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Leopoldo Rodés o cómo la influencia de la alta sociedad catalana se ejerce sin hacer ruido
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Leopoldo Rodés o cómo la influencia de la alta sociedad catalana se ejerce sin hacer ruido

Todos reconocen que sus debilidades y sus defectos eran del dominio público, pero prefieren recordar al hombre que “se supo adaptar a las circunstancias” a lo largo de su vida

Foto: El empresario Leopoldo Rodés durante un evento en la Hispanic Society of America de Nueva York. (EFE)
El empresario Leopoldo Rodés durante un evento en la Hispanic Society of America de Nueva York. (EFE)

Leopoldo Rodés Castañé -fallecido ayer en accidente de coche a los 80 años de edad- fue uno de los personajes que ha manejado la intrahistoria de Cataluña, y más concretamente de Barcelona, durante las últimas dos décadas. “Juan Antonio Samaranch y Leopoldo Rodés pusieron el nombre de Barcelona en el mundo. Antes de ellos, ni Dios sabía que existíamos”, relata a El Confidencial un amigo suyo. No es que los dos prohombres fuesen socios, que no. Simplemente, supieron alimentar sus mochilas con el nombre de Barcelona y el mercado les recompensó con unos resultados excelentes.

Los Juegos Olímpicos de 1992 les dieron la oportunidad a ambos de escalar hasta el Olimpo de los personajes ilustres de la capital catalana y allí se instalaron desde entonces, uno barriendo para casa desde el COI y el otro vendiendo las excelencias de Barcelona como mejor ciudad del mundo. Ello le valió la Cruz de Sant Jordi en 1999, la mayor distinción de la Generalitat.

En los círculos empresariales de Barcelona, nadie discute su valía, aunque algunos sí deslizan alguna sombra. “Era un hombre de amigos y enemigos, porque le gustaba estar en todas las salsas y por eso lo mismo hacía favores que pisaban callos”, resume una de las fuentes consultadas. Lo cierto es que su fecunda trayectoria es de las de no dejar indiferente a nadie. Pero todos reconocen que “estaba en todos los lados porque le gustaba. Le recuerdo cuando trabajaba para los March a través del Banco de Progreso, en pleno Paseo de Gracia. Los Suqué [importante familia propietaria de los Casinos de Cataluña] también le conocen bien y le han echado una mano en multitud de ocasiones”, especifica otra de las fuentes.

En los círculos empresariales de Barcelona, las opiniones son diversas, aunque nadie discute su valía. Sólo sus métodos: “Tenía amigos y enemigos“

Todos están también de acuerdo en una cosa: “Era un hombre al que no le gustaba el ruido”. Su mano se notaba, pero no se veía. Luego, difieren en los conceptos: “No engañó ni estafó a nadie”, dice uno. “Salió en globo de escándalos como el de Habitat [una sonada suspensión de pagos] o de la privatización de ATLL [la empresa pública del agua vendida por el Gobierno de Artur Mas a Acciona que los tribunales han echado para atrás hace pocos días]”, dice otro. Le acusan, por ejemplo, de querer mandar en todo y de influir. Deahí las luces y las sombras. Hay quien dice que tenía tanta influencia que podía influir incluso en nombramientos políticos. O sea, en “asuntos de Estado”. Y tercia otro: “Era fantástico. El número 1 en todo”.

En los 90, se asoció al grupo Havas, del que actualmente era presidente, mientras situaba a su empresa, Media Planning, en la pole position de las grandes plataformas de comunicación, Media Planning fue además, una de las tres centrales de medios con certificación de la Generalitat de Cataluña para optar a los concursos de distribución de la publicidad institucional.

Un amigo: “Juan Antonio Samaranch y Leopoldo Rodés pusieron el nombre de Barcelona en el mundo. Antes de ellos, ni Dios sabía que existíamos“

Su actividad le llevó a actividades tan diversas como fundar el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba), de cuya Fundación era presidente, o trabajar para el Real Automóvil Club de Cataluña (RACC), del que era vicepresidente. También formó parte del patronato de la Universidad Ramon Llull, fundó la Fundación Pricesa de Girona, presidió la Mutua Asepeyo, fue miembro de la cúpula del Liceu y formó parte de la directiva del Palau de la Música y de la Fundación Abertis. Pero, además, era consejero de Caixabank y del grupo Inbursa, miembro del International Council del MoMa de Nueva York y delconsejo de Christie’s International Europe. También formó parte del consejo de Sogecable y presidió el Instituto de la Empresa Familiar (IEF). En sus tiempos mozos, fue consejero del Banco Central en Cataluña, del Banco Vitalicio (que pertenecía al anterior) y de Ferrocarrils de Cataluña. Hasta 1978, fue vicepresidente del Banco de Progreso y luego, vicepresidente del Urquijo hasta el 2004. Un envidiable curriculum que ayuda a comprender su peso en la alta sociedad barcelonesa y, de rebote, española.

¿Y cómo era personalmente el hombre que se codeaba con la elite cultural del planeta? Hay opiniones para todos los gustos. Todos reconocen que sus debilidades y sus defectos eran del dominio público, pero prefieren recordar al hombre que “se supo adaptar a las circunstancias”, soslayando cualquier otro comentario. “Era amigo de sus amigos y muy generoso en su forma de ser”, explica una persona que le conoció bien. Y añade: “Estaba muy relacionado con la Casa Real”. Este amigo señala que “a pesar del porte de engreimiento que parecía tener, ha dejado retazos de una gran nobleza que ojalá copien muchos empresarios. Ya no hay tíos como él”.

Leopoldo Rodés Castañé -fallecido ayer en accidente de coche a los 80 años de edad- fue uno de los personajes que ha manejado la intrahistoria de Cataluña, y más concretamente de Barcelona, durante las últimas dos décadas. “Juan Antonio Samaranch y Leopoldo Rodés pusieron el nombre de Barcelona en el mundo. Antes de ellos, ni Dios sabía que existíamos”, relata a El Confidencial un amigo suyo. No es que los dos prohombres fuesen socios, que no. Simplemente, supieron alimentar sus mochilas con el nombre de Barcelona y el mercado les recompensó con unos resultados excelentes.

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