Empieza el día en una cala de Ibiza dejándote mecer por el vaivén del agua y la brisa
Este paraíso de mar aquí en la tierra está cargadito de manzanas y otros frutos de la tentación. Se nos ha puesto ante los ojos como ese edén en el que queremos por fin despertar
Lo de Ibiza es una cuestión no ya de fe sino de culto. Nos hemos venido a despertar en el paraíso aquí en la tierra, cargadito de manzanas y otros frutos de la tentación. Empezar el día en una cala de la isla pitiusa a la bendita intemperie tiene mucho de renacimiento. Ella misma es el ave fénix de estos edenes varados en el mar. Las tierras payesas son también fértiles en pasión. Abre los brazos y abrázate al mar y la brisa. El día promete y mucho.
• Tú momento despertar de hoy
Tu espíritu ha amanecido ibicenco, con ganas de fundirte con la naturaleza, exponerte a los vaivenes de la brisa del mar y sentirte como pez en el agua. Puedes hacerlo en Cala Conta, un paisaje idílico de aguas turquesas al oeste, junto a San Antonio, a primera hora de la mañana, antes de que sea conquistada por la multitud, cuando todavía puede ser solo para ti, con islote de fondo, o buscar alguna más recóndita, que haberlas las hay. Está, por ejemplo, Cala Llentrisca, en el extremo de la bahía de Es Cubells -esta en San José-, al sur, con sus casas de pescadores de siempre intactas. Siéntete una lagartija azul, una especie única de esta isla que la harás tuya.
• Vive la experiencia
Hay tantas Ibizas como calas la dibujan e islas la rodean. Está la Ibiza hippy, la que se mira en el mismo espejo que la Bardot, pero también la burguesa, la tradicional que pintan los pescadores y la que vive en la cresta de la ola de la vanguardia y la última modernidad. Y podríamos seguir: la zen y la ecológica. A veces todas ellas, o muchas, se dan cita en algún sitio con apariencia de altar mundano, virgen e inexplorado. Cuélate en la foto que más te guste y respira muy hondo, al ritmo de las olas si las hay.
No se le pueden poner puertas al bosque ni a Ibiza, que sobre todo de mañana hace jornada de puertas abiertas, además a la felicidad plena, la de la bocanada de brisa de mar y horizonte de arena. Cala Conta es carne de vacaciones: con sus restaurantes, sus chiringuitos, sus hamacas y sombrillas, y también sus aguas cristalinas en azul. A la Cala Llentrisca la aman los ibicencos y los submarinistas. Y te espera para nadar a solas, pero de otra manera, no ya como un pez, sino como una anémona libre y en un fondo multicolor. No se arriba así como así a esta costa: te la tendrás que ganar, camino mediante, y con ánimo y cesta de picnic. No hay bar playero ni nada que se le parezca. El paraíso tiene estas cosas. Paisaje y más paisaje, y lo demás puede esperar.
• Hoy te sientes como…
Tatiana Santo Domingo, Andrea Casiraghi y compañía. O sea, entregado a la vida bohemia y regalada en un bello escenario y además cercano. El paraíso al final estaba a la vuelta de la esquina. Y los jóvenes y ricos vástagos de Mónaco lo saben, buscando siempre la Costa Azul, incluso lejos de Niza y Saint Tropez. Ibiza sabe estar a la altura de sus circunstancias y de las tuyas.
• El café del día
En Ibiza se desata la pasión por los productos que da la tierra: es muy agroturística. Así que prepárate para un festín como el de Babette pero isleño: queso, embutidos, mermeladas, pan casero, tomates de la huerta y un buen aceite. El colmo de la dieta mediterránea. Corónala con un café Linizio Lungo, con un toque de malta característica de la variedad Bourbon. Porque aquí todo es manjar de dioses. Y lo que ves alrededor, un Olimpo.
• De la playlist de la DJ María Arias elijo…
Baila al ritmo de Tourist Trap, What I might Do o Deep Love. Nuestra DJ te da diez opciones musicales con las que vivir la isla con todos los sentidos. Pincha y disfruta de nuestra playlist.
