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Grace, la 'cara amable' del Vogue americano
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Grace, la 'cara amable' del Vogue americano

"Si Wintour es el Papa, Coddington es Miguel Ángel intentando pintar una nueva versión de la Capilla Sixtina doce veces al año", escribió la revista Time

Foto: Grace, la 'cara amable' del Vogue americano
Grace, la 'cara amable' del Vogue americano

"Si Wintour es el Papa, Coddington es Miguel Ángel intentando pintar una nueva versión de la Capilla Sixtina doce veces al año", escribió la revista Time en 2009, tras el estreno del documental The September Issue. El largometraje mostraba a Anna Wintour, editora del Vogue americano y a su equipo, durante el proceso de creación del ejemplar de septiembre de 2007 que con sus 840 páginas y casi 2 kilos y medio de peso, se convirtió en el más grande en la historia de la publicación. Sin embargo, para muchos fue Grace Coddington, directora creativa y mano derecha de la temible editora jefe de esta 'biblia' de la moda, la auténtica protagonista de la historia. La carismática pelirroja inglesa que trabajaba para el Vogue británico cuando Calvin Klein la convenció para irse a Nueva York, publica ahora sus esperadísimas memorias tras consagrarse como la estrella revelación con su templado carácter y su sentido del humor.

Podría decirse que Coddington es el álter ego de Wintour, la 'cara amable' de la edición americana de la revista de moda más influyente del mundo. Esa en la que la película El Diablo viste de Prada se inspiró con tanto descaro. Sin esta exmodelo de aspecto inconfundible y espíritu bohemio, responsable de transformar en cautivadoras imágenes las fantasías más extravagantes de las pasarelas y de inventar relatos en los escenarios más deslumbrantes, la revista no sería igual. Su trabajo no se limita a elegir la ropa y los complementos de las modelos. A lo largo de sus más de cuarenta años en este complejo mundillo ha creado miles de historias, ha aplacado egos, ha arreglado maquillajes, peinados... incluso ha 'teñido' el mar. Todo ello sin perder de vista presupuestos y fechas, y manteniendo (casi) siempre la calma y la sonrisa. "Cuanto más se enfada alguien conmigo, más tranquila me pongo, y esa es una política que he mantenido durante toda mi vida. [...] A mí sí me preocupa caerle bien a la gente, sea el cartero o el de la tintorería. Quizá esa sea una debilidad mía, que Anna ciertamente no sufre".

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Sin embargo, todo el mundo conoce a Anna Wintour pero, ¿quién es Grace Coddington? Esta "niña solitaria y enfermiza", en sus propias palabras, que se crió en una remota isla frente a Gales, descubrió un día que no sólo le apasionaba la moda sino que, además, se le daba bastante bien. "Cuando volvía a casa, intentaba muchas veces hacerme modelos tan sofisticados como los que llevaban las actrices de la gran pantalla. Durante mi adolescencia yo misma me hice la mayoría de mi guardarropa, hasta los trajes y los abrigos, en la máquina de coser Singer que teníamos en casa, que funcionaba con un pedal".

En 1959, Grace ganó un concurso que lanzó su carrera de modelo en Londres y París. Fue musa de los swinging sixties, la década que cambió las reglas de la moda para siempre, y consiguió su primer trabajo como editora junior en el Vogue británico en 1968, a las órdenes de la legendaria Bea Miller, y más tarde fue directora del departamento de moda bajo la dirección de la joven Anna Wintour. Cuando ésta tomó el mando del Vogue estadounidense en 1988, la invitó a incorporarse de nuevo al equipo. "Anna dejó claro desde el primer día que, aunque yo le caía bien y me apoyaba, el trabajo era el trabajo, que ella era la jefa y que así eran las cosas. Sin discusión. Estábamos en términos de jefa y empleada, y nunca sería como sentarse con una igual".

Un recorrido por medio siglo de moda

En Grace (Ed. Turner), la propia Coddington narra su carrera como modelo de elite en los años 50 y 60, como editora de moda en los 70 y 80 y como directora creativa y responsable del estilismo en Vogue durante las últimas décadas, dirigiendo los grandes reportajes de los mejores fotógrafos. Un retrato sorprendentemente íntimo y cándido de una vida dedicada a una pasión, ilustrado con fotografías de sus mejores producciones de moda, divertidas ilustraciones realizadas por ella misma y un suculento 'quién es quién' de las pasarelas: fotógrafos, modelos, diseñadores, peluqueros, editores... Todo aquel que ha tenido alguna importancia en este sector en los últimos 50 años aparece en sus memorias.

