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Clavar al espectador en la butaca
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LA COLUMNA

Clavar al espectador en la butaca

Se me podría considerar una taxidermista momentánea de almas, una encantadora de serpientes, una hechicera que utiliza todos sus filtros para paralizar a quien la mira:

Foto: Clavar al espectador en la butaca
Clavar al espectador en la butaca

Se me podría considerar una taxidermista momentánea de almas, una encantadora de serpientes, una hechicera que utiliza todos sus filtros para paralizar a quien la mira: éste es mi oficio, mi placer y mis quince minutos de gloria que en teatro, según la extensión de la obra, pueden multiplicarse infinitamente. En el escenario, el tiempo no existe, pero en la realidad los relojes sí; y pautan 1,30 horas ó 2,00 horas como máximo para cada función. Eso arroja un total de muchos momentos únicos y eternos.

Dicen que la vanidad es el pecado favorito del diablo. Bueno, qué se le va a hacer… porque lo cierto es que hace falta mucha vanidad para plantarse ante el público –benditos sean los focos porque nunca te dejarán ver al individuo- y clavarle en la butaca. Pero también es necesaria una suprema dosis de seguridad en ti misma, una fe ciega en tus compañeros de escena, y una confianza obsesiva en el equipo técnico para que todo resulte bien. Estas son las reglas del espectáculo. Vale todo: hacer reír, llorar, pensar, sufrir, sorprender, emocionar, revolver…Vale todo, menos aburrir.

No creo que yo haya elegido esta profesión. Ella me ha elegido a mí. No tengo antecedentes teatrales. No pertenezco a saga artística alguna. Y sin embargo, estoy aquí. No sé si tenemos un designio marcado antes de nacer, como creía Calderón, pero está claro que mi destino está en las tablas aunque no en las de mi abuelo, que era carpintero. Aunque…. ¿quién sabe si alguna vez construyó un escenario?

En estos momentos, mientras represento Agnes de Dios de John Pielmeier, me pregunto muchas cosas. Es lo bueno y lo malo que tienen las obras, que hacen reflexionar: al final atrapan tanto a los actores como al público. ¿Existirá alguna priora de convento más auténtica que Fiorella Faltoyano, en el personaje de la madre Miriam, casada, madre, y fumadora empedernida? ¿Sería posible en este mundo una inocencia tan pura como la de Ruth Salas, interpretando a una novicia que confunde el orgasmo con el éxtasis místico?, ¿Habrá alguna psiquiatra en la profesión médica que –como mi personaje- se libere a sí misma mientras lucha contra lo que más odia?

Preguntas sin respuesta. Historias sin paliativos. Actrices sin máscaras y un Director -Fernando Méndez Leite- quien entre bastidores fuma su puro sin saber qué es la intranquilidad o el nerviosismo de que algo no salga como él lo ha concebido. El teatro es un veneno que te paraliza a fuerza de sacudirte emociones.

Cristina Higueras, actriz y empresaria representa la obra Agnes de Dios junto a Fiorella Faltoyano. Dirigida por Fernando Méndez-Leite. Más información www.nuevacomedia.com

Se me podría considerar una taxidermista momentánea de almas, una encantadora de serpientes, una hechicera que utiliza todos sus filtros para paralizar a quien la mira: éste es mi oficio, mi placer y mis quince minutos de gloria que en teatro, según la extensión de la obra, pueden multiplicarse infinitamente. En el escenario, el tiempo no existe, pero en la realidad los relojes sí; y pautan 1,30 horas ó 2,00 horas como máximo para cada función. Eso arroja un total de muchos momentos únicos y eternos.