Ambición, pasión y poder en 'Los Borgia'

Antena 3 estrena este jueves la segunda parte de la versión extendida de Los Borgia, la superproducción cinematográfica producida por la cadena y protagonizada por Sergio Peris-Mencheta, Lluis Homar, María Valverde y Paz Vega, entre otros. Con 7 millones de euros recaudados, Los Borgia se convirtió en la cuarta película española más vista de 2006 y fue nominada a 4 Premios Goya: Mejor Vestuario, Mejor Dirección de Arte, Mejor Dirección de producción y Mejor Montaje.

A parte de ésta, la cadena estrenará próximamente otras miniseries entre las que destacan Soy el solitario, inspirada en los hechos delictivos y la posterior detención del presunto ladrón de bancos más buscado de España; Tarragona, basada en los sucesos del camping de ‘Los Alfaques’ y de los que se cumplen 30 años; o La lanza del destino, en la que todos quieren hacerse con la lanza de Longinos. Antena 3 emitirá también la exitosa miniserie internacional Tráfico humano, protagonizada por Donald Sutherland y Mira Sorvirno.

Sinopsis de ‘Los Borgia’

A través de la vida de esta familia de origen valenciano, que ha dado los dos únicos Papas españoles, Calixto III y Alejandro VI, Los Borgia se adentrará en una época, el inicio del Renacimiento italiano, en la que el arte y la belleza lo bañaban todo. En este marco, Los Borgia se convierte en una dura y apasionante historia de ambición, pasión y poder.

Crítica de 'Los Borgia', por Nacho Gay

Antonio Hernández ha podido hacer suyo un filme que no estaba diseñado para alguien como él y, aunque pueda resultar extraño, no abandona con esta película el drama intimista que le ratificó en Lisboa y En la ciudad sin límites, aunque lo vista aquí con ropajes y decorados de época. Este 'tipo' es un realizador con cierta soltura; un buen director de actores, pero que ha elegido rodar Los Borgia de un modo preciosista. Tanto que a veces peca de exceso.

El mayor problema de esta película es que en ella hay cosas –ya las había en Alatriste, que costó 15 millones de euros más- que dejan al celuloide patrio claramente en evidencia. Nunca hay grandes escenas de masas y las escuetas batallas, horrorosamente rodadas, ponen al descubierto las vergüenzas de un cine que necesita más que un par de 'bocanadas' de buena fe para poder hacer biopics históricos con cierto empaque.