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Uvas peladas y ligueros rojos: los españoles nos volvemos locos por la Nochevieja
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Uvas peladas y ligueros rojos: los españoles nos volvemos locos por la Nochevieja

Trescientos sesenta y cinco días después toca volver a poner el contador a cero. La última noche del año se convierte de nuevo en un cúmulo

Foto: Uvas peladas y ligueros rojos: los españoles nos volvemos locos por la Nochevieja
Uvas peladas y ligueros rojos: los españoles nos volvemos locos por la Nochevieja

Trescientos sesenta y cinco días después toca volver a poner el contador a cero. La última noche del año se convierte de nuevo en un cúmulo de tradiciones más o menos peculiares. Por eso quien más, quien menos, se dispone a dejarse una buena parte de la paga extra en la cena, cotillón y after hours y así entrar en 2010 con alegría y –todo sea dicho– una tasa de alcohol que casi podría considerarse patológica.
 
No estaría de más recordar antes de meternos en faena que esta noche no se acaba 'la década'. Hoy sólo cerramos los almanaques de 2009 según el calendario Gregoriano, que no cuenta con un 'año Cero'. El año secular del siglo XX fue 2000 y el siglo XXI comenzó de acuerdo con este sistema de medición del movimiento de traslación de la Tierra el 1 de enero de 2001. Por lo tanto tendremos que dar otra vuelta al sol para acabar su primera década. De todos modos este asunto no tan trivial ya se discutió en 1999 y 2000, aunque con la de 'listas de la década' que se han visto por ahí nunca está de más aclararlo. Una vez hecho, al lío.
 
Del lugar al que cantaba Mecano (“Y en la Puerta del Sol, como el año que fue, otra vez el champán...") poco queda ya: la Policía Municipal ha prohibido el acceso al recinto con botellas de cristal y tras la reforma, el alquitrán ha desaparecido por completo para dejar paso a baldosas y adoquines. Tras varios años en los que estuvo sitiada por las obras recibirá 2010 engalanada con su nuevo suelo, fuentes y marquesinas, pero más allá del mobiliario urbano de diseño las tradiciones seguirán siendo las mismas.
 
En España son típicas las doce uvas, una por cada toque de campana, que ayudan según dicen a comenzar con buen pie el año. Por ahora sólo está comprobado que las ‘uvas de la suerte’ sirven para aumentar los ingresos de los viticultores, pero por si acaso la gente sigue probando. Este año se han llegado al mercado cerca de dos millones de kilos de uva embolsada del Vinalopó, una denominación de origen que hace su agosto en el salto de diciembre a enero.
 
Los más listos las pelan, algo que parece molestar mucho a los uvófilos más reaccionarios. Usted haga lo que más le apetezca, incluso olvidarse de la matraquilla de las uvas si es lo que le apetece: total, tampoco es muy buen augurio arrancar el año al borde de la asfixia durante unos segundos que se hacen eternos.
 
Otra de las tradiciones de esta noche tiene que ver con la ropa interior roja. Al parecer es lo que hay que llevar si uno quiere que la fortuna le sonría durante el año venidero. Aunque tampoco en este caso hay ningún criterio científico tras la aseveración, la idea traspasa fronteras: en Italia también buscan calzoncillos, sujetadores y ligueros que guardan nuestros más íntimos secretos tras un encarnado lacre.
 
Del otro lado de los Alpes también ha llegado una tradición, la de comer lentejas, que parece tener cada vez más partidarios en España. En otros puntos de Europa los alimentos y los objetos son diferentes, pero la idea de que un fetiche puede cambiar nuestra vida si lo tenemos entre nuestras manos o nos lo llevamos a la boca en Nochevieja se mantiene.
 
En Alemania, por ejemplo, se dedican a predecir el futuro con pequeñas piezas de plomo y los británicos se lanzan a cantar Auld Lang Syne (‘Buenos tiempos pasados, en traducción libre desde el escocés). En Francia la buena fortuna se presenta dulce hasta el empalago: allí lo que se estila es probar los 13 postres especiales que se preparan para la ocasión.
 
Propósitos demasiado buenos
 
Meterse en el gimnasio, dejar de fumar, volver a estudiar, sacarse el carnet de conducir (los que no lo tengan)... Cargados con las mayores dosis de autoengaño, todos aprovechamos el cambio de dígitos para pensar en lo que queremos cambiar en nuestras vidas. De acuerdo con una encuesta realizada hace poco entre sus usuarios por la comunidad web de compras Ciao, propiedad de Microsoft, entre el 25% y el 30% de los europeos piensa tener buenos propósitos para el año nuevo.
 
Bien distintas son las perspectivas generales sobre el futuro. Con la agónica situación de la economía no es de extrañar que de acuerdo con este sondeo españoles y alemanes piensen somos los más pesimistas con respecto a 2010. Los suecos y los italianos muestran la otra cara de la moneda, ya que creen que será mejor que 2009 desde el punto de vista económico. En medio, escépticos acerca la situación del dinero, están los ingleses y los holandeses.
 
Los malos augurios sobre la economía no nos han echado para atrás a la hora de planear el sarao de esta noche: si hacemos caso a los datos de la encuesta el 54% de los españoles se gastará entre 25 y 100 euros y uno de cada seis reconoce que posiblemente se dejará más de 250 euros en la velada. Estos gastos nos convierten en los ‘findeañeros’ más espléndidos de toda Europa: tres cuartas partes de alemanes, franceses, italianos e ingleses –y casi dos tercios de suecos y holandeses– se gastarán menos de 50 euros.

