El Babero, 'convento' culinario para ejecutivos y empresarios

Existe un lugar en la confluencia de las calles San Millán de la Cogolla y Santo Domingo de la Calzada de Madrid llamado a convertirse en un convento, donde la erudición culinaria es quien maneja a su antojo el reloj, que va con cadencia acelerada de lo tranquilo y evocador a lo moderno y actual.

El restaurante El Babero es una parada obligatoria en el camino para ejecutivos, empresarios, futbolistas y cualquier persona con ganas de volver a recordar aquellas fantásticas lentejas con chorizo y morcilla de la abuela a mediodía o arriesgarse con las apuestas japonesas, como el wasabi o el wok, de una carta, que ha sido elaborada con el sacapuntas del ingenio y los recuerdos.

Cuchy Pérez, su propietaria, abandonó el periodismo de agencia para entregarse sin medida a los fogones, de quienes aprende escuchando el indescriptible mundo de sonidos que se recrea a partir de una sola gota de aceite. Sí, por curioso que resulte, en ocasiones, los sentidos prevalecen más que el raciocinio.

Su yaya, ya fallecida, fue la culpable de esa curiosidad innata que destila y que la ha llevado a convertir los calamares en su tinta con arroz y las legumbres en el plato estrella de la casa y la razón por la que muchos acuden a El Babero, ubicado en la zona de las Tablas. Toda una comodidad esa asombrosa combinación de la tradición de las recetas más olvidadas con las que rugen con fuerza en la actualidad.

Además no hay parquímetro, por lo que las facilidades son mucho mayores. Pero, para todos aquellos que piensen que se trata de un club elitista reservado para las altas esferas de Pozuelo o La Moraleja y las carteras más abultadas, Cuchy, que saluda sin reparo a sus clientes con el mandil y el gorro que la corona como chef, también ha elaborado una carta low cost para los jueves por la noche, donde se puede tomar una hamburguesa de calidad por 12 euros o un daiquiri, un mojito o un bloody mary por 6 euros, al ritmo de flamenco, blues o jazz, según la semana. Eso sí, quien quiera dejarse llevar por el sibaritismo también lo puede hacer.

Una selección cuidada de vinos, donde el cliente tiene la última palabra, y el champagne, que no puede faltar, completan los requisitos, junto a la decoración ideada por Rocío Muñoz de Verger, para disfrutar de un momento del día increíble con el único objetivo de alimentar el apetito y el buen gusto por la comida de verdad.

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