La fórmula de la felicidad según el papa Francisco: "Puedes tener defectos, estar ansioso y vivir enojado a veces, pero no olvides que tu vida es la empresa más grande del mundo"
Con sus últimas palabras públicas, convirtió el cierre de su pontificado en un acto de amor profundo
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El papa Francisco ha fallecido esta mañana a los 88 años en su residencia de Santa Marta, después de una larga lucha contra los problemas respiratorios que lo alejaron de las celebraciones de la Semana Santa. Su último mensaje al mundo, sin embargo, resonó con fuerza ayer, domingo 20 de abril, en la plaza de San Pedro, durante la misa del Domingo de Resurrección. La homilía, leída por el cardenal Angelo Comastri debido a su frágil estado de salud, ha quedado como testamento espiritual de un pontífice que hasta el final quiso hablarle al corazón de la humanidad.
Ante más de 35.000 fieles congregados, Comastri dio voz a unas palabras que, hoy, cobran un nuevo y profundo significado. Francisco, con el tono cálido y directo que lo caracterizó durante todo su pontificado, ofreció una reflexión sobre la felicidad, el sufrimiento y el valor de la vida. “Puedes tener defectos, estar ansioso y vivir enojado a veces, pero no olvides que tu vida es la empresa más grande del mundo”, comenzaba el texto, que alternaba el realismo de los desafíos cotidianos con una invitación a vivir con gratitud y esperanza.
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El papa insistía en que ser feliz no significa tener una vida perfecta, sino aprender a atravesar las tormentas con dignidad, a aceptar los fracasos como lecciones, a encontrar belleza en lo simple y en lo oculto. “Ser feliz es dejar vivir a la criatura que vive en cada uno de nosotros, libre, feliz y sencilla”, escribió. Fue una homilía profundamente humana, casi confesional, en la que Francisco repasaba lo esencial: la gratitud, el perdón, la humildad, el coraje de amar.
En otro pasaje clave, recordaba que “la vida vale la pena vivirla, a pesar de todos los desafíos, malentendidos y periodos de crisis”. Una frase que, a la luz de su delicado estado de salud y su fallecimiento pocas horas después, suena como una despedida serena, pero firme, de quien siempre defendió la dignidad de cada vida, incluso en medio del dolor. Francisco también dejó claro que Jesús no está en el sepulcro, sino “en el rostro de los hermanos, en lo cotidiano, en los pequeños gestos de amor”. Añadió que Cristo “llora las lágrimas de quien sufre y multiplica la belleza de la vida” y pidió a los fieles no quedarse atrapados en “seguridades religiosas” ni en la tristeza, sino salir “a buscarlo con alegría”.
Aunque no pudo pronunciar él mismo estas palabras, el papa sí se asomó brevemente al balcón central de la basílica de San Pedro para la tradicional bendición Urbi et Orbi. Sin las gafas nasales que lo asistían para respirar, y con un hilo de voz, se limitó a decir: “Queridos hermanos y hermanas, buena Pascua”, antes de delegar la lectura del mensaje litúrgico.
La salud de Francisco se había deteriorado notablemente en los últimos días. Su presencia en los actos de Semana Santa fue mínima: el Jueves Santo hizo una breve visita a los reclusos de la cárcel de Regina Coeli, como había hecho desde el inicio de su pontificado, y el sábado apareció por sorpresa en la basílica de San Pedro para rezar en silencio, saludando a algunos peregrinos estadounidenses. A la salida, cuando fue preguntado por cómo vivía la Semana Santa en medio de su fragilidad, respondió simplemente: “La vivo como puedo”.
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El papa Francisco ha fallecido esta mañana a los 88 años en su residencia de Santa Marta, después de una larga lucha contra los problemas respiratorios que lo alejaron de las celebraciones de la Semana Santa. Su último mensaje al mundo, sin embargo, resonó con fuerza ayer, domingo 20 de abril, en la plaza de San Pedro, durante la misa del Domingo de Resurrección. La homilía, leída por el cardenal Angelo Comastri debido a su frágil estado de salud, ha quedado como testamento espiritual de un pontífice que hasta el final quiso hablarle al corazón de la humanidad.