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Nieve de emociones
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Nieve de emociones

Alain Resnais sigue demostrando junto a Godard, Chabrol o Rohmer que aquello que en los sesenta se llamó 'Nueva ola francesa' no era un tsunami pasajero,

Alain Resnais sigue demostrando junto a Godard, Chabrol o Rohmer que aquello que en los sesenta se llamó 'Nueva ola francesa' no era un tsunami pasajero, sino un río del que sigue fluyendo mucho talento y buen hacer cinematográficos. El director de Hiroshima mon amour que en los noventa nos regaló joyas como On connaît la chanson (de la que luego salieron imitaciones menores como El otro lado de la cama) sorprende agradablemente con esta película que le otorgó el León de Plata al Mejor Director en el Festival de Venecia. Asuntos privados en lugares públicos es un vividísimo fresco de siete personajes unidos por la soledad que experimentan: dos empleados de una inmobiliaria, una pareja en crisis, una joven buscando el amor a través de citas a ciegas, un camarero que quiere tener fe en algo, e incluso uno que nunca vemos: un anciano enfermo que se muere por ser querido.

Resulta inconfundible la procedencia teatral del texto que Resnais maneja: pocos escenarios y grandes conversaciones surgidas de la pluma del inglés Alan Ayckbourn que tituló esta pieza a la manera recogida en español y no la que le ha dado Resnais, el simple Coeurs ('Corazones'). A medida que la película va desarrollando su lento pero emocionalmente intenso discurrir, los personajes van trazando cadenas invisibles que terminan rompiéndose, pues, en el fondo, tal como reconoce uno de ellos, "siempre estamos solos". La soledad es como esa nieve que no cesa y sigue cayendo, a pesar de todo, y como diría Joyce, "sobre los vivos y los muertos". Aquí sirve para unir las escenas, fundidas en ella en su comienzo y su final; parsimoniosas y puntuadas con acierto con una música de Mark Snow, que viene a amplificar su ternura.

Hay entre ellas fantásticos diálogos de una naturalidad impresionante. Son los momentos de confesiones entre el barman y el cliente, también los de ese hombre y esa mujer que han entrado en contacto a través de un anuncio. Pero también están esos detalles que 'desteatralizan' y son sutiles muestras de cine en estado puro: esos gestos pensativos al final de ciertas escenas, esas manos que consuelan, esa flor prendida como señal de auxilio. Resnais es un director detallista y soberbio que consigue unir sus historias con finos hilos de una sensibilidad arrolladora; que analiza sus personajes con cierto aire de entomólogo: así lo demuestran esas tomas cenitales de las escenas. De esa manera, igual que nos los acerca con elegancia sabe separarse de ellos con destreza y, de esta manera, universalizar sus inquietudes. Por todo ello, Asuntos privados en lugares públicos es una película con una extraña mezcla de tristeza y felicidad, un gozoso ejemplo de la fuerza emocional arrolladora de la gran pantalla cuando quién está detrás de la cámara es alguien del talento de Resnais.

LO MEJOR: Sus actores, totalmente fundidos con sus personajes.

LO PEOR: De nuevo: la poca distribución que tendrá en nuestro país.

Alain Resnais sigue demostrando junto a Godard, Chabrol o Rohmer que aquello que en los sesenta se llamó 'Nueva ola francesa' no era un tsunami pasajero, sino un río del que sigue fluyendo mucho talento y buen hacer cinematográficos. El director de Hiroshima mon amour que en los noventa nos regaló joyas como On connaît la chanson (de la que luego salieron imitaciones menores como El otro lado de la cama) sorprende agradablemente con esta película que le otorgó el León de Plata al Mejor Director en el Festival de Venecia. Asuntos privados en lugares públicos es un vividísimo fresco de siete personajes unidos por la soledad que experimentan: dos empleados de una inmobiliaria, una pareja en crisis, una joven buscando el amor a través de citas a ciegas, un camarero que quiere tener fe en algo, e incluso uno que nunca vemos: un anciano enfermo que se muere por ser querido.