"A lo largo de mi vida, la moda ha cambiado mucho. Hoy, me veo en las colecciones preguntando: '¿Quién es esta gente?'. Parece que salen de todas partes y de ninguna, y el noventa por ciento me da la impresión de ser meros curiosos. A veces creo que soy la última persona que aún va a los desfiles por el placer de ver la ropa, la única que no tiene el deseo desesperado de estar allí por la vertiente social, que para mí siempre ha sido una de esas cosas a las que hay que arrastrarme de los pelos. ¡Y todo el mundo opina! Antes de que hubiera periodistas de la televisión y cámaras, la gente se guardaba sus impresiones, pero ahora, en cuanto se dejan ver por los desfiles de moda, no quieren más que hablar y hablar. O que les filmen respondiendo a preguntas huecas".

Desde su privilegiada posición a ambos lados de la cámara, descubrimos las singularidades de modelos y fotógrafos, las entretelas de los showrooms y la seguimos en un recorrido inolvidable por medio siglo de moda. Helmut Newton, Alex Chatelain, Annie Leibowitz, Ellen von Unwerth, Steven Meisel, Mario Testino, Peter Lindbergh, Irving Penn o Bruce Weber: no hay fotógrafo con el que no haya creado producciones memorables. Linda Evangelista, Christy Turlington, Naomi Campbell, Talisa Soto, Kate Moss… Tampoco hay supermodelo a la que no haya vestido, peinado o maquillado. En sus manos, modelos y modistas, fotógrafos y peluqueros, vestidos imposibles, zapatos vertiginosos, se transforman mágicamente en obras de arte sobre el trasfondo de paisajes exóticos e inalcanzables. "Necesitas implicarte con el lugar, no basta con agarrar un montón de ropa, meterlo en un avión y hacerle fotos en una playa. Hoy en día hay equipos de moda que pueden ir a esas localizaciones donde yo he estado y volver con unas fotos en las que solo se ve un trocito de cielo azul. Qué moderno. Y vienen convencidos de haber hecho un trabajo fabuloso. Pero, ¿qué sentido tiene?".

Pero no sólo nos adentramos en su vida profesional. Sus memorias también nos muestran el lado más íntimo de esta figura insólita de la moda: sus idilios amorosos, sus filias y fobias, su gusto por el dibujo... y también su lucha por conservar el entusiasmo y la pasión, así como el respeto y la admiración de toda la profesión, a lo largo de más de medio siglo. "A la pregunta de si me sigue fascinando la moda, diría que, en muchos sentidos, sí. Tras haber trabajado en ello durante más de cincuenta años, reconozco y agradezco que mi mundo se haya expandido con el tiempo, en vez de hacerse más pequeño. [...] Para mí, uno de los aspectos principales de mi trabajo es darle a la gente algo con lo que soñar, igual que soñaba yo hace tantos años, de pequeña, mirando fotografías bonitas. Todavía tejo sueños, y me inspiro en todo lo que puedo, buscando la parte romántica del mundo real, no del digital".

"Si Wintour es el Papa, Coddington es Miguel Ángel intentando pintar una nueva versión de la Capilla Sixtina doce veces al año", escribió la revista Time en 2009, tras el estreno del documental The September Issue. El largometraje mostraba a Anna Wintour, editora del Vogue americano y a su equipo, durante el proceso de creación del ejemplar de septiembre de 2007 que con sus 840 páginas y casi 2 kilos y medio de peso, se convirtió en el más grande en la historia de la publicación. Sin embargo, para muchos fue Grace Coddington, directora creativa y mano derecha de la temible editora jefe de esta 'biblia' de la moda, la auténtica protagonista de la historia. La carismática pelirroja inglesa que trabajaba para el Vogue británico cuando Calvin Klein la convenció para irse a Nueva York, publica ahora sus esperadísimas memorias tras consagrarse como la estrella revelación con su templado carácter y su sentido del humor.