Ni Londres ni Ámsterdam: te contamos por qué Lisboa es la ciudad europea de moda
Por su arte, por lo bien que se come y por sus tiendas. Esto es un recorrido por la ciudad del Tajo de tentación en tentación. Del Palacio Chiado a los jardines de la Fundación Gulbenkian
No hay adjetivos que hagan justicia a lo que Lisboa despierta en cualquiera que se asome a ella. Pasión, amor, obsesión, nostalgia, pero no, ya no, tristeza. Eso, nunca más: si acaso, saudade pero de la de no estar en todo momento en ella, ya sea paseando por los jardines de la Fundación Gulbenkian o mirando las grandes tiendas de la Avenida de la Liberdade, asomado al cielo desde sus miradores o, desde luego, comprobando en primera persona en su casi infinita colección de espacios, clubes, cafeterías, restaurantes y roof bars a la última por qué Lisboa le ha robado a más de una el título -además de honorífico, real- de ciudad de moda en Europa.
Por su arte
Que lo tiene Lisboa, y mucho, y no nos referimos -solo- al que se encierra como un secreto en las casas de fado repartidas por toda la ciudad, sino al que atesoran museos que, sin habernos casi dado cuenta, han conformado uno de los panoramas artísticos más impresionantes y atractivos de Europa (lo que, en estos casos, es decir del mundo). El primero, el impresionante Museu Gulbenkian, en memoria del gran mecenas de la escena artística portuguesa que fue el magnate armenio Calouste Gulbenkian, quien, ante la negativa de Franco de acogerle a él, a su familia y su imponente colección artística, se instaló en la perezosa, gris y dictatorial Lisboa de la posguerra europea. En 1956, un año después de su muerte, se creó la Fundación Gulbenkian, ubicada en un imponente complejo racionalista que alberga el Museo, donde te espera un impresionante viaje por el arte desde el Antiguo Egipto hasta ayer por la mañana y, entre medias, todos los estilos, épocas y artes que se te puedan venir a la cabeza y, desde luego, la mayor y más completa colección de arte moderno y contemporáneo portugués; además, pasear por sus jardines es uno de los mayores placeres de Lisboa.
Los más grandes artistas internacionales -Bacon, Dalí, Picasso, Warhol, etc-, acompañados de exposiciones temporales, te esperan en el Museu Coleçao Berardo, mientras que las mejores obras del arte portugués de la Edad Media al siglo XIX, así como excelente arte africano y oriental (no olvides el esplendoroso pasado colonial de Portugal) se muestra en el regio Museu Nacional de Arte Antiga. Para el final, déjate la última estrella en sumarse al refectorio de los mejores museos del continente. Se trata del MAAT, el Museo de Arte, Arquitectura y Tecnología, inaugurado el pasado mes de otoño asomado al Tajo en el barrio de Belém, y que es un imponente complejo en el que coexisten el museo -obra del estudio inglés Amanda Levete Architects-, una antigua central eléctrica y más de 7.000 metros cuadrados de espacios abiertos. ¿El resultado? Una construcción icónica que redefine el perfil ribereño de Lisboa -que no está precisamente falto de ellos, con sus puentes a la cabeza- y que, además, programa exposiciones de lo más interesante con la relación entre arte, arquitectura y tecnología como hilo conductor.
Como contraposición, el nexo de unión de la obra de Bordalo II lo marcan los desechos, la basura que encuentra: así se ha labrado un nombre el que es, ahora mismo, el artista lisboeta más internacional, cuya obra -murales gigantes que representan animales y que están realizados con cosas encontradas en la basura- puede verse en bares, hoteles, en los salones más exquisitos de la ciudad y, sobre todo, en las fachadas de Lisboa: acércate a la esquina de Rua Alexandre Herculano con Rua do Cotovelo, en Covilhã, y déjate escudriñar por la mirada de los Ojos del Búho. Y casi a cada paso que des por Lisboa verás excelente arte urbano, tanto y de tanta calidad que la ciudad se ha convertido en los últimos años en una de las capitales mundiales del street art. La 'culpa', además de grandes artistas como Vhils, la tienen las autoridades, que potencian su práctica. No te pierdas los edificios de la Avenida Fontes Pereira de Melo o el Hall of Fame de Amoreiras, una pared circular con docenas de obras.
