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Escápate a Águilas: siete razones para visitar el pueblo de Paco Rabal (una son sus playas)
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Escápate a Águilas: siete razones para visitar el pueblo de Paco Rabal (una son sus playas)

Está entre Mojácar y Mazarrón, lo enmarcan no una ni dos ni tres playas vírgenes y es, pese a los delirios urbanísticos de las últimas décadas, un paraíso. Además, conserva su estampa marinera

Foto: Águilas con barcos y al fondo su castillo. (Foto: Ayuntamiento de Águilas/Gabriel Muñiz)
Águilas con barcos y al fondo su castillo. (Foto: Ayuntamiento de Águilas/Gabriel Muñiz)

Está casi en el Cabo de Gata, en un punto de la geografía donde ya se barrunta el desierto y el agave, donde suena y resuena la música de Ennio Morricone, en el preludio del spaguetti western. Y esta también casi en Mazarrón y el bello Bolnuevo, entre calas y playas desnudas, amenazadas por la voracidad urbanística una y otra vez, sin descanso, porque aquí el Mediterráneo sigue teniendo un aire antiguo, aunque ya apenas haya caballitos de mar. Hablamos de Águilas, un pueblo lejano del lejano Este pero cercano (a cuatro horas y media de Madrid), en la Murcia que ya se hace Almería, donde la costa, salpicada cada vez de más chiringuitos, es virgen todavía y... sagrada.

Por estas tierras (y mares) hasta las olas se quedan de piedra, o al menos eso parece cuando se recala en Cala Blanca (no dejes de husmear por sus cuevas). No tardarás mucho en oír hablar de Paco Rabal, que nació en la bucólica pedanía de la Cuesta de Gos y cuya familia aún conserva su feudo en la cercana, bella y vacacional Calabardina, al amparo del Cabo Cope. El actor es aquí casi un dios. Mucho por ver. Ya estamos sumando este pueblo a nuestra lista de los mas bonitos de España, junto a la vecina Mojácar, el daliniano Cadaqués y el gallego Combarro. Podrás votar en diciembre.

Foto: En el Alto Ampurdán, el pueblo que lleva el nombre de Dalí. (Foto: Visit Cadaqués)

1. Mucho más que carnavales

Es verdad que son fiestas de interés turístico internacional y que la batalla de Don Carnal y Doña Cuaresma y demás se celebra por todo lo alto al más puro estilo Río de Janeiro, con el mismo relumbrón, pero Águilas es mucho más que eso. El interés turístico internacional le viene también de su paisaje marítimo, de sus calas vírgenes, de su particular geología, de sus molinos que no son gigantes y han hecho no pocos quijotes -es reino este de actores-, de su castillo guareciendo el puerto, de su ambiente residencial y de su faro (de Punta Negra), con el que terminamos atando cabos (marineros).

placeholder El perfil costero de esta villa marinera. (Foto: Ayuntamiento de Águilas)
El perfil costero de esta villa marinera. (Foto: Ayuntamiento de Águilas)

2. Casi 30 kilómetros de costa

Empezando por una playa 'deliciosa' que está en todo el centro y tiene vistas al puerto y al castillo, por un lado, y a la Aguilica y el auditorio de nueva construcción por el otro, siguiendo por la maravillosa playa Amarilla de arena marrón frente a la isla del Fraile, donde el atardecer no es bueno sino que es mejor, y frente a la bahía del Hornillo también componiendo una estampa única (un presente de playa, un pasado de minas), para ir a dar a continuación con la ya mencionada Cala Blanca (la de la casa cueva) hacia el levante. Porque hacia el poniente, está la Colonia, que es la playa urbana, la de las heladerías y los chiringuitos, antes de llegar a las Cuatro Calas.

3. De las Cuatro Calas a Calabardina

Hemos dejado el párrafo anterior en las Cuatro Calas, porque este es un paisaje protegido de la frontera (con Almería), que son las Cinque Terre menos una y solo de mar. A saber: Calarreona, la Higuerica, la Carolina y los Cocedores (ya en Pulpí, Almería), que pueden recorrerse por un caminito que no es el del Rey, de Málaga, pero tiene su aquel (un tramo del GR). Y hacia el otro lado, el Parque Natural del Cabo Cope, con la torre vigía del XVI para hacer historia y la encantadora Calabardina a sus pies, y Puntas de Calnegre, ya compartido con Lorca, que se prolonga hasta el mar. Tierra adentro está el Talayón, el pico más alto de la sierra de Almenara, que le interna a uno por la España más profunda, la del pastor, con sus 881 metros sobre el nivel del cercano mar.

