paz
vega

NO HABRÁ PAZ PARA LOS MALVADOS

Texto Nacho Gay
Fotografía enrique selma
Vídeo mario magaña
desarollo maría mateo
diseño blanca casanova & sofía sisqués
peluquería beatriz matallana para dyson
estilismo santiago tello
diseño blanca casanova & sofía sisqués
desarollo maría mateo

az Vega se alza sobre el skyline de Madrid como si encarnara, por un instante, la heroína silenciosa de una película de Antonioni: contemplativa, elegante, con la ciudad a sus pies y una historia a punto de ser contada. Es viernes, llueve ligeramente sobre el rooftop de WOW Concept, en el corazón palpitante de la Gran Vía (número 18), donde está teniendo lugar un shooting de moda tan luminoso como ella misma: hablamos de ese tipo de luz que no se fabrica, que se cincela con el paso del tiempo, con sus contrastes, ciertas heridas teñidas en azabache, generando el claroscuro emocional de una escena perfectamente iluminada. A su lado, Ava —su hija, su cómplice, su testigo— y uno de sus dos hijos varones, el menor, Lenon. Allí, entre cambios de vestuario que evocan a las musas de Fellini y gestos suspendidos dignos de un plano de Agnès Varda, la actriz sevillana despliega esa mezcla serena de magnetismo y templanza que ha hecho de ella no solo un rostro, sino también una mirada. 

La sesión se convierte con el paso de los minutos, más que una producción de moda, en una coreografía íntima de tres generaciones: dos presentes en el set y una en off, en la pantalla de un cine en el que en ese mismo momento se proyecta ‘Rita’, la ópera prima como directora de Paz, un retrato arrollador de la infancia con claros tintes autobiográficos. Ava, aprendiz de actriz y heredera emocional, se mueve entre cámaras y luces con la curiosidad atenta de quien sabe que lo importante no es el foco, sino lo que ocurre justo fuera del encuadre. Entre ellas flota un vínculo invisible, sutil y poderoso como la elipsis en una buena película: la continuidad afectiva de una estirpe de mujeres que se piensan y se narran. Y con un hombre, el pequeño de la casa, que las observa de lejos, con respeto y admiración. 

ella es

directora

de cine

Paz Vega
La actriz con vestido americana sobre otro de capas en gasa de seda de Acromatyx, lo lleva con botas stretch de Aquazzura.
Las joyas son de Messika.

‘Rita’ representa tu entrada triunfal al territorio de la dirección. ¿Recuerdas el instante —consciente o visceral— en que dejaste de querer interpretar historias ajenas y supiste que la tuya pedía ser contada?

Ese pensamiento me ha perseguido desde siempre, pero como mi trabajo en la interpretación ha sido tan intenso, nunca veía el momento para sentarme a escribir. Hasta que llegó el día y, en el mismo teléfono, esbocé una pequeña sinopsis. Ese fue el comienzo, hace unos ocho años. 

Como amante del cine y del misterio, no debería preguntar esto, pero lo haré: ¿es Rita tu alter ego cinematográfico? ¿Dónde dialogan, sin palabras, aquella niña sevillana de los años 80 y esta mujer que filma desde las grietas y los márgenes? 

En cada mirada, en cada pregunta, en cada suspiro. En los pies descalzos sobre la loza de granito, en el calor oscuro de una tarde de verano, entre las sábanas blancas tendidas. En la alegría del primer día de vacaciones. Rita y yo somos una, y lo más hermoso es que, a pesar de contar algo tan personal, la gente conecta de manera muy profunda en esos lugares comunes en los que nos podemos reconocer. 

En tu recorrido internacional, ¿te enfrentaste a dinámicas de poder, silencios incómodos o desigualdades que hoy, con la lucidez del tiempo, lees de otro modo? 

Claro. He vivido situaciones en el pasado que ahora serían muy reprobables e incluso denunciables. Me tocó defenderme sola y eso me hizo más fuerte. Afortunadamente, ahora las cosas son diferentes, también y sobre todo porque hay cada vez más consciencia por parte de todos de lo que es aceptable o no. Pero no podemos bajar la guardia.

No me interesaba ser la chica de moda. Preferí ir a contracorriente y asumir riesgos.

¿Te ha encasillado el cine alguna vez? ¿Sientes que ciertas miradas quisieron reducirte a un arquetipo, como tantas veces sucedió en la era dorada de Hollywood con las mujeres que brillaban demasiado?

He luchado para que eso no pase, y por eso quizás mi carrera es un poco inclasificable. No me quise repetir y no quise jugar a ser la chica de moda. Tampoco he cogido ningún atajo y no me ha importado ir a contracorriente, como por ejemplo hacer televisión cuando era considerado un medio de segunda. He asumido muchos riesgos y he aprendido de los errores. La gente cree conocerme, y a muchos les gusta poner etiquetas, pero no tienen ni idea, y debe seguir siendo así. 

¿Ha sido la dirección una forma de reconciliarte con zonas tuyas que la interpretación no alcanzaba, un acto de emancipación narrativa, como el salto de Varda de la fotografía al cine? 

En la interpretación he hecho casi de todo, cosas muy buenas, otras no tanto, pero hubo un momento en el que no podía evitar ponerme en los zapatos del director, cuestionando y analizando sus decisiones. Y claro, sufría. Por eso, la escritura y la dirección me permiten drenar y tener el control del relato. Y esto me da mucha paz.  

Paz Vega y su hija Ava posan en los premios Vanitatis
Paz Vega

madrede

familia

numerosa

Has sido distinguida con el Premio Mujer del Año Vanitatis 2025. ¿Cómo viviste aquella noche donde se celebraba no solo tu salto a la dirección, sino también tu presencia en el imaginario colectivo del cine español? 

