¡Qué se aten los machos...!

Que no cunda el pánico entre ejecutivos, mandos intermedios y tropa masculina en general. La entrada en vigor de la Ley de Igualdad no se aprobó para fastidiar a los jefes, para humillar a los hombres, para hacerles tragar el polvo... Es simplemente que a las mujeres les ha llegado la hora de compartir con ellos algo más que la cama, el cuarto de baño, las vacaciones, el biberón de los niños, las noches a la luz de la luna...

¿Por qué? Porque hace tiempo que las mujeres tomaron conciencia de que debían dejar de auto compadecerse si querían tomar las riendas de su vida, una vez que ninguna ley se lo impide y que cada día son más las arquitectas, magistradas, juezas, decanas, catedráticas, economistas, periodistas, con currículos tan buenos que ya nadie se atrevería a apartar a una mujer de su carrera hacia el poder por el sólo hecho de serlo.

Es indudable que el proceso ha sido largo, difícil, pero es hora de que se imponga la razón de la igualdad, por más que algunos intenten desprestigiar la Ley alegando que la discriminación positiva no favorece más que aquellas que estén sobradamente preparadas -¡pues que se aten los machos porque son un regimiento!-. Pero aún aceptando que en este argumento puede haber un poso de verdad, lo importante es aceptar ese reto con tranquilidad y pragmatismo.

El día que en la administración, en la empresa privada y en la empresa familiar, haya tantas mujeres inútiles como hombres hay, o con tanto poder, ese día efectivamente habrá que derogar la Ley, pero me temo que eso no va a ocurrir, ni a corto ni medio plazo, y no va a ocurrir porque corresponde a la sociedad poner a cada uno en su sitio.

La mayor dificultad reside en compatibilizar el nuevo papel de la mujer con la vida familiar, algo que todavía no se ha logrado, pero que espero se logre porque es mucho lo que está en juego.

*Rosa Villacastín es periodista.