Hedy Lamarr, la mujer "más bella del mundo", el primer orgasmo del cine y la inteligencia que inventó el wifi
Se cumple un cuarto de siglo del fallecimiento de la protagonista de 'Sansón y Dalila', que empieza a ser más recordada por sus inventos que por su carrera como actriz
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"Pues ya era hora". Esas fueron las palabras de Hedy Lamarr, una de las mayores bellezas de la historia del cine, cuando su país natal, Austria, le entregó en 1998 la medalla Kaplan. Se trata del mayor reconocimiento a los logros inventivos en ese país y ella, precursora del wifi tras idear una variante del espectro ensanchado que permite las comunicaciones inalámbricas de largas distancias, lo merecía más que nadie. Su frase a modo de queja tenía razón de ser: durante la mayor parte de su vida, la protagonista de 'Argel' fue solo la chica guapa de las películas del Hollywood de los años 40, una belleza algo inexpresiva a la que nadie habría tomado en consideración como intelectual.
El 19 de enero se cumplieron 25 años de la muerte de aquella joven austríaca que la Metro-Goldwyn-Mayer bautizó como "la mujer más bella del mundo" nada más ser contratada, en 1938. Nacida en Viena e hija de judíos con buena posición económica, se crio entre internados y colegios de prestigio. En uno de ellos, de hecho, llegó a coincidir con otra futura estrella, Vivien Leigh, muchos años antes de que esta protagonizase 'Lo que el viento se llevó'. También estudió ingeniería y, a los 16 años, empezó a interesarse por las artes escénicas, ingresando en la prestigiosa escuela del director teatral Max Reinhardt.
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A principios de los años 30, la joven contrajo matrimonio con Friedrich Mandl, un constructor de armamento de orientación nazi con el que se casó para proteger a sus padres judíos. Si Mandl tuvo un papel importante en su carrera como actriz fue el de tratar de eliminar todo rastro de 'Éxtasis'. Se trataba de una película en la que Hedy Lamarr aparecía completamente desnuda. La rodó poco antes de casarse y, según contaba ella misma, rodó aquella escena erótica de manera inconsciente. La intención de los primeros planos que le pedía el director, y que simulaban un orgasmo, nunca se le explicó bien. Sin embargo, las copias de aquella película de un erotismo brutal han permanecido hasta nuestros días.
Lo que no duró fue el matrimonio de conveniencia de la ya incipiente actriz. Al término de una noche de fiesta en su casa, demostró la inteligencia que la caracterizaría durante toda su vida. Empeñada en poner tierra de por medio y alejarse de su marido, sedó a la criada con unas píldoras, cogió su ropa y sus joyas y huyó de su hogar y del nazismo en una bicicleta. Posteriormente, tomó un tren que la condujo hasta París, donde conoció a Louis B.Mayer. Impresionado por su belleza, la reclutó para su estudio, la Metro-Goldwyn-Mayer. Ella, en un acto que se anticipó al feminismo, rechazó el dinero que el magnate le ofrecía y le pidió bastante más. No convenció al gerifalte de la Metro hasta que, de forma estratégica, se embarcó en el mismo navío que él y su esposa. Al ver cómo la miraban todos los hombres, Mayer aceptó pagarle lo que ella quisiera y se empeñó en hacer grande su nuevo nombre. Instalada en Hollywood, pasó de ser Hedwig Eva Maria Kiesler a Hedy Lamarr.
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Aunque fueron muchos los que parodiaron su comentada inexpresividad, a principios de los 40 y desde 'Argel', su primera película norteamericana, compartió plano con grandes de la talla de Charles Boyer (en la propia 'Argel'), Clark Gable ('Camarada X') o Spencer Tracy ('Fruto dorado'). En muchos de aquellos títulos lo que más destacaba era su belleza, como si ella no fuese más que un bonito objeto decorativo. Tampoco ayudó que rechazase proyectos como 'Casablanca', que acabaron en manos de Ingrid Bergman. Los que la conocían en la intimidad sabían que la beldad más grande del Hollywood también tenía cerebro. Lo demostró, por ejemplo, en 1946, cuando se convirtió en productora, algo que pocas mujeres hacían, de 'La extraña mujer' (1946). Aunque aquel título fue un enorme fracaso, en parte porque nadie aceptaba que una estrella controlase su propia carrera, Lamarr no desistió en su empeño de ser algo más que la chica bonita. Incluso cuando protagonizó su película más legendaria, 'Sansón y Dalila' en 1949 y a las órdenes de Cecil B.DeMille. 'La mujer más bella del cine dando vida a la mujer más bella de la Biblia', decía la frase publicitaria.
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Ninguna película estuvo a la altura de su dedicación privada, cuando huía de las fiestas y el oropel de Hollywood y se refugiaba en casa, junto a su amigo, el compositor George Antheil, para inventar cosas y desarollar su faceta científica. Juntos, y con la ayuda del legendario productor y aviador Howard Hughes, desarrollaron la patente de un mecanismo de guía por radio para torpedos, algo que precedió al wifi. No solo no se la reconoció por su invento, sino que el gobierno norteamericano, aprovechando una ley contra los ciudadanos de países alineados con Alemania en la Segunda Guerra Mundial (ella, que había huido de los nazis, no dejaba de ser austríaca) se apropió de dicha patente. Es cierto que la actriz inventora también se equivocó en alguna ocasión (ideó unas píldoras para reproducir la fórmula de la Coca-Cola para los soldados) pero aquella invención fue fundamental para las estrategias militares en tiempos de guerra.
En 1958, a los 44 años, rodó su última película. Casada en seis ocasiones, desde su último divorcio en 1965, hasta su muerte en el año 2000, no volvió a casarse. En esas décadas no protagonizó películas, sino escándalos. En 1966, por ejemplo, fue detenida por robar en unos grandes almacenes, lo cual impidió que volviese al cine con 'La muñeca de trapo', que acabó protagonizando Zsa Zsa Gabor. Enfermizamente aficionada a las operaciones estéticas, debido a un mal llevado complejo por envejecer (toda una paradoja en una persona tan inteligente como ella) su rostro se convirtió en un chiste recurrente en los medios de comunicación.
Refugiada en su casa de Miami como una ermitaña, solo se comunicaba con el exterior por teléfono. A sus 85 años, un 20 de enero de 2000, se fue para siempre con la impresión de que sus grandes ojos, su carnalidad y sus salidas de tiesto habían importado más que su faceta como inventora. Paradójicamente, mientras su vertiente como superestrella de Hollywood se desvanece para las nuevas generaciones, su impronta como científica no deja de crecer día a día. De hecho, el 9 de noviembre se celebra el Día Internacional del Inventor en honor a ella, esa mujer que demostró que belleza e inteligencia sí pueden ir parejas en una misma persona.
"Pues ya era hora". Esas fueron las palabras de Hedy Lamarr, una de las mayores bellezas de la historia del cine, cuando su país natal, Austria, le entregó en 1998 la medalla Kaplan. Se trata del mayor reconocimiento a los logros inventivos en ese país y ella, precursora del wifi tras idear una variante del espectro ensanchado que permite las comunicaciones inalámbricas de largas distancias, lo merecía más que nadie. Su frase a modo de queja tenía razón de ser: durante la mayor parte de su vida, la protagonista de 'Argel' fue solo la chica guapa de las películas del Hollywood de los años 40, una belleza algo inexpresiva a la que nadie habría tomado en consideración como intelectual.