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Meretrices con sed de venganza
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Meretrices con sed de venganza

Después del traspiés que supuso ese ejercicio de estilo -dudoso estilo- llamado Alatriste, regresa Díaz-Yanes al cine que mejor sabe hacer: ese tipo de dramas grandilocuentes,

Después del traspiés que supuso ese ejercicio de estilo -dudoso estilo- llamado Alatriste, regresa Díaz-Yanes al cine que mejor sabe hacer: ese tipo de dramas grandilocuentes, en fondo y forma, que rezuman un cierto tufillo a cine negro. Sólo quiero caminar es la historia de cuatro putas tristes abonadas a la miseria, al robo, al delito y a la lujuria. Cuatro chicas de las que, en efecto, nadie hablará cuando hayan muerto.

Esta era una premisa obligada, por ser el último film de Yanes la secuela del primero que hizo, sin duda el mejor hasta la fecha. Aquella Gloria Duque que tan magníficamente encarnó Victoria Abril en Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto regresa en plena madurez para adentrarnos de nuevo en la vida perra de una mujer despeñada por un abismo del todo reconocible.

Si aquella película era negra, esta de ahora lo es probablemente mucho más. Yanes nos traslada a un submundo identificable en el que los mafiosos mexicanos se reparten en el cosmos mientras las meretrices españoles les hacen una felación.  Yanes no teme al estereotipo, es más, abusa de él,  y eso hace dudar de las posibilidades del relato durante los primeros veinte minutos, sin duda mal gestionados por el director.

Más tarde, cuando la tropa se traslada a México, todo empieza a funcionar. Las infinitas líneas argumentales convergen al fin en un solo camino, que Yanes llena de sangre y violencia mostrada con una avidez tarantínica y con un lirismo a ratos conmovedor. Sigue habiendo en el film elementos absolutamente reprochables, como algunos giros del todo previsibles o algunas referencias cinematográficas a películas como Grupo Salvaje y El silencio de un hombre que sinceramente están metidas con calzador. Pero aun con todo el conjunto se sostiene. Y se reivindica a sí mismo como un producto de género más que digno, dentro de un panorama español absolutamente desolador.

Capítulo aparte merecen las actrices. Victoria Abril vuelve a estar aquí magnífica. Lo de Ariagna Gil… lo de Ariadna Gil es ya harina de otro costal. Su personaje, capaz al mismo tiempo de vengarse a cañonazos y de redimir por amor a un sicario maldito, sacude y perturba. Ella es la piedra angular de ese universo de vidas maltratadas en el que Yanes se mueve, por segunda vez, como pez en el agua.

LO MEJOR: El plano final, con Ariadna reivindicando su derecho a seguir caminando por la vida.

LO PEOR: Algunos caprichos del director, como las referencias cinematográficas poco sutiles o los personajes ‘homenaje’ al film del que éste es secuela.  

Criterio de valoración:
Obra maestra.
Muy buena.
Buena.
Interesante.
Regular.
Mala.

Después del traspiés que supuso ese ejercicio de estilo -dudoso estilo- llamado Alatriste, regresa Díaz-Yanes al cine que mejor sabe hacer: ese tipo de dramas grandilocuentes, en fondo y forma, que rezuman un cierto tufillo a cine negro. Sólo quiero caminar es la historia de cuatro putas tristes abonadas a la miseria, al robo, al delito y a la lujuria. Cuatro chicas de las que, en efecto, nadie hablará cuando hayan muerto.