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Pujol, Alberto Isla y los líos de faldas
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Gema López

Malas Lenguas

Por
Gema López

Pujol, Alberto Isla y los líos de faldas

Semana de gripe en la cama y con tan escasa movilidad que las energías sólo me han dado para alcanzar al botón del mando a distancia

Foto: Jordi Pujol Ferrusola y Alberto Isla (Gtres)
Jordi Pujol Ferrusola y Alberto Isla (Gtres)

Semana de gripe en la cama y con tan escasa movilidad que las energías sólo me han dado para alcanzar al botón del mando a distancia y ver la televisión. Y así, entre delirio y delirio, dos nombres que se iban sucediendo una y otra vez en mi cabeza, como en una especie de pesadilla interminable: Jordi Pujol y Alberto Isla, Alberto Isla y Jordi Pujol. El resto del mundo parecía haberse paralizado frente a las desventuras de dos señores que, por momentos, se solapaban en mi mente y que en el cénit de mi subida de temperatura llegué a confundir.

El momento culmen llegó el viernes por la noche cuando, tras tomarme la última dosis de Bisolgrip, vi la luz. Mientras que en Cuatro, durante el estreno de La Otra Red, Victoria Álvarez verbalizaba los supuesto malos tratos que le inflingió Jordi Pujol Ferrusola durante el tiempo que duró su relación, en Salvamé Deluxe una muchacha de nombre Anabel increpaba a Alberto Isla para que se sentase en el polígrafo a cambio de hacerse ella en directo un Predictor, pues la chica asegura no sólo que está embarazada, sino que el niño que lleva en sus entrañas es del que hasta hace poco tiempo era novio de la hija de la Pantoja.

A final, y disculpen la comparación, todo se reduce a un lío de faldas, que en un caso servirá para que una anónima pueda llevarse unos cuantos cuartos a su casa con el considerable abucheo del público, pero que en el otro puede hacer girar de manera considerable el futuro de Cataluña. Porque lo que comenzó como la confesión de una mujer despechada ha servido para tirar de la manta y poner sobre el tapete lo que durante muchos años algunos se han esforzado por mantener oculto.

Recuerden lo que sucedió con Mayte Zaldívar y las bolsas de basura, con Mónica Lewinsky y sus pruebas de cargo guardadas o con la mismísima Lady Di y su confesión televisada en la que aseguraba que en su matrimonio eran tres.

La historia siempre ha estado plagada de mujeres despechadas capaces de mover sólidos cimientos sobre los que se asentaban alcaldías, presidencias y monarquías. La penúltima, Valerie Trierwelier, ex primera dama gala. El día que François Hollande le reconoció haberla engañado durante meses ella le miró a los ojos y le amenazó: "Te destruiré". Dicho y hecho: Valerie acaba de publicar un libro contando sus sufrimientos en el Eliseo terminando de hundir la deteriorada imagen pública del Presidente.

Al final no hay tanta diferencia entre unos y otros, entre ricos y pobres, políticos, presidentes o famosillos de quinta. Si en su camino se han encontrado con una hembra a la que herir, ésta se terminará vengando, ante Jorge Javier Vazquez o ante el juez Ruz. Llego a esta reflexión tras comprobar que el termómetro marca 38 grados. Mañana debería ir al médico…

Semana de gripe en la cama y con tan escasa movilidad que las energías sólo me han dado para alcanzar al botón del mando a distancia y ver la televisión. Y así, entre delirio y delirio, dos nombres que se iban sucediendo una y otra vez en mi cabeza, como en una especie de pesadilla interminable: Jordi Pujol y Alberto Isla, Alberto Isla y Jordi Pujol. El resto del mundo parecía haberse paralizado frente a las desventuras de dos señores que, por momentos, se solapaban en mi mente y que en el cénit de mi subida de temperatura llegué a confundir.

Jordi Pujol