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Volando voy, volando vengo
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LA COLUMNA

Volando voy, volando vengo

“Volando voy, volando vengo..., por el camino yo me entretengo”. Y eso es lo que intentábamos hacer, mientras cambiábamos los tórridos veranos peninsulares por los templaditos

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Volando voy, volando vengo

“Volando voy, volando vengo..., por el camino yo me entretengo”. Y eso es lo que intentábamos hacer, mientras cambiábamos los tórridos veranos peninsulares por los templaditos inviernos americanos. Con más o menos fortuna, cada cual consumía técnicas distintas para disimular el miedo a las súper naves transoceánicas. Unos con ayudita química, otros con conversaciones soporíferas sobre mánagers, nuevos discos o canciones que quedaron en el tintero.

Yo particularmente siempre he preferido entre pecho y espalda cosas como, La insoportable levedad del ser. No falla. Morfeo te atrapa en tres páginas, os lo aseguro... Pero estaba recordando un viaje a la ‘Gran Manzana’, quince años atrás, cuando el subirse a un avión no requería saber más que un niño de primaria y los escarceos con las azafatas suponían ingresar en el selecto club de los que habían hecho el amor a cinco mil pies de altura.

Otra posibilidad era sacar una guitarra y aburrir a las trescientas treinta y tres almas, que sin paracaídas, te escuchaban estoicamente. Pero nos criaron respetando al prójimo. En ese viaje, grupos entonces de moda, como Héroes del Silencio, Ronaldos o nosotros mismos (Tam Tam Go!), demostrarían que nuestra generación fue y será una de las más talentosas cocidas en el horno del pop español de todos los tiempos. Llegamos, tocamos, y desde entonces anualmente vencemos nuestros temores para llevar unas semicorcheas de cultura allá donde sean demandadas.

Pero las cámaras de superocho lo grababan todo, dando fe de las pastillas, los alcoholes y los metros de revistas que costó doblegar los miedos. Asunción en avión, fue el premio que otorgamos al nuevo miembro del club, que con su audacia, inspiró la canción que luego incluiríamos en nuestro siguiente álbum... y desde entonces prometo por el honor de un guitarrista diestro, que si el pacharán es un noble licor, que en la mayoría de los casos embriaga con nobles sentimientos, lo de hacer el amor y no la guerra, es una terapia que intentamos seguir al pie de la letra, aunque aconsejo tener siempre un plan B, por si las hijas del viento desatan tempestades.

“Volando voy, volando vengo..., por el camino yo me entretengo”. Y eso es lo que intentábamos hacer, mientras cambiábamos los tórridos veranos peninsulares por los templaditos inviernos americanos. Con más o menos fortuna, cada cual consumía técnicas distintas para disimular el miedo a las súper naves transoceánicas. Unos con ayudita química, otros con conversaciones soporíferas sobre mánagers, nuevos discos o canciones que quedaron en el tintero.