placeholder Un rincón de Calabardina con el Cabo de Cope al fondo. (Foto: Oficina Municipal de Turismo de Águilas)
Un rincón de Calabardina con el Cabo de Cope al fondo. (Foto: Oficina Municipal de Turismo de Águilas)

4. Conquistando castillos y molinos

Además del de San Juan de Águilas, que corona la villa, se pueden asaltar otros no ya urbanos sino rurales, como el de Tébar o el de Chuecos, en la sierra de Almenara. Conquistarlos puede ser un buen plan. Lo mismo que, ya cambiando de tercio, pasarse por el Centro de Interpretación del Mar, que es tambien acuario, para saberlo todo del ecosistema del litoral, con una casa de pescador y barco de pesca (de arrastre), el José y Josefa, incluidos. Y puestos a conquistar también los molinos, de Sagrera y los Alacranes, que fueron de grano y ponen a este lugar de la Costa Cálida murciana el toque cervantino, y el pico de la Aguilica (o mejor, l'Aguilica), en uno de los extremos de la ciudad, hacia el levante. Las vistas desde todos estos miradores son espectaculares.

placeholder Y al fondo, los molinos. (Foto: Oficina Municipal de Turismo de Águilas)
Y al fondo, los molinos. (Foto: Oficina Municipal de Turismo de Águilas)

5. La vida en la Glorieta

Águilas tiene paseos que te llevan desde donde sale el sol hasta donde se pone y tiene playas -ya hemos dicho-, pero la vida se concentra en la Glorieta, que es la plaza de España, un vergel con ficus centenarios y fuente (la Pava de la Balsa, que dicen por aquí) en uno de cuyos lados está el Ayuntamiento, un edificio neomudéjar del siglo XIX, y que se nos antoja el mejor rincón para tomarse un helado, un granizado, una horchata (atención a la de almendra) o una cerveza, por qué no. Para la noche, lo suyo es el céntrico y proverbial Casino, sin desmerecer a El Galeón, el Samoa o el Tuareg, bares, qué lugares. Para tapear en los alrededores, el Pimiento es más que un bar: una institución.

6. ... y fuera de la Glorieta

Busca cual Sherlock Holmes el rincón del Casuco, junto a la playa del Hornillo, y verás cómo ha quedado estampada la huella de Gaudí (otra oda al trencadís) en una sensacional escalinata y alrededores, obra artesanal de Juan Martínez, Casuco. Un parque Güell en el sureste español. No dejes de echarte a la mar o de sumergirte: en el Club Náutico te lo pondrán muy fácil.

placeholder Así es el gastrobar El Pecado. Al fondo, el mar.
Así es el gastrobar El Pecado. Al fondo, el mar.

7. Dónde tomarte algo o comer (junto al mar)

Lo mejor es que te dejes caer por el gastrobar y coctelería El Pecado, que es un lujo en la Colonia, la playa donde el sol se pone, en pleno paseo marítimo y con vistas al mar, recién abierto, por cierto. También puedes seguir dirección al hotel Puerto Juan Montiel (alojamiento, desde 120 euros) y sentarte en alguna de sus terrazas, o ir más allá y varar en el Paradise, un beach club, o La Casica Verde, alevoso, nocturno y muy rockero. O subir al castillo y disfrutar de ese restaurante chill out que es el Zoco del Mar; la panorámica es excepcional. O echar el ancla -al fin y al cabo este es un pueblo marinero- junto al puerto: ahí está la terraza del Sol y Mar, donde probar los letones, la musina o las patatas con ajo. Llegados aquí, ya solo te quedará coger el Don Pancho y zarpar. Rumbo a una isla... y más.

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Está casi en el Cabo de Gata, en un punto de la geografía donde ya se barrunta el desierto y el agave, donde suena y resuena la música de Ennio Morricone, en el preludio del spaguetti western. Y esta también casi en Mazarrón y el bello Bolnuevo, entre calas y playas desnudas, amenazadas por la voracidad urbanística una y otra vez, sin descanso, porque aquí el Mediterráneo sigue teniendo un aire antiguo, aunque ya apenas haya caballitos de mar. Hablamos de Águilas, un pueblo lejano del lejano Este pero cercano (a cuatro horas y media de Madrid), en la Murcia que ya se hace Almería, donde la costa, salpicada cada vez de más chiringuitos, es virgen todavía y... sagrada.

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