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Disfrute de un crucero turístico a bordo del Transcantábrico
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Disfrute de un crucero turístico a bordo del Transcantábrico

Si el afamado y pedante detective belga Hércules Poirot hubiera podido viajar en el tren Transcantábrico, no habría tenido la oportunidad de demostrar su dotes investigadoras

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Disfrute de un crucero turístico a bordo del Transcantábrico

Si el afamado y pedante detective belga Hércules Poirot hubiera podido viajar en el tren Transcantábrico, no habría tenido la oportunidad de demostrar su dotes investigadoras y, sencillamente, se hubiera convertido para felicidad de todos, en un turista más. Porque, el Transcantábrico, tren de crucero turístico que funciona desde hace 25 años en el noroeste de España de la mano de Ferrocarriles Españoles de Vía Estrecha (FEVE) es, además de un referente de calidad, lo más alejado de cualquier tentación que lleve a cometer excesos que requieran la presencia de la creación de Ágata Christie.

La única similitud del Transcantábrico con el Oriente Exprés es su aire romántico, el lujo de sus instalaciones, la excelente profesionalidad de sus tripulaciones y la belleza de los paisajes por los que discurre su recorrido. Paisaje, cierto, y también paisanaje, como dijo el presidente de la empresa, Ángel Villalba, quien en la cena conmemorativa del aniversario comentó que "a lo largo de estos años han ido superando dificultades y ofertando cada vez mejor servicio, calidad y seguridad".

El crucero ferroviario, que dura ocho días, permite a los viajeros (paisanaje) convivir entre ellos, compartir comidas, excursiones y cenas y, también, algunos ratos libres en los salones o el "pub" del tren, donde disfrutarán de música en vivo y en directo. Además conocerán una de las zonas más interesantes de España, ya sea la opción elegida salir desde la capital de Galicia, Santiago de Compostela, o desde la estación de León, ciudades ambas, vinculadas al Camino de Santiago, que también es otra de las referencias de este tren . Una parte del recorrido coincide con el que fuera tren minero, o tren de La Robla (Bilbao-León) y los viajeros no serán ajenos a este hecho.

Feve ha preparado una serie de visitas relacionadas con el discurrir del tren y, así, mientras que en Asturias es obligado llegarse hasta la gruta de la "santina", en Covadonga y si el tiempo lo permite subir hasta los maravillosos lagos, en Cantabria esperan el sosiego de Santillana del Mar y la prehistoria en el Museo de Altamira. No sería justo olvidar la belleza románica de Palencia, con la antigua Villasirga, hoy Villalcázar de Sirga (Iglesia de Santa María), o la Torre de San Martín en Frómista, también parte de la ruta Jacobea. Sin descartar, claro está, la gastronomía, otro de los alicientes de este Transcantábrico; fabes en Asturias, buen pescado Santander, y una excelente cena en el Parador de San Marcos, están entre las mejores ofertas.

La visita al Museo de la Siderurgia en la población leonesa de Sabero nos trasladará al final del siglo XIX, en su más extrema dureza. Es fácil imaginar las condiciones laborales de aquellos que tenían que trabajar en la ferrería para poder llevar después el producto finalizado hasta la costa norte y de ahí a la Gran Bretaña. Es este el origen del tren de La Robla y, en cierta medida, este crucero rinde un pequeño homenaje a todos los que con su esfuerzo hicieron posible que durante algunos años esa zona leonesa tuviera alguna esperanza de progreso.

En Bilbao, la renovada capital vizcaína, el viajero tendrá una oportunidad de contemplar la fachada de la estación de Feve, llamada la Concordia, de estilo modernista y construida en 1902. Y, por supuesto, una visita al Guggenheim, precedido de un paseo por las castizas "siete calles". Evidentemente, hay mucho más que ver, mucho más que comer y mucho para recordar, pues no en vano son casi 1.000 kilómetros, por costas, valles y estepas los que estos 250 metros de tren, recorre desde la primavera hasta bien entrado el otoño y en fechas especiales como fin de año.

Si el afamado y pedante detective belga Hércules Poirot hubiera podido viajar en el tren Transcantábrico, no habría tenido la oportunidad de demostrar su dotes investigadoras y, sencillamente, se hubiera convertido para felicidad de todos, en un turista más. Porque, el Transcantábrico, tren de crucero turístico que funciona desde hace 25 años en el noroeste de España de la mano de Ferrocarriles Españoles de Vía Estrecha (FEVE) es, además de un referente de calidad, lo más alejado de cualquier tentación que lleve a cometer excesos que requieran la presencia de la creación de Ágata Christie.

La única similitud del Transcantábrico con el Oriente Exprés es su aire romántico, el lujo de sus instalaciones, la excelente profesionalidad de sus tripulaciones y la belleza de los paisajes por los que discurre su recorrido. Paisaje, cierto, y también paisanaje, como dijo el presidente de la empresa, Ángel Villalba, quien en la cena conmemorativa del aniversario comentó que "a lo largo de estos años han ido superando dificultades y ofertando cada vez mejor servicio, calidad y seguridad".

El crucero ferroviario, que dura ocho días, permite a los viajeros (paisanaje) convivir entre ellos, compartir comidas, excursiones y cenas y, también, algunos ratos libres en los salones o el "pub" del tren, donde disfrutarán de música en vivo y en directo. Además conocerán una de las zonas más interesantes de España, ya sea la opción elegida salir desde la capital de Galicia, Santiago de Compostela, o desde la estación de León, ciudades ambas, vinculadas al Camino de Santiago, que también es otra de las referencias de este tren . Una parte del recorrido coincide con el que fuera tren minero, o tren de La Robla (Bilbao-León) y los viajeros no serán ajenos a este hecho.

Feve ha preparado una serie de visitas relacionadas con el discurrir del tren y, así, mientras que en Asturias es obligado llegarse hasta la gruta de la "santina", en Covadonga y si el tiempo lo permite subir hasta los maravillosos lagos, en Cantabria esperan el sosiego de Santillana del Mar y la prehistoria en el Museo de Altamira. No sería justo olvidar la belleza románica de Palencia, con la antigua Villasirga, hoy Villalcázar de Sirga (Iglesia de Santa María), o la Torre de San Martín en Frómista, también parte de la ruta Jacobea. Sin descartar, claro está, la gastronomía, otro de los alicientes de este Transcantábrico; fabes en Asturias, buen pescado Santander, y una excelente cena en el Parador de San Marcos, están entre las mejores ofertas.

La visita al Museo de la Siderurgia en la población leonesa de Sabero nos trasladará al final del siglo XIX, en su más extrema dureza. Es fácil imaginar las condiciones laborales de aquellos que tenían que trabajar en la ferrería para poder llevar después el producto finalizado hasta la costa norte y de ahí a la Gran Bretaña. Es este el origen del tren de La Robla y, en cierta medida, este crucero rinde un pequeño homenaje a todos los que con su esfuerzo hicieron posible que durante algunos años esa zona leonesa tuviera alguna esperanza de progreso.

En Bilbao, la renovada capital vizcaína, el viajero tendrá una oportunidad de contemplar la fachada de la estación de Feve, llamada la Concordia, de estilo modernista y construida en 1902. Y, por supuesto, una visita al Guggenheim, precedido de un paseo por las castizas "siete calles". Evidentemente, hay mucho más que ver, mucho más que comer y mucho para recordar, pues no en vano son casi 1.000 kilómetros, por costas, valles y estepas los que estos 250 metros de tren, recorre desde la primavera hasta bien entrado el otoño y en fechas especiales como fin de año.