Es noticia
Menú
Ocho señales inequívocas de que estás más cerca de los 30 que de los 20
  1. Estilo
síntomas del cambio de década

Ocho señales inequívocas de que estás más cerca de los 30 que de los 20

Cuando empiezas la universidad y te imaginas a ti misma con 30 años, la visión seguramente será muy diferente a la que termina siendo la realidad.

Foto:

Cuando empiezas la universidad y te imaginas a ti misma con 30 años, quizás por culpa de Disney, quizás por culpa de Hollywood (comedias románticas al margen), confías en que tendrásun maravilloso puesto de directiva y un trajeado marido que te recogerá en su cochazo plateado. La realidad es que hoy, a un año de cumplir los 30, ninguna de mis previsiones se han cumplido, pero sí he notado que hay algunos hábitos de belleza y muchos tics a la hora de ir de compras que indican la cercanía incontestablede los 30.

• Amor por el lipstick rojo

Hasta cumplir los 25 nome atreví con este llamativo color. Sé que lo habitual es amarlo y apostar por él por las noches, pero si tenemos en cuenta que el volumen de mis amados labios es ciertamente hiperbólico, apostar por el rojo se convierteun acto de fe. Pero entonces leí unas declaraciones de Alexa Chung en las que aseguraba que siempre que se levanta con mala cara, se pinta los labios de rojo, especialmente si ha salido de fiesta la noche anterior. Y dado que las resacas no son lo mismo en la veintena que en la treintena, un par de copas de vino devienen en un terrible despertar con demasiada facilidad. Así que no solo he encontrado en el rojo mi arma infalible por las noches, sino mi amuleto para ir a la oficina cuando quiero ocultar síntomas gripales/noches salvajes/ojeras irremediables.

• Rituales de belleza dignos de una coreana

Ahora está más de moda que nunca la belleza coreana y sus rituales de belleza interminables (que incluso superan los diez pasos), y yo ya no me limito a limpiarme la cara antes de dormir. Me desmaquillo, me echo contorno de ojos (ay, esas patitas de gallo que comienzan a aparecer y que veo en cada fotografía cada vez que sonrío), sérum, hidratante de noche, sérum en las pestañas para luchar contra los estragos de la máscara… Y al despertar, más de lo mismo, con la diferencia de que la protección 50 está siempre presente. ¡Con lo fácil que era mivida antes!

• Abrigos... que abrigan

Ya no me basta con ir a por el abrigo más bonito de la temporada o a por ese que es pura tendencia. Ahora ansío lana, bolsillos hiperprácticos y cierres que puede que no sean los más chic, pero sí los que garantizan que el gélido viento no va a desembocar en una pulmonía. Esto implica que busco la composición de los abrigos cual demente, pero también que el precio de miabrigo elegido ya no puede ser 29,95 euros.

• Joyas

De los 20 a los 25 pase una fase en la que no entendía las joyas. Luego llegó la etapa de las joyas (léase bisutería) con grandes piedras. El furor que los collares de Lanvin con águilas XL causaron desembocaron en que me comprara collares con maxianimales en ellos, así como anillos de enormes motivos.
Eran tiempos en los que amaba la plata (el oro era para señoras) y, a medida que me acercaba a los 30, el oro rosa o los acabados envejecidos. Ahora, el oro es mi obsesión.

• La magia del kitten heel

Como nunca he sido una chica bajita, jamás he sentido la necesidad de llevar tacones. Cuando me entró el gusanillo, ya tenía una edad para andar cayéndome por las calles subida en los andamios de moda, así que opté por modelos con plataforma y tacón gordo. Aunque los ugly shoes han hecho de las suelas trekking sus mejores aliadas, no queda tan gracioso ver unos zapatones en una mujer de 35 que en una chica de 23. Si tuviera que elegir entre los Valentino de tachuelas y tacón fino y los zapatos inconmensurables de estética montañera/cyborgde Stella McCartney,por mucho que sean mil veces más cómodos, me tendría que decantar por los Valentino.

Y respecto a esa altura de cinco centímetros de tacón que antes no entendía ("O llevas taconazo o no llevas"), ahora es mi amuleto para reuniones o citas. Quedan perfectos con vestidos lápiz y son el acompañante perfecto para los boyfriend jeans o los pantalones pitillo de largo capri.

• Mejor invetir en ropa buena que en moda fugaz

Sueno como una madre, pero es así. Ya no comprendo hacerme con bolsos de 19,95 euros cuya asa va a desaparecer en tres meses. Ahora busco acabados impecables y diseños atemporales. Todavía recuerdo cuando exclamaba orgullosa ese "¡jamás me gastaré más de 40 euros en un vestido! ¡Yo no necesito vestir de marca!". Ahora (siempre en pop up stores con descuentos o en las apartados outlets de las webs, que mi nómina sigue siendo acorde a la de una treintañera), me muero por vestidos de acabados y materiales de ensueño, cremalleras que suben sin problema y tejidos de ensueño.

• Los vestidos ya no son armas de seducción

A los veinte, comprar un vestido implica revisar mentalmente tu agenda semanal del fin de semana. Pero cuando los treinta asoman la patita, examinas con cuidado los modelos a elegir según las reuniones, presentaciones y eventos laborales que tienes escritas a fuego en el calendario. Con tanto trajín, para el fin de semana dejas los descartes y el chándal. Que no me digan que los 30 son los nuevos 20 ni los 40 la nueva adolescencia, porque no es así. NO LO ES. ¿Vale?

• Los pantalones ya no son de saldo

Nunca entendía que la gente se gastara más de 40 euros en unos pantalones. "¡Si son unos PANTALONES!", exclamaba mientras agarraba mis vaqueros, esos que se daban de sí día tras día hasta el siguiente lavado. Me daba igual que se ajustaran perfectamente al trasero en el probador, pero que después de un par de usos, terminaran con un sospechoso efecto baggy. Quizás me gustaba la idea de pensar que tal vez había perdido algún kilo (a sabiendas de que era falso) o quizás sabía, en secreto y en silencio, que la calidad de los pantalones no era la idónea. El mes pasado, para que veáis la diferencia, me compré unos pantalones de 150 euros (cuyo precio incial eran 195 euros) y unos leggings por 50 dólares (cuyo precio original eran 250 dólares). En mi armario llevo yo los pantalones. Y ahora ya no son tan baratos.

Cuando empiezas la universidad y te imaginas a ti misma con 30 años, quizás por culpa de Disney, quizás por culpa de Hollywood (comedias románticas al margen), confías en que tendrásun maravilloso puesto de directiva y un trajeado marido que te recogerá en su cochazo plateado. La realidad es que hoy, a un año de cumplir los 30, ninguna de mis previsiones se han cumplido, pero sí he notado que hay algunos hábitos de belleza y muchos tics a la hora de ir de compras que indican la cercanía incontestablede los 30.

Leggings
El redactor recomienda