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Tecnoestrés: ¿te está dando la tecnología más quebraderos de cabeza que alegrías?
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Tecnoestrés: ¿te está dando la tecnología más quebraderos de cabeza que alegrías?

En principio tienen como misión hacernos la vida más fácil. Pero ¿es realmente así? Descubre si gadgets y demás te están sacando de tus casillas

Foto: Descubre si la tecnología te hace realmente la vida más fácil. (Foto: Imaxtree)
Descubre si la tecnología te hace realmente la vida más fácil. (Foto: Imaxtree)

Los dispositivos tecnológicos tienen una razón de ser: hacernos la vida más fácil. Pero en ocasiones conseguimos que ocurra justamente lo contrario: que nos la amarguen. Esto es lo que ocurre cuando se padece tecnoestrés, que significa que una persona tiene una relación que no resulta saludable con la tecnología. ¿Y en qué consiste mantener una relación poco saludable con nuestros dispositivos? Básicamente en que ellos estén a nuestro servicio y no a la inversa.

Estrés y tecnoestrés

El estrés es una respuesta que nos brinda el organismo, desde tiempos inmemoriales, para enfrentarnos a problemas puntuales. Cuando, por ejemplo, un león hambriento y con malas pulgas estaba a punto de zamparse a un antepasado nuestro, su cuerpo le dotaba de una serie de 'superpoderes' para afrontar la situación: más adrenalina, capacidad de atención, el sueño desaparecía… Y así, nuestro amigo con taparrabos podría decidir entre atacar o huir. Hasta aquí todo bien. Este es el llamado estrés bueno. El problema es que se vuelve malo cuando se alarga en el tiempo. Si nos pasamos el día como si estuviéramos huyendo de un león, nuestro cuerpo requiere un sobreesfuerzo continuo que acaba pasando factura. Con el tecnoestrés pasa más o menos lo mismo. Hay momentos, por ejemplo, que debemos tener tres pantallas abiertas simultáneamente porque tenemos que resolver una cuestión puntual. Nuestro cuerpo nos brinda los recursos para hacerlo, pero esto no significa que podamos pasarnos todo el día de esta guisa.

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Los síntomas

Curiosamente, la primera vez que se utilizó la palabra tecnoestrés fue en 1984. Faltaba la friolera de 24 años para que apareciera en el mercado el primer iPhone, con su consabida revolución tecnológica. Pero ya por aquel entonces el psiquiatra Craig Brod vaticinaba los problemas que podía acarrear el abuso de la tecnología. En 1997, Larry Rosen y Michael Weil publicaron otro libro en el que aparecía la palabreja tecnoestrés. Ellos fijaron los síntomas más habituales de la dolencia. La padecía, por ejemplo, el comprador compulsivo que necesitaba estar siempre a la última en cuanto a novedades tecnológicas. También las personas que de tanto atender a varios estímulos a la vez, veían mermada su capacidad de concentración. Otra de las señales de alarma es el empobrecimiento del lenguaje, típico de comunicarse únicamente por dispositivos tecnológicos. Por último, evitar las relaciones interpersonales es otro de los síntomas más comunes.

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En la vida personal

El tecnoestrés se puede dar en dos ámbitos: en el personal y en el profesional. Puedes pasarte el día con el alma en vilo, esperando cosechar likes y mirando a la vez cuatro redes sociales con ansiedad para comprobar si lo consigues. Aquí, por ejemplo, estarías incurriendo en dos conductas perjudiciales: prestar atención a varias cosas a la vez y tener una relación poco saludable con la tecnología. Sin embargo, no pasa nada si esto ocurre el día en que cuelgas las fotos de tu boda. En ese caso es más que normal. Pero si pasa a diario, eso es harina de otro costal. Por lo general, la consecuencia más preocupante del tecnoestrés en el ámbito personal es la incapacidad de tener relaciones cara a cara.

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En la vida laboral

Estamos 24 horas conectados a la oficina, disponibles, ansiosos por si algo sale mal. Nos vemos obligados a resolver los problemas bajo presión, con mil aplicaciones abiertas. Y cuando no hay problemas, seguimos operando de igual modo. Los departamentos de riesgos laborales están estudiando este fenómeno que cada vez afecta a más trabajadores. El problema en el trabajo es que muchas veces es difícil zafarse de ciertas dinámicas. Cuando el chat del trabajo se emplea a las 10 de la noche para reírle los chistes al jefe o cuando un cliente envía emails a las 12 de la noche, se crean situaciones que dificultan la desconexión. Según un estudio de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), las tecnologías empleadas en exceso pueden provocar sentimientos de incapacidad o adicción en el trabajador.

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Combátelo así

Si notas que en ocasiones experimentas episodios de ansiedad protagonizados por tus dispositivos o que podrías llegar a padecerlos en un futuro, deberías empezar a adoptar algunas costumbres. La principal es mirar los dispositivos cuando realmente se necesite hacerlo. ¿Es necesario volver a refrescar el correo porque no tienes nada mejor que hacer cuando hace dos minutos que lo has hecho? ¿De verdad es imprescindible mantener cinco chats a la vez o puedes concentrarte en uno, acabarlo y pasar al siguiente? Algunos especialistas recomiendan apagar dispositivos a una hora concreta, por ejemplo antes de cenar y no volver a acercarse a ellos hasta el día siguiente. A veces, no es ni siquiera necesario apagarlos, basta con mantenerlos fuera del alcance de la mano para racionalizar su uso. En casos más extremos, cuando la relación con la tecnología adquiera tintes adictivos o la presión conlleve una carga psicológica apabullante, será necesario contactar con un especialista.

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Los dispositivos tecnológicos tienen una razón de ser: hacernos la vida más fácil. Pero en ocasiones conseguimos que ocurra justamente lo contrario: que nos la amarguen. Esto es lo que ocurre cuando se padece tecnoestrés, que significa que una persona tiene una relación que no resulta saludable con la tecnología. ¿Y en qué consiste mantener una relación poco saludable con nuestros dispositivos? Básicamente en que ellos estén a nuestro servicio y no a la inversa.

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