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Cómo tener una piel radiante sin poner un pie en el quirófano
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SALUD Y BELLEZA

Cómo tener una piel radiante sin poner un pie en el quirófano

Puede ocurrir que una mañana al despertar, uno –o una– se mire al espejo y aprecie en su rostro signos como bolsas, exceso de piel en

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Cómo tener una piel radiante sin poner un pie en el quirófano

Puede ocurrir que una mañana al despertar, uno –o una– se mire al espejo y aprecie en su rostro signos como bolsas, exceso de piel en párpados, caída de la cola de las cejas, pérdida o caída de la grasa de los pómulos que acentúa el surco nasolabial, caída de la grasa medio- facial que atenúa el reborde mandibular, laxitud del cuello, aparición de arrugas perilabiales, atrofia de los labios, agrandamiento de la nariz o lóbulos de la oreja, aumento de la distancia entre la parte inferior de la nariz y el labio superior, o aumento de los surcos de las comisuras bucales. La lista es larga, pero en casos así no hay que dudarlo: ¡esto ya no es lo que era y por tanto, es hora de poner remedio!

El envejecimiento facial es un proceso único, particular a cada individuo y regido en especial por su carga genética. Los factores que intervienen en el envejecimiento facial son múltiples y por ello, los tratamientos propuestos hasta ahora, han buscado corregir los cambios fisonómicos del envejecimiento, trabajando en todos los planos de los tejidos involucrados: piel, grasa y sistema muscular. Clínicamente es posible distinguir aspectos del envejecimiento cronológico, marcado por nuestro reloj biológico, de los ocasionados por fotoenvejecimiento debidos a la radiación solar.

El creciente interés por revertir los cambios que produce el envejecimiento facial acompaña a la mayor preocupación que presentamos por nuestro bienestar global, la autoestima y el entender que ello compromete los sentimientos que tenemos frente a nuestra imagen. Este mayor interés, también es influido por la información pública sobre cirugía plástica y medicina estética, que cada día es más evidente.

Analicemos, por ejemplo, a la que fue el gran mito del cine de los 50 y los 60, la francesa Brigitte Bardot: muchos de los signos anteriormente comentados se aprecian en su rostro, pero habría que destacar lo que ha sido denominado como ‘inversión del triángulo de la belleza’: caída de la grasa medio-facial hacia el reborde mandibular, haciendo que el rostro se afine en su tercio medio (a nivel de los pómulos) y se ensanche en el inferior (caída y atenuación del óvalo facial). Éste es un signo muy evidente de envejecimiento del rostro, que cada vez a edades más precoces, incita a la mujer a pasar por el quirófano.

Pero gracias a la medicina estética, esto ya tiene solución merced a la utlización de un nuevo producto llamado atlean, comercializado recientemente por Stiefel, uno de los laboratorios más importantes del mundo en dermatología. En Francia se lleva utilizando desde hace unos dos años con muy buenos resultados, habiendo sido los primeros en su uso los especialistas maxilofaciales para regeneración de encías.

 

Se trata de un producto natural y reabsorbible a base de beta-fosfato tricálcico, con efectos evidentes de tensión del óvalo desde el primer momento. Tras la primera inyección con uno o dos mililitros del producto, “hay que repetir a las 6 a 8 semanas con sólo un mililitro”, como explica el doctor Moisés Amselem, director médico de la Clínica Francesa Dres Dray de Madrid, en la que se oferta el tratamiento.

Este periodo es el necesario para que dé lugar a la formación de un nuevo colágeno por nuestras propias células, tratándose pues de lo que hoy se conoce como ‘bioestimulación’. El efecto a partir de la segunda sesión es mucho más evidente y una vez aplicada no se precisa retocar hasta el año o año y medio. No se pierde nada por probar, siempre habrá tiempo para el bisturí, y más ahora con la temida crisis que nos acecha, pero eso sí: ¡al mal tiempo, buena cara!

Puede ocurrir que una mañana al despertar, uno –o una– se mire al espejo y aprecie en su rostro signos como bolsas, exceso de piel en párpados, caída de la cola de las cejas, pérdida o caída de la grasa de los pómulos que acentúa el surco nasolabial, caída de la grasa medio- facial que atenúa el reborde mandibular, laxitud del cuello, aparición de arrugas perilabiales, atrofia de los labios, agrandamiento de la nariz o lóbulos de la oreja, aumento de la distancia entre la parte inferior de la nariz y el labio superior, o aumento de los surcos de las comisuras bucales. La lista es larga, pero en casos así no hay que dudarlo: ¡esto ya no es lo que era y por tanto, es hora de poner remedio!