No solo playa: escápate a Morella, un pueblo de película en el Castellón interior
No está en el mar, pero lo tendrás en el horizonte y te podrás dar un chapuzón de arte e historia, que no es igual pero está muy bien. Y luego fardar de escenario en las redes
Castellón no solo es playa. Hay vida más allá de Peñíscola y Benicassim, y mucha. Solo hay que poner rumbo desde el mar hacia el interior hasta dar con el Maestrazgo, antes de llegar al de Teruel (pongamos Mirambel o Cantavieja). Entonces es cuando aparece, cual tráiler de película, un castillo que desde luego es el rey, dispuesto como corresponde a chupar cámara. Esta vez Instagram será para él. Y no es para menos, porque todo aquí es épico, pura leyenda. Nada mejor para coronar un feliz día de sol y playa. Desde luego, Morella es otro de nuestros candidatos a alzarse como el pueblo más bonito de España, según los lectores de Vanitatis (la encuesta la publicaremos en diciembre). Ya lo son Frigiliana, Mojácar, Combarro, Ribadesella, Altea o Trujillo.
1. Un escenario muy Instagram
Este tesoro que se guarda en sus adentros Castellón es realmente de cine. Como La Alberca, Albarracín o Castellfollit de la Roca, por poner tres ejemplos de la España medieval. Un viaje en el tiempo sin tecnología de ningún tipo. A pie y cuesta arriba, Morella no te dará respiro. Su belleza tampoco. No te pierdas el atardecer en la Judería. Lo suyo es entrar por la puerta de San Miguel, tomar la calle Virgen del Pilar -que se note dónde estamos-, arribar a la de Blasco de Aragón, coger la de Virgen de Vallivana con destino a la basílica y de aquí asaltar los torreones del castillo por la calle Hospital. Igualito que en las leyendas. ¿El paisaje? Mucho pino, roble y encina.
2. A solo 60 km del mar (y la playa)
Igual que si tu destino es Marbella, tarde o temprano los pies te llevarán a la sin par Ronda, si te dejas caer por la villa de Peñíscola o por la vacacional Oropesa, terminarás sí o sí en Morella a nada que tengas un poco de olfato turístico-cultural y te dejes llevar por él. Está cantado. Cuando la veas, solo querrás recorrerla. Colarte entre sus murallas centenarias y llegar hasta su castillo, a más de mil metros de altura.
3. Un castillo pero no en la arena
Más te lo parecerá todavía si vienes de la playa y de hacer o imaginar un castillo en la arena. Este es tal cual, robado de la imaginación, dispuesto sobre la roca (la Mola) como la insólita abadía en el Mont Saint-Michel, salvando las distancias, las que van desde el Castellón interior hasta la Normandía, en las tierras altas de Francia. Soñado tal vez por Escher, con sus 10 torres, siete puertas y casi dos kilómetros de muralla. Por no hablar de la plaza de armas, el palacio del gobernador (en una cueva), el aljibe, la prisión…No podía ser sino conjunto histórico artístico, del siglo XIII. No te será difícil imaginarte por aquí al Cid Campeador a sus anchas. Es una lección de historia a tu alcance (hay hasta restos del Neolítico) con unas vistas tan poderosas como fue en tiempos el bastión. Se accede por el convento de San Francisco, joya gótica, donde está planeado años ha abrir un Parador Nacional de Turismo.
4. Monumental a tope
Empezando por la basílica arciprestal, joya del gótico aquí en el Mediterráneo, donde en agosto se celebra un festival de música barroca con su órgano de más de 3.000 tubos como protagonista; siguiendo por todos los palacios, las casas solariegas y su soberbio ayuntamiento; para llegar al acueducto, que no solo lo tiene Segovia, aunque este no es romano sino del siglo XIV y en medio de un paraje natural espléndido, el de la comarca de Els Ports; y después a Morella la Vella, donde habitaron los primeros pobladores, con pinturas rupestres que son patrimonio de la humanidad.
5. Mucha tela: la manta morellana
A Morella no le falta de nada. Aún no hemos llegado a la trufa y nos hemos topado con el textil, con la lana, que fue durante siglos la primera actividad económica del lugar. Muy medieval todo. Aquí en todas las casas se hilaba entonces como en los cuentos, con huso y rueca. Hubo centenares de telares, de donde salían alfombras, telas y paños, de lana, algodón y también de lino. Después vinieron las alforjas, la faja, las mantas muleras, las de pastor y la conocida como la manta morellana, de vivos colores y franjas horizontales, que aún se hace en algún telar a la manera de antes. Te la podrás comprar, igual que esos genuinos jerséis de lana, aunque sea este tiempo de bikini.
6. Las cosas del comer
Morella es muy de campo, así que aquí cunde la ganadería, la caza, las setas y las trufas, la miel y la leche para los quesos, la famosa cuajada o el requesón para su apreciado flaó. Son típicos el cordero relleno trufado o la gallina y el conejo ídem, la perdiz con col rellena, las manos de cerdo con salsa de almendras, el bolo de Morella (un embutido) y la cecina. Y puestos a meternos entre fogones, las croquetas morellanas, que no son como todas, o las múltiples sopas (de menudillos, de flan, de nueces…). El caso es que la ciudad castellonense está abarrotadita de esas tiendas tan típicas donde se presume de gastronomía para llevar.
7. Dónde hincar el diente
En La Fonda, una antigua casa rehabilitada en el casco histórico de la ciudad, se enorgullecen de poner en la mesa productos autóctonos y de crianza propia. Lo mismo que en el Mesón del Pastor, donde te servirán un menú degustación de la cocina de aquí, que incluye muchos de los platos mencionados: desde la cecina hasta la cuajada, pasando por las croquetas, la paletilla de cordero al horno y el cabrito rebozado. Esto y más a un precio de 29,50 euros (vino no incluido).
8. Dónde dormir (como un rey)
Ya puestos a caer rendidos a los encantos de la noble villa medieval y hacer una inmersión histórica, lo suyo es alojarse en el recoleto hotel Cardenal Ram, con solo 16 habitaciones (desde 56 euros) distribuidas en sus tres pisos, que es un edificio gótico del XVI, con un alabadísimo restaurante. O hacer lo propio en el Palau dels Osset (desde 58 euros), que es eso, un palacio (también del XVI) convertido, cosas de los tiempos, en hotel de lujo. Este a diez kilómetros de Morella, en la localidad de Forcall, en la misma comarca dels Ports. Ah, se nos olvidaba, aquí vivieron hace mucho mucho tiempo los dinosaurios.
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Castellón no solo es playa. Hay vida más allá de Peñíscola y Benicassim, y mucha. Solo hay que poner rumbo desde el mar hacia el interior hasta dar con el Maestrazgo, antes de llegar al de Teruel (pongamos Mirambel o Cantavieja). Entonces es cuando aparece, cual tráiler de película, un castillo que desde luego es el rey, dispuesto como corresponde a chupar cámara. Esta vez Instagram será para él. Y no es para menos, porque todo aquí es épico, pura leyenda. Nada mejor para coronar un feliz día de sol y playa. Desde luego, Morella es otro de nuestros candidatos a alzarse como el pueblo más bonito de España, según los lectores de Vanitatis (la encuesta la publicaremos en diciembre). Ya lo son Frigiliana, Mojácar, Combarro, Ribadesella, Altea o Trujillo.