Por lo bien que se come
Que en Lisboa se come bien, bonito y barato no es ningún secreto: pero a esa fórmula triunfadora y casi única en el mundo los lisboetas le han dado una pequeña vuelta de tuerca y lo han hecho de tal modo que han convertido a la ciudad en -también- una de las capitales gastro de Europa por excelencia… Lisboa sigue estando repleta de cafeterías en las que tomar excelente café y un pastel y de casas de comidas en las que las bandejas de comida no se agotan nunca, pero también de lugares sofisticados que conservan y potencian esa 'santísima trinidad'. En el legendario mercado da Ribeira, rebautizado y recuperado por el conglomerado Time Out, hay puestos de algunos de los mejores restaurantes de la ciudad, alimentos frescos y una programación cultural con conciertos, presentaciones… Otro mercado, menos masificado y aún más auténtico, es el Mercado do Campo de Ourique, abierto desde 1934 y donde hoy, además de los puestos tradicionales de alimentos, hay hasta 20 bancas donde sirven de todo, desde repostería de convento a sushi fresco, carne del Alentejo e, incluso, cócteles. Para sentarse a la mesa, en el hotel Altis Belem, un 5* asomado al Tajo, hay dos propuestas de lo más tentadoras: la de Mensagem, con cocina tradicional de toques contemporáneos y excelentes vistas al río, y la del Feitoria, un restaurante con estrella Michelin comandado por el chef João Rodrigues.
Como un auténtico miembro de la realeza te harán sentir en el Palacio de Chiado, un palacio de finales del XVIII cuya decoración y distribución se ha respetado hasta el punto de que sus salones centenarios albergan diferentes bares y restaurantes con varios denominadores comunes: atención exquisita, cocina de calidad y precios contenidos. Más informal es el The Decadente, donde le dan a los productos más típicos un toque canalla y diferente en la preparación. ¿El resultado? Un local que está siempre a rebosar y del que, también siempre, sale el comensal muy satisfecho. Y para reposar tanta comida rica no dejes de regalarte un gijinha, el licor tradicional de Lisboa, en uno de sus locales más tradicionales, A Ginjinha (Largo Sâo Domingo, 8), que lleva desde 1840 sirviendo este riquísimo licor de cerezas y conserva todo el sabor de aquel entonces.
Por sus tiendas
De Lisboa hay que volver con las maletas repletas. Para comenzar, de delicatessen gastro, ya sean exquisitas conservas de pescado (imperdonable el no visitar La Conserveira de Lisboa, solo sea para quedarse pasmado ante el espectáculo cromático de los envoltorios de las latas de conservas) o cualquiera de sus vinos, que se exhiben en todo su esplendor en el showroom Vinhos de Portugal, en plena Terreiro do Paço, donde podrás desgustar cualquiera de las 250 variedades de vino que se hacen en el país (que es el noveno productor mundial). Desde que la periodista Catarina Portas abrió en 2007 la primera de las tiendas A Vida Portuguesa (en la Rua Anchieta 11, en el corazón del Chiado; hay otras tres en la ciudad) se ha hecho una presencia imprescindible de portadas y reportajes como este, y no es para menos: el surtido de productos made in Portugal es tan amplio como irresistible -desde perfumería a papelería, pasando por tejidos, menaje o alimentación) y el local -un antiguo taller- no puede ser más evocador.
En la rua Garret está la librería más antigua del mundo, Bertrand, abierta desde 1732, y donde te lo acreditan sellándote cada libro que compres y que está, además, al lado de A Brasileira, el café donde Pessoa pasaba las tardes siempre con una libreta (no podrás evitar la tentación de hacerte una foto con su busto). Y después de haber quemado las suelas de tu calzado recorriendo la ciudad, pásate por la una de las más antiguas zapaterías de Portugal, la Sapataria do Carmo (la primera de las tres que hay está en Largo do Carmo 26 & 27), que fue fundada en 1904, y donde te lo querrás comprar todo… Para volver una y otra vez a esta Lisboa que tanto nos enamora.
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No hay adjetivos que hagan justicia a lo que Lisboa despierta en cualquiera que se asome a ella. Pasión, amor, obsesión, nostalgia, pero no, ya no, tristeza. Eso, nunca más: si acaso, saudade pero de la de no estar en todo momento en ella, ya sea paseando por los jardines de la Fundación Gulbenkian o mirando las grandes tiendas de la Avenida de la Liberdade, asomado al cielo desde sus miradores o, desde luego, comprobando en primera persona en su casi infinita colección de espacios, clubes, cafeterías, restaurantes y roof bars a la última por qué Lisboa le ha robado a más de una el título -además de honorífico, real- de ciudad de moda en Europa.
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