Fusión de espacios en Cepa 21

Es tiempo de fusión. La evolución de la música, de las artes en general y sobre todo de la gastronomía, marcadas por la mezcla y unificación de criterios, así lo demuestra. No es la primera vez que oímos hablar de ‘multiespacios’ en los que la restauración no sólo no está reñida con otras disciplinas, sino que se complementa y se enriquece dando lugar a otro concepto más moderno y renovado. Llegados a este punto, ¿quién no ha cenado en algún local en el que ha podido disfrutar de un concierto o tomar un cóctel en la misma velada?

Cepa 21 es uno de esos enclaves funcionales en los que el ocio se une a la tradición gastronómica y, en este caso, también vinícola. De la mano de eminentes personalidades de distintos sectores ha nacido este original conglomerado ya convertido en el más emblemático de toda la zona de Ribera del Duero. Una espectacular bodega, un exclusivo restaurante y un práctico centro de convenciones sociales y profesionales son los tres pilares de este recién inaugurado proyecto.

Pero una idea como ésta requería un diseño igual de vanguardista. Para materializar el planteamiento de este nuevo espacio se acudió al arquitecto y diseñador Txema G. Amiano, quien hizo de los 4.500 metros cuadrados de hormigón blanco un impresionante complejo lineal distribuido en tres plantas rodeado de 50 hectáreas de viñedo propio.

Alberto Soto, jefe de cocina de Cepa 21, ha tenido que idear la mejor manera de satisfacer a los 50 comensales para los que tiene capacidad el restaurante. El resultado de tan estudiada oferta es una doble carta de platos en la que los productos de la tierra y de temporada son las piezas inamovibles de un entramado tan versátil como apetitoso. Y es que Soto es capaz de elaborar platos que inspiren y transmitan sensaciones de los paisajes y de la zona gracias a su experiencia en prestigiosas cocinas junto a grandes referentes de la cocina como Salvador Gallego o Ferrán Adriá.

El camino se bifurca una vez que el comensal se sienta en la mesa y se enfrenta al momento de decidir entre una carta más tradicional, o ponerse en manos de Alberto Soto para descubrir gratassorpresas y entrar en una nueva dimensión de sabor. La oferta tradicional cuenta con menos variantes (al margen de las que imponga la temporada), pero ofrece delicias de toda la vida con un puntito innovador. Es el caso de las croquetas de cecina, el panaché de verduras a la brasa, el arroz con lechal o el cochinillo confitado. Y como guinda del pastel, los postres típicos de la Ribera.

El menú degustación, de corte más vanguardista, es una constante transformación y variación de platos. Este menú abre sus puertas con seis innovadores aperitivos que pueden ser desde un airbag negro de capresse, a un ravioli de mango y foie o una mousse de brandada y sésamo. Para continuar, como entrante tenemos el llamado plato PINAR, o lo que es lo mismo, una forma de recreación del paisaje en la que el chef utilizará ingredientes como setas, hojarasca y piñones. Todo ello seguido de una combinación de arroz y pasta, un pescado y una carta. Un completo repertorio culminado con un prepostre y un postre.

El vino, la otra gran estrella de esta agrupación cuenta en la carta con 360 referencias. La espectacular bodega dispone de la más moderna tecnología para hacer de su tinto de crianza uno de los más valorados en el mercado. Además, en el centro de convenciones se pueden realizar actividades entre las que se incluyen visitas a la bodega, los viñedos y catas comentadas. ¿Quién da más?