• Qué puedes hacer después
- Contemplar el islote de Es Vedrà. Emergiendo desde sus cien metros de profundidad y alzándose hasta casi cuatrocientos, con poderío mitológico, y con la escolta del menor Es Vedranell, al suroeste de Ibiza. De hecho, se le tiene por mágico y es santo y seña de la isla. No dejaremos escapar este misterio: le rodean multitud de leyendas. Ni que fueran las temidas Escila y Caribdis, recelo de marineros. Sí es una reserva natural: nido de gaviotas y hasta de halcones. Tus ojos lo buscarán hasta dar con él.
- Hacer la ruta de la sal. Es la seda de Ibiza, ya desde tiempos de los romanos y de los cartagineses. Las salinas son patrimonio natural (y gastronómico) de la isla balear y labran una estampa espectacular, con sus montañas blancas, sobre todo a la caída del sol, que en este entorno parece cosa de encantamiento. Es el Parque Natural de Ses Salines, que comprende también el norte de Formentera y los islotes entre ambas islas, tierra y agua de garzas y flamencos. Por no hablar de sus fondos marinos, alfombrados de posidonia oceánica y declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. En esta ruta están las playas de Illetes, Cavallet y Trinxa o Salines, entre las de arena blanca, y Es Codolar, entre las de cantos rodados. Un paseo en bicicleta hasta el Puig del Corb Marí se vuelve imprescindible: la panorámica es asombrosa.
- Visitar la ciudad laberíntica y amuralla de Dart Vila. Otra Ibiza es la ciudad amurallada, la que arropa con su fortaleza renacentista de siete baluartes el barrio histórico de Dalt Vila, que se ve de foto desde el mar. La parte alta e histórica de la capital isleña. Es difícil no sentirse un corsario con ganas irresistibles de conquista. Podrás acceder por cualquiera de sus cinco entradas, aunque la principal es la del Portal de ses Taules, frente al Mercat Vell, en el barrio de La Marina. Lo suyo es ir de baluarte en baluarte y tirar porque te toca.
- Vivir la vida nocturna (y diurna) en un hotel de lujo. El Hard Rock Hotel, que es lo mismo que decir el máximo relax y el mayor espectáculo: dos piscinas con bar, llamados Edén y Splash, y tres swim-up (en habitaciones exclusivas), terrazas con vistas al mar sacadas directamente de nuestros sueños, actuaciones en vivo y en directo, la invitación a rockear, un beach club como Ibiza manda, y todo en mayúsculas y plural. No hay que olvidar que aquí es donde tiene el prodigioso chef Paco Roncero no solo su Estado Puro, sino su última locura multisensorial gastronómica, Sublimotion. Está en la carretera de la playa D’en Bossa, núcleo turístico donde los haya, dentro de la localidad de Sant Jordi de Ses Salines.
- Al sol y la sombra de un chiringuito 100% ibicenco. Chic, estiloso, bohemio, muy rollo chill-out, mediterráneo a rabiar, en la misma arena y junto al mar, en el punto más alejado de la bahía de Talamanca. Y aún hay más: con vistas precisamente a la alta villa, Dalt Vila. Es el restaurante Sa Punta, que sabe como nadie exprimir el día, con su limonada casera, su sangría de cava con frutas frescas, sus pescados ídem y su arroz caldoso de bogavante. Y la noche, cuando sirve su cocina con toques asiáticos y baila a ritmo de DJ.
Todavía te quedará por sacar partido a su azotea, que se llama muy a la ibicenca Patchwork y está entregada descaradamente al placer y al color. Desde la puesta del sol y hasta las 3 de la mañana. Un broche de oro para un día como este, que nadie nos podrá quitar.
Lo de Ibiza es una cuestión no ya de fe sino de culto. Nos hemos venido a despertar en el paraíso aquí en la tierra, cargadito de manzanas y otros frutos de la tentación. Empezar el día en una cala de la isla pitiusa a la bendita intemperie tiene mucho de renacimiento. Ella misma es el ave fénix de estos edenes varados en el mar. Las tierras payesas son también fértiles en pasión. Abre los brazos y abrázate al mar y la brisa. El día promete y mucho.