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Tres bares que se disfrazan de otra cosa
  1. Estilo

Tres bares que se disfrazan de otra cosa

Hay bares a los que se va a algo más que beber o escuchar música. Entre sus muros se mezclan el arte, la movilidad urbana o el karaoke más desenfrenado.

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Hay bares a los que seva a algo más que a beber y escuchar música,y entre sus muros se mezclan el arte, la movilidad urbana o el karaoke más desenfrenado. Las ciudades, grandes o pequeñas, las ciudades de los hombres (que para eso uno es el que domina el paisaje y la otra es la que se somete), son también las ciudades de los bares. Hablar de ciudades por sus bares es como hablar de España por sus castillos e iglesias. Los bares son patrimonio común, cultura viva y museos antropológicos con serrín en el suelo donde, si uno se porta bien, también se encuentra con olivas tiernas y cacahuetes. Pero el bar, ese museo, ese concejo donde habita el ser mismo de un pueblo es, muchas veces, una fórmula gastada. Barra-alcohol-parroquianos con sus anhelos y sus miserias. Una fórmula universal que a veces conviene reinventarla.

Los bares del turismo de interior, los bares de la esquina, los bares del café y la copa canalla, los bares de viejo y los bares de los que no nos acordamos también quieren ser otros. Tal vez porque esta vida rápida necesita de sitios fijos donde clavar la atención y tomar nuevos puntos de referencia en medio de la bulla existencial. En Madrid, una ciudad tan necesitada de modas, de subtítulos, de explicaciones de una frase, los bares con algo más siguen floreciendo. Porque a nadie le gusta ya un bar 'bar'y todos quieren al 'bar con plus', al bar con añadido, a la vida con bola extra.Hasta que lo barroco vuelva a hacerse manierista y todos redescubramos al bar sentido, al bar y punto.

LA BICICLETA CAFÉ

Esta cafetería del centro de Malasaña es una de las capitales morales de un nuevo hipsterismo que quiere acaparar toda la fuerza de un Madrid joven, vivido, viajado y multilingüe donde refugiar al local y abrirse al de fuera. Con mueble nórdico, cafés inteligentes, agua en jarra libre y workspace con wifi por la patilla para que la juventud se parapete tras sus tabletas y portátiles, la Bicicleta es un panegírico de las dos ruedas, de esa bicicleta fixie que cambia el mundo por sencillez locomotriz y a algunos corazones por simplicidad y belleza retro. En este bar suceden las conversacionesy hierve de la mañana a la madrugada, cuando entre sus muros la ciudad susurra que es aquí en donde hay que estar, en esta barrade apenas un año de edad que ya reclama ser por derecho propio la catedral de una nueva comunidad de madrileños, jóvenes, autoempleados y bien vestidos. Plaza San Ildefonso, 9.

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TIPOS INFAMES

Se dice largamente que la literatura es miseria, que nadie ha comido menos que un escritor o que lo que realmente vale como arma arrojadiza de inteligencia es cualquier cosa menos un libro impreso para lanzarlo a las conciencias. Y aún así, el fenómeno bar-libreríasubsiste en Madrid con más ilusión que caja. En Tipos Infames, una librería malasañera, iluminada y hipsterista,les gusta muy mucho el rocanrolbolañista y la luz ambarina, porque la han dotado de barra y vino para hacer de la experiencia intelectual un asunto de hedonismo y relación humana. Headquarter para presentaciones de libros, esquina para un vino inteligente, café culto en tardenoches para el recuerdo, esta librería con dotes de bar, o este bar con libros, es una puerta a la esperanza. Porque los que aquí vienen, además de los pantalones estudiados, han leído. Y eso, en esta vida, debería ser el mejor pasaporte.C/San Joaquín, 3.

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TONI2

Adoptado por la canallesca joven y nido de carrocismo cupletista, este piano bar, viejo eco de las boites, viene desde la España del destape con su barra piano y pianistas-karaoke, donde la misma fiesta se alumbra alrededor de Mecano, Gardel o Supertramp. Camareros limpísimos, horarios de madrugada-regalo y copas de ensueño, este locódromo de la calle Almirante 9 es uno de esos trozos de humanidad que hacen de Madrid una ciudad especial, novelesca y rescatable por muchos años. Por muchos tragos.

Hay bares a los que seva a algo más que a beber y escuchar música,y entre sus muros se mezclan el arte, la movilidad urbana o el karaoke más desenfrenado. Las ciudades, grandes o pequeñas, las ciudades de los hombres (que para eso uno es el que domina el paisaje y la otra es la que se somete), son también las ciudades de los bares. Hablar de ciudades por sus bares es como hablar de España por sus castillos e iglesias. Los bares son patrimonio común, cultura viva y museos antropológicos con serrín en el suelo donde, si uno se porta bien, también se encuentra con olivas tiernas y cacahuetes. Pero el bar, ese museo, ese concejo donde habita el ser mismo de un pueblo es, muchas veces, una fórmula gastada. Barra-alcohol-parroquianos con sus anhelos y sus miserias. Una fórmula universal que a veces conviene reinventarla.

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