Trujillo: razones para escaparte a este pueblo de Cáceres a dos horas de Madrid
En el pueblo de las cigüeñas y los conquistadores, encontrarás el escenario ideal para hacerte esa foto que triunfará en Instagram. Le sobran palacios y majestuosidad. Piérdete por sus calles
Ahora que hemos entrado de lleno en la vida palaciega, vía boda de los duques de Sussex, en un escenario como Windsor y aledaños, hemos mirado a Trujillo con otros ojos: palacios renacentistas, iglesias, monasterios, ermitas, murallas, castillo y una plaza descomunal presidida por un insigne conquistador (Pizarro). A este pueblo de película (Ridley Scott lo convirtió en Granada en su '1492. La conquista del cine'; cosas del celuloide) hay que recorrerlo no ya a bordo de un flamante Jaguar descapotable, que también, sino a lomos de un caballo mientras soñamos con ser caballeros (andantes).
En la era de Instagram, la Edad Media y el Renacimiento también se vuelven cool. Nada como fotografiarse en sus calles de piedra, sus muros centenarios y ante esas fachadas que dejan ver que lo mejor está dentro. Por supuesto, Trujillo pasa a engrosar la lista de nuestros candidatos a ser el pueblo más bonito de España, como Frigiliana, Combarro y Cadaqués. En diciembre, te tocará votar en la encuesta Vanitatis. ¿Tienes a tu preferido ya?
En la bella Cáceres
Hay que poner rumbo a Extremadura, a las tierras de la dehesa, con vistas ya a Portugal, y adentrarse en la provincia de Cáceres para llegar -diremos mejor conquistar- Trujillo, este pueblo que fue romano y medieval y también la cuna de Francisco Pizarro, el conquistador de Perú, que aquí es el rey -solo hay que ver su estatua ecuestre en la plaza, más grande aún que la que se alza en Lima-, con museo particular en la casa donde nació (la visita es obligada), y de otro Francisco, esta vez Orellana, el descubridor del Amazonas, cuya casa natal es hoy un coqueto hotel que le pone a uno en situación. Sí, aquí saben bien lo que es hacer las Américas.
Una foto para tu Instagram
Si te gusta sacarte fotos en escenarios de órdago, aquí te vas a hinchar. El palacio de la Cadena, el de la Conquista, el de San Carlos, el de Carvajal Vargas, el de Juan Pizarro, el de Chaves el Viejo o el de Orellana-Pizarro. Prepárate para todo un despliegue de monumentalidad, iglesia de Santa María la Mayor, con torre románica (con escudo del Athletic de Bilbao, capricho del maestro cantero); castillo que fue alcazaba árabe (hay que subir por el regalo de las vistas) y murallas aún con cuatro puertas y 17 torres incluidos. En cuestiones arquitectónicas, artísticas e históricas, esto son palabras mayores. Las que hablan también de su plaza, de planta rectangular, renacentista también y con soportales. Fue en el siglo XVI, y lo sigue siendo en el XXI, el centro de la ciudad: el feudo de los artesanos y comerciantes. En la época, Trujillo era lo más.
La tierra (y el cielo) de las cigüeñas
Decíamos que Trujillo es tierra de conquistadores, pero también lo es de las cigüeñas, que aman las torres de sus iglesias y palacios. Como toda Extremadura. A estos pagos se viene a hacer eso que se llama birding, así que hay que estar en cierto modo en las nubes, mirando al cielo expectantes para ver a la cigüeña pasar y posarse. Por ejemplo, en la Torre del Alfiler, que es el Centro de Interpretación de la Historia de Trujillo. Resulta fácil aficionarse a la ornitología.
Dónde comer
Se estilan las migas extremeñas, el cochifrito, el frite de cordero, las criadillas de la tierra, la sopa del obispo con gallina o la moraga, además de los quesos de Ibores (DOP). Se puede dar cuenta de ellos en restaurantes que son ya un clásico, en plena plaza, como La Troya o Bizcocho, para después entrar en La Abadía, un viejo hospital de los monjes agustinos, lo cual tiene su aquel, y sentarse en su terraza frente al castillo con música en vivo y en directo.
Dónde dormir
Lo suyo es quedarse en la mansión que decoró Duarte Pinto Coelho, el amigo de Truman Capote, Ava Gardner, Coco Chanel o Dalí, que hizo de su casa una especie de Studio 54. En Casa Orellana (desde 120 euros), sí, donde nació el conquistador, un palacio que guarda aquel sabor. O en el Parador (desde 76 euros), que fue el convento de Santa Clara, siglo XVI, y que conserva sus dos claustros y aquel ambiente de sosiego y paz (pero con piscina).
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Ahora que hemos entrado de lleno en la vida palaciega, vía boda de los duques de Sussex, en un escenario como Windsor y aledaños, hemos mirado a Trujillo con otros ojos: palacios renacentistas, iglesias, monasterios, ermitas, murallas, castillo y una plaza descomunal presidida por un insigne conquistador (Pizarro). A este pueblo de película (Ridley Scott lo convirtió en Granada en su '1492. La conquista del cine'; cosas del celuloide) hay que recorrerlo no ya a bordo de un flamante Jaguar descapotable, que también, sino a lomos de un caballo mientras soñamos con ser caballeros (andantes).
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