Lo viví con mucha emoción y gratitud. Sentir el cariño y el respeto de un medio tan importante e influyente como Vanitatis significa mucho para mí. Además, este reconocimiento llega en un momento de cambio, de transición, así que lo recibí con la humildad del que aún le queda mucho camino por recorrer.

¿Qué atravesó tu cuerpo —y tu memoria— cuando fue tu hija Ava quien te entregó ese galardón? ¿Lo sabías antes de llegar al teatro? 

No lo sabía, era una sorpresa que me tenían preparada. Pero al llegar, a alguien se le escapó y me enteré. Lo que no podía imaginar era que me iba a dedicar esas palabras tan bonitas. Fue muy emocionante e inspirador, y algo que quedó grabado para siempre en mi corazón. 

En esta sesión en el rooftop Gran Vía 18, Ava está observando cada transformación con una mezcla de fascinación y ternura. ¿Qué crees que ella ve en ti que tú aún no alcanzas a ver? 

Honestamente, no lo sé, habría que preguntarle a ella. Ava tiene una cualidad y es que mira de verdad y me ve como soy. Sin artificios, sin “maquillaje”, con mis luces y mis sombras. A veces, con ella, me siento vulnerable y descanso en su hombro. Me despojo de todo y simplemente soy y estoy presente.

Cuando los hijos crecen, ¿cómo muta la maternidad? ¿Qué ocurre cuando comienzan a verte también como mujer, como artista, como figura pública y no solo como madre?

Es una etapa preciosa porque estableces con ellos un diálogo de tú a tú. Ya no solo eres su guía, sino que ahora eres observada y vives bajo su mirada, que ha adquirido un criterio propio. Como madre lo hago lo mejor que puedo, como todas las madres. Aunque siento que pase lo que pase o haga lo que haga, siempre seré su madre por encima de cualquier otra cosa. 

Cuando los hijos crecen,ya no solo
eres su guía.También
vives bajo su mirada.

A lo largo de esta conversación ha estado muy presente Ava, pero eres madre de tres. ¿Qué papel juegan Orson y Lenon en tu mundo, y cómo se entrelaza su mirada con la mujer que eres hoy? 

Aunque suene a tópico, mis hijos son mi mayor tesoro. ¡Nuestro mayor tesoro! Orson, que acaba de cumplir 18 años, es muy noble y tranquilo. Es el mayor y ejerce como tal, abriendo camino. Lenon es pura pasión, de una energía desbordante y muy creativo. Disfruto mucho con ellos, cada día. 

unamirada

femenina

como acto político

Paz Vega
Con un total look de Giorgio Armani, compuesto por camiseta con escote ovalado, cinturón, botín de ante bordado y pantalón de seda.

Cuando es una mujer quien encuadra, quien decide el punto de vista, ¿qué cambia en la forma de narrar el cuerpo, el deseo o la pérdida? ¿Se transforma también el tiempo de la historia?

Sí. Cambia el tempo del relato y los silencios ocupan los espacios. Aparece lo que no se dice, lo que no se ve pero se siente. El cuerpo ya no es objeto, es lenguaje. El deseo no es solo erotismo, es impulso vital. Y el tiempo… el tiempo se estira, se detiene, se escucha. Creo que estamos asistiendo a un boom de mujeres cineastas con mirada propia. Es un lenguaje al que cada vez nos estamos acostumbrando y que supone una revolución en la narración. 

Paz Vega
PaMax Mara, con camisa y pantalón corto de algodón y gafas de la colección Eyewear-Marcolin.

Desde tu perspectiva, ¿qué obstáculos siguen presentes para las mujeres que, como tú, desean contar desde el lugar de la mirada y no solo desde el de la presencia?

La mirada femenina en el arte es necesaria y no debe ser una anécdota o un cupo. Para las mujeres, mirar sigue siendo un acto político. Y eso incomoda. Pero ahí está la fuerza: en incomodar para avanzar. El verdadero equilibrio llegará cuando ni siquiera haya que hacer estas preguntas, y se hable no de cine hecho por mujeres, sino simplemente de películas buenas o malas, sin importar quién esté detrás de la cámara. Aún queda camino para que esto se dé. 

Conjunto de blusa en muselina azul de inspiración japonesa con pantalón palazzo en tejido denim by Beatriz de la Cámara. Bailarina de napa by Max Mara.
Paz Vega
Conjunto de blusa en muselina azul de inspiración japonesa con pantalón palazzo en tejido denim de Beatriz de la Cámara, las bailarinas de napa son de Max Mara.

De Paz a Rita y viceversa

Rita, ópera prima de Paz Vega, es una delicada y poderosa mirada a la infancia envuelta en silencio y coraje. Ambientada en la Sevilla de 1984, la película sigue a una niña de siete años que, sin comprender del todo, percibe la violencia que sacude a su familia. A través de sus ojos vemos un hogar marcado por el machismo, el miedo y la resistencia silenciosa de su madre, mientras el verano y los juegos contrastan con el trasfondo sombrío.

Vega dirige, escribe, produce y actúa en esta cinta íntima y conmovedora, que debutó en Locarno y se presentó también en la Seminci. La crítica ha elogiado su sutileza al tratar la violencia de género, sin sensacionalismos, desde la mirada infantil. Su frase materna —“Estudia para que nunca dependas de nadie”— resuena como un mantra generacional. Rita recibió una nominación al Goya a Mejor Dirección Novel, consolidando el nuevo rol de Vega como cineasta.

La cinta no solo es una narración, sino también una carta de amor a la infancia herida, a la dignidad femenina y al valor de las mujeres de los 80. Es, además, un acto de memoria personal, una evocación íntima que, sin nombrarla, nos habla profundamente de Paz Vega.