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¿El colmo del lujo? Irse a las Maldivas a jugar a la petanca o al bingo
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¿El colmo del lujo? Irse a las Maldivas a jugar a la petanca o al bingo

Estas islas ya son paradisíacas de por sí. Presumiendo siempre de arena blanca, aguas turquesas y esos bungalós que se adentran en el mar. Pero ahora hay mucho más. Y no solo bucear

Foto: ¿Qué te parece jugar a la petanca en estas arenas coralinas? (Foto: Angsana Velavaru)
¿Qué te parece jugar a la petanca en estas arenas coralinas? (Foto: Angsana Velavaru)

Las Maldivas ya son el no va más, la meca vacacional y el sueño por antonomasia vestido de arena blanquísima y aguas turquesa, pero no hay lujo como desplazarse hasta este paraíso de coral perdido en el Índico para jugar a la petanca como si no hubiera un mañana y desde luego como si no hubiera un plan mejor en toda la geografía universal. Ya sabemos que tratándose de este archipiélago de más de mil islas todo es de la medida del resort y con el sello de lo exclusivo. Atención a todo lo que puedes hacer aquí. Por situarnos, al sudoeste de Sri Lanka y muy cerca (menos de 500 kilómetros) de la India. Desde jugar a la petanca hasta pescar o hacer yoga al amanecer.

1. ¿A la petanca en las Maldivas? En efecto. Este es uno de los planes que se ha sacado de la manga uno de los resorts de quitar el hipo que tanto abundan por aquí, el Angsana Velavaru (con villas para ver el amanecer o el atardecer, a elegir), por si alguien se pensaba que el honorable huésped era solo tentado con actividades acuáticas. Para nada, también hay vida en la superficie –no todo iba a ser buceo– e incluso en tierra adentro, o mejor dicho, en la arena. Puestos a jugar al deporte de las bolas metálicas, que sea en las Maldivas.

2. Quien dice petanca dice bingo. Tal es el frenesí epicúreo del lugar que siempre se lleva la palma entre los más sibaritas de los trotamundos que también se puede uno echar un bingo mientras los ojos se pierden en el infinito y más allá. El horizonte aquí está por todas partes. Una sesión de bingo (casero) no será igual junto a una piscina asimismo infinita sobre el océano; eso por supuesto.

3. Spa, cenas románticas y yoga al amanecer. En estos lares no hay nada que entre en la categoría de normal. Si se trata de spa, este es con todo el boato oriental. ¿Qué tal un masaje en la azotea oyendo el rumor oceánico mientras el aroma del jazmín se apodera del ambiente? Si se trata de cenas, una barbacoa de carne y marisco a la parrilla con todo el romanticismo habido y por haber, con velas y en la playa, y si es yoga, no a cualquier hora, sino al amanecer, en privado y en la misma villa. O sea, sin salir de casa.

4. De atolón en atolón. Lo mejor que tienen las Maldivas es que te puedes hacer un 'supercrucero' (en taxi acuático o hidroavión) sin dejar el país, de atolón en atolón y sin posibilidad real de contarlos todos (con sus correspondientes islas); solo en sueños. Este hotel, por ejemplo, que contribuye a la recuperación de los arrecifes de coral con un programa desarrollado por científicos marinos con actividades como el transplante de fragmentos, está en el Dhaalu, un rosario de más de cincuenta islas, uno de los puntos más exóticos del país y destino preferente para el buceo. ¿Su capital? Kudahuvadhoo. Aprendérsela ya es un reto.

5. Surcarás las olas. Y si eres de los que juegan a cabalgar sobre las olas –o sea, que estás entre los enamorados de nuestro Tarifa–, también hay para ti y en pleno Índico, porque en estas islas paradisiacas también se surfea. El propio hotel ofrece clases para todos los niveles. Esta brisa marina no se te parecerá a ninguna. Lo mismo que el paisaje enmarcado entre palmeras cocoteras. Exotismo de postal.

6. Del ajedrez al frisbee. El frisbee puede que sí te lo esperaras en un país que es todo playa, pero tal vez no enrolarte en una emocionante partida de ajedrez y poner tu cerebro a mil justo aquí, mientras los habitantes del lugar te invitan a hacer lo que llaman snorkel safari, es decir, salir a divisar la impresionante fauna marina desde las profundidades o a pescar la cena (peces gato, lubinas, meros…) en la barca tradicional a la fabulosa hora en que se pone bellamente el sol.

7. Lujo maldivo. Llegarás en hidroavión hasta una laguna, dicen, de cuento de hadas. Te quitarás los zapatos para no ensuciar la blanca arena, navegarás por un arrecife de coral y ya solo pensarás en tortugas y delfines. ¿Tu casa? Una villa mar adentro suspendida sobre las aguas o con los pies en la tierra y vistas al océano. Y un dejarte llevar por los placeres asiáticos y también mediterráneos y siempre con un toque maldivo. Casi nada. En el Agsana Velavaru la noche no tiene precio, pero cuesta una media de 360 euros para dos. Y es solo un ejemplo.

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Las Maldivas ya son el no va más, la meca vacacional y el sueño por antonomasia vestido de arena blanquísima y aguas turquesa, pero no hay lujo como desplazarse hasta este paraíso de coral perdido en el Índico para jugar a la petanca como si no hubiera un mañana y desde luego como si no hubiera un plan mejor en toda la geografía universal. Ya sabemos que tratándose de este archipiélago de más de mil islas todo es de la medida del resort y con el sello de lo exclusivo. Atención a todo lo que puedes hacer aquí. Por situarnos, al sudoeste de Sri Lanka y muy cerca (menos de 500 kilómetros) de la India. Desde jugar a la petanca hasta pescar o hacer yoga al amanecer.

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