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Llega Halloween: ¿truco o trato?
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Llega Halloween: ¿truco o trato?

Cada 31 de octubre, las criaturas de la oscuridad y las tinieblas toman las más apacibles calles de las ciudades. Zombies, licántropos, brujas, meigallos, seres semivivos...

Cada 31 de octubre, las criaturas de la oscuridad y las tinieblas toman las más apacibles calles de las ciudades. Zombies, licántropos, brujas, meigallos, seres semivivos... todos ellos ocupan su lugar entre los vivos en una noche en la que los sustos, el terror ante lo desconocido y lo imprevisible vencen a lo que de otro modo sería una noche tan rutinaria como las otras 364 que llenan los almanaques.

Sea por la influencia cultural estadounidense o simplemente porque el producto que llega digerido desde EE.UU. es lo suficientemente soft como para contentar a góticos de manual y a padres de familia al mismo tiempo, el caso es que la versión estadounidense del Día de Todos los Santos se ha hecho un hueco en el subconsciente colectivo en las últimas décadas. Las versiones católicas más religiosas, como nuestra jornada de difuntos, se han quedado para el recogimiento familiar, aunque la cultura icónica del día de muertos mexicano tiene cada vez más seguidores.

El origen de Halloween se encuentra en un rito pagano, una ofrenda celta a la deidad Eiseria que llegó a América durante el siglo XIX como tantas otras cosas europeas, entre los recuerdos de los emigrantes que ocupaban la por entonces tierra semivirgen estadounidense. Los antiguos pobladores del occidente europeo creían que con sus ritos lograban apaciguar las ansias de los espíritus por encontrar algún cuerpo vivo en el que poder resucitar.

En España nos apuntamos a la fiesta

En España, aficionados como somos a las fiestas, no hemos tardado en convertir lo que hace sólo unas décadas era un día de grandes colas en los cementerios en la oportunidad de una juerga más. Y las opciones son bien variadas. En Madrid, por ejemplo, el Balcón de Rosales propone un doble menú (con dos nombres tan oscuros como ‘Gárgola’ y ‘Lucifer’) en el que también tiene cabida una visita al Túnel del Terror, donde Regan Teresa MacNeil (la niña de El Exorcista) o el asesino de La matanza de Texas revolverán los nervios de todos, también los de las personas más aparentemente apacibles.

El parque de atracciones Port Aventura, en la Costa Dorada tarraconense, avisa por si acaso desde sus anuncios publicitarios: “Yo que tú no vendría”. La verdad es que así, de entrada, la idea asusta: el hotel Burn, en el que “quien pasa la noche pronto descubre que no está solo”, será el centro de todo un programa de actividades que bien podría venir acompañado con un cargamento de tila como regalo de bienvenida.

Para los que se queden en la ciudad, las opciones son múltiples: varios locales de Madrid organizan fiestas temáticas de disfraces, pero sobre todo es la noche perfecta para dejarse caer por alguno de los locales góticos de los alrededores de Gran Vía, que son los que más saben de este tenebroso universo. Y si la idea de poner un pie por la noche en la calle da demasiado miedo, también hay opciones terroríficas sin salir de casa: Halloween puede ser la noche perfecta para ver la película homónima de John Carpenter rodada en 1978, o algún otro clásico del cine de zombies y terror, como La invasión de los ladrones de cuerpos o El amanecer de los muertos.

Disfraces y altercados en EE.UU.

En EE.UU. Halloween es una de las mayores fiestas entre el verano y la Navidad. La parte amable la componen los millones de niños que esa noche recorren las calles de las ciudades y pueblos tocando de casa en casa en busca de golosinas. El eslogan es "o golosina, o broma" (el original, trick or treat, viene a significar algo como “truco o regalo”). Y claro, los niños regresan a casa con un cargamento de caramelos que puede durar el año entero.

Pero más allá de las actividades bienintencionadas que disfrutan niños y adultos, ataviados con disfraces de brujas, vampiros o monstruos, Halloween da pie a una jornada en la que la línea que separa a los muertos de los vivos es muy fina, literalmente. Un estudiante de la Universidad de Nevada y otros dos hombres fallecieron en la noche del domingo pasado durante un tiroteo ocurrido en una fiesta de Halloween en una vivienda del suroeste de Reno (Nevada).

Juergas descontroladas aparte, los jóvenes son los principales responsables de que los estadounidenses inviertan este año más de cinco mil millones de dólares en disfraces y complementos de Halloween. Según datos de la Federación Nacional del Pequeño Comercio en Estados Unidos, cada persona gastará 64,82 dólares, lo que supone un incremento de más de cinco dólares respecto a la cifra del año pasado.

De hecho, el país produjo más de 450.000 millones de kilos de calabazas en 2006, uno de los principales ornamentos usados como decoración en los hogares. Y como no podía ser de otra manera, incluso los políticos volverán a ser objeto de las burlas.

Una reciente encuesta de Ipsos reveló que la imagen de la senadora demócrata Hillary Rodham Clinton fue la más votada como el disfraz para Halloween más tenebroso entre los candidatos presidenciales, por delante del republicano Rudy Giuliani. Los dos máximos aspirantes a la Casa Blanca -según los sondeos- han conseguido, en apenas unos meses de campaña, ser también quienes más miedo dan entre los ciudadanos. ¿Un buen presagio?

Cada 31 de octubre, las criaturas de la oscuridad y las tinieblas toman las más apacibles calles de las ciudades. Zombies, licántropos, brujas, meigallos, seres semivivos... todos ellos ocupan su lugar entre los vivos en una noche en la que los sustos, el terror ante lo desconocido y lo imprevisible vencen a lo que de otro modo sería una noche tan rutinaria como las otras 364 que llenan los almanaques.