de inspiración de la cinta: la historia de amor entre Quasimodo y Esmeralda que trazó Victor Hugo en ‘Nuestra Señora de París’. El escritor la inmortalizó con tanta sensibilidad que no solo salvó la catedral del abandono, sino que llevó a varias generaciones a soñar con su majestuosa silueta.
Notre Dame, testigo de coronaciones, bodas reales, funerales de Estado y leyendas inmortales, vuelve a abrir sus puertas tras el incendio que conmocionó al mundo en 2019 que devastó el techo y la aguja de la catedral. Cinco años más tarde, recupera su lugar en la memoria colectiva de la humanidad. Una vez más, su repique de campanas invitará al mundo a mirar hacia su gloriosa fachada y su historia, que sigue escribiéndose siglo tras siglo.
“Decid si habéis visto u oído en el mundo algo tan rico, tan alegre, tan dorado, tan deslumbrante como este tumultuoso repique de campanas”, describía Victor Hugo los sonidos de la catedral de Notre Dame hace dos siglos en ‘Nuestra Señora de París’. Tras cinco años de silencio, ese repique volverá a llenar el corazón de París con la reapertura del templo el 8 de diciembre, después de su devastador incendio en 2019. Esta joya del gótico francés, cuya historia se entrelaza con los grandes acontecimientos de la crónica social y política europea, vuelve a la vida.