Trescientos sesenta y cinco días después toca volver a poner el contador a cero. La última noche del año se convierte de nuevo en un cúmulo de tradiciones más o menos peculiares. Por eso quien más, quien menos, se dispone a dejarse una buena parte de la paga extra en la cena, cotillón y after hours y así entrar en 2010 con alegría y –todo sea dicho– una tasa de alcohol que casi podría considerarse patológica.
 
No estaría de más recordar antes de meternos en faena que esta noche no se acaba 'la década'. Hoy sólo cerramos los almanaques de 2009 según el calendario Gregoriano, que no cuenta con un 'año Cero'. El año secular del siglo XX fue 2000 y el siglo XXI comenzó de acuerdo con este sistema de medición del movimiento de traslación de la Tierra el 1 de enero de 2001. Por lo tanto tendremos que dar otra vuelta al sol para acabar su primera década. De todos modos este asunto no tan trivial ya se discutió en 1999 y 2000, aunque con la de 'listas de la década' que se han visto por ahí nunca está de más aclararlo. Una vez hecho, al lío.
 
Del lugar al que cantaba Mecano (“Y en la Puerta del Sol, como el año que fue, otra vez el champán...") poco queda ya: la Policía Municipal ha prohibido el acceso al recinto con botellas de cristal y tras la reforma, el alquitrán ha desaparecido por completo para dejar paso a baldosas y adoquines. Tras varios años en los que estuvo sitiada por las obras recibirá 2010 engalanada con su nuevo suelo, fuentes y marquesinas, pero más allá del mobiliario urbano de diseño las tradiciones seguirán siendo las mismas.
 
En España son típicas las doce uvas, una por cada toque de campana, que ayudan según dicen a comenzar con buen pie el año. Por ahora sólo está comprobado que las ‘uvas de la suerte’ sirven para aumentar los ingresos de los viticultores, pero por si acaso la gente sigue probando. Este año se han llegado al mercado cerca de dos millones de kilos de uva embolsada del Vinalopó, una denominación de origen que hace su agosto en el salto de diciembre a enero.
 
Los más listos las pelan, algo que parece molestar mucho a los uvófilos más reaccionarios. Usted haga lo que más le apetezca, incluso olvidarse de la matraquilla de las uvas si es lo que le apetece: total, tampoco es muy buen augurio arrancar el año al borde de la asfixia durante unos segundos que se hacen eternos.
 
Otra de las tradiciones de esta noche tiene que ver con la ropa interior roja. Al parecer es lo que hay que llevar si uno quiere que la fortuna le sonría durante el año venidero. Aunque tampoco en este caso hay ningún criterio científico tras la aseveración, la idea traspasa fronteras: en Italia también buscan calzoncillos, sujetadores y ligueros que guardan nuestros más íntimos secretos tras un encarnado lacre.
 
Del otro lado de los Alpes también ha llegado una tradición, la de comer lentejas, que parece tener cada vez más partidarios en España. En otros puntos de Europa los alimentos y los objetos son diferentes, pero la idea de que un fetiche puede cambiar nuestra vida si lo tenemos entre nuestras manos o nos lo llevamos a la boca en Nochevieja se mantiene.
 
En Alemania, por ejemplo, se dedican a predecir el futuro con pequeñas piezas de plomo y los británicos se lanzan a cantar Auld Lang Syne (‘Buenos tiempos pasados, en traducción libre desde el escocés). En Francia la buena fortuna se presenta dulce hasta el empalago: allí lo que se estila es probar los 13 postres especiales que se preparan para la ocasión.
 
Propósitos demasiado buenos
 
Meterse en el gimnasio, dejar de fumar, volver a estudiar, sacarse el carnet de conducir (los que no lo tengan)... Cargados con las mayores dosis de autoengaño, todos aprovechamos el cambio de dígitos para pensar en lo que queremos cambiar en nuestras vidas. De acuerdo con una encuesta realizada hace poco entre sus usuarios por la comunidad web de compras Ciao, propiedad de Microsoft, entre el 25% y el 30% de los europeos piensa tener buenos propósitos para el año nuevo.
 
Bien distintas son las perspectivas generales sobre el futuro. Con la agónica situación de la economía no es de extrañar que de acuerdo con este sondeo españoles y alemanes piensen somos los más pesimistas con respecto a 2010. Los suecos y los italianos muestran la otra cara de la moneda, ya que creen que será mejor que 2009 desde el punto de vista económico. En medio, escépticos acerca la situación del dinero, están los ingleses y los holandeses.
 
Los malos augurios sobre la economía no nos han echado para atrás a la hora de planear el sarao de esta noche: si hacemos caso a los datos de la encuesta el 54% de los españoles se gastará entre 25 y 100 euros y uno de cada seis reconoce que posiblemente se dejará más de 250 euros en la velada. Estos gastos nos convierten en los ‘findeañeros’ más espléndidos de toda Europa: tres cuartas partes de alemanes, franceses, italianos e ingleses –y casi dos tercios de suecos y holandeses– se gastarán menos de